¿Sabes que hay una comunidad de cristianos armenios que está a punto de sufrir un nuevo genocidio? Pues sí, la hay aunque no salga en los telediarios, los políticos no se pronuncien y a nadie le importe.

El pasado 12 de diciembre, activistas medioambientales de origen azerbayano bloquearon el corredor de Lachín, la única ruta terrestre que une la franja de Nagorno Karabaj – enclave cristiano en el Azerbaiyán musulmán – con la República de Armenia y con cualquier otra parte del mundo.

Tropas azeríes tomaron el testigo de los supuestos ecologistas y desde entonces, unas 120.000 personas sobreviven como pueden al cierre forzoso y obligatorio del territorio.

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Pídele al Alto Comisionado para la Libertad Religiosa de Naciones Unidas, al Enviado especial de la Unión Europea para la Promoción de la Libertad religiosa o de Creencias fuera de la UE, Frans van Daele, y al Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, José Manuel Albares, que tomen las medidas oportunas para evitar el genocidio de los cristianos de Nagorno Karabaj.

De nuevo miles de cristianos armenios, sistemáticamente odiados en la zona por su fe, resisten como pueden el terror del hambre, del frío, de la enfermedad y de la necesidad de todo lo más básico. Mientras tanto, la comunidad internacional permanece paralizada, ciega, sorda y muda ante la violación de sus derechos humanos.

Los suministros no llegan. La carestía de alimentos y medicamentos se acrecenta cada día debilitando a una población ya agotada por la crudeza del invierno caucásico.

A duras penas los enfermos crónicos consiguen permiso para llegar a los hospitales armenios. En un mes, poco más de cinco ambulancias de la Cruz Roja han conseguido traspasar el bloqueo y trasladar a los enfermos para recibir tratamiento.

Las familias han quedado divididas, pues desde que se prohibió la entrada al territorio, a los que se quedaron fuera bien por viaje de trabajo o por vacaciones de Navidad, no se les ha permitido regresar a sus hogares.

Azerbaiyán también está suspendiendo intermitentemente el suministro eléctrico en la zona. Teniendo en cuenta que estamos en invierno y que la región se encuentra a 2.000 metros de altura, la paralización del abastecimiento energético es una condena a muerte para los más vulnerables: niños y ancianos.

Por si fuera poca tortura, también se ha recortado el acceso a internet. El cierre aleatorio de esta ventana abierta al mundo para denunciar su situación y enviar un SOS de ayuda a la comunidad internacional, lo utiliza el Gobierno de Azerbaiyán como arma de presión psicológica y debilitamiento emocional de la población.

El conflicto en la zona se remonta a tres décadas atrás, cuando de la descomposición de la antigua Unión Soviética surgieron hasta 15 repúblicas. Dos de ellas fueron Armenia (cristiana) y Azerbaiyán (musulmana).

El nuevo mapa geopolítico nunca casó muy bien con las distintas etnias del territorio y pronto surgieron grandes diferencias. Tradicionalmente, Armenia ha sido aliada de Rusia mientras que Azerbaiyán ha sido apoyada por Turquía.

Esta espinosa maniobra de poder, suscitada por intereses estratégicos y económicos azeríes y alentada desde Turquía, podría desatar en cualquier momento una crisis humanitaria de consecuencias catastróficas para los cristianos sitiados en la franja de Nagorno Karabaj.

¿Qué está haciendo la comunidad internacional para evitarlo? ¿Está Azerbayán tratando de provocar un movimiento de desplazados con limpieza étnica de trasfondo? ¿Por qué la Comunidad Europea guarda silencio?

De momento lo que sí sabemos es que el cristianismo es la religión más amenazada y perseguida del mundo.

Otro dato que no podemos omitir y que suscita nuestra profunda preocupación es la amenaza del actual presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogán, cuando refiriéndose a la comunidad armenia dijo: «Debemos terminar la obra iniciada por nuestros antepasados». Una obra de la que aquí os dejo una brevísima pincelada: El genocidio Armenio

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