La Asociación Enraizados no podía estar ausente en este acontecimiento, celebrado en Valladolid del 15 al 19 de octubre, que ha brindado la posibilidad de conocer con más profundidad la grandeza del Descubrimiento del Nuevo Mundo y la inconmensurable participación activa de la Reina Isabel. Todos los conferenciantes y ponentes resaltaron en sus intervenciones (claras, instruidas y fundamentadas) tanto el inicial impulso de Isabel a la aventura de Colón, como las condiciones, exigencias e instrucciones que acompañaron tal decisión real.

Isabel, desde el primer momento, dudas científicas aparte, entendió la oferta de Colón no solamente como la búsqueda de una nueva ruta hacia las Indias, con las subsiguientes consecuencias, sino, y fundamentalmente, como una expansión de la fe católica más allá de su amada Castilla. Todos los ponentes, desde el Rector Magnifico de la Universidad de La Plata hasta el Arzobispo Primado de Toledo, resaltaron, desde un principio, la legalidad del acto del Descubrimiento, al amparo del Dominus orbi, Derecho Internacional del tiempo, surgido de la posición preeminente del Sumo Pontífice. Y desde tal perspectiva temporal debe contemplarse todo el devenir inicial y posterior del descubrimiento de unas tierras halladas más allá de las torres de Hércules.

De ahí la validez de las Bulas papales que cubren todo el acontecer de Isabel. Acudir a su testamento y al codicilo, dictado con escasos días de antelación a su muerte, nos deja con toda claridad y sin lugar a duda, el espíritu y deseo evangelizador impulsado por Isabel, que se plasma en la incorporación, ya en el segundo viaje, de frailes, para, en posteriores desplazamientos, incorporar no solamente religiosos sino también artesanos, maestros, mujeres de vida honesta, con una misión evangelizadora  y una instrucción  de culturización de la población indígena que se hallase en la tierras descubiertas o por descubrir.

Isabel dejó definida la senda a seguir por Castilla y por su sucesor, sea su hija Juana, sea su nieto Carlos. Y así fue, fundamentalmente por parte de Carlos y de Felipe II. Isabel estableció que los moradores de las nuevas tierras se convirtieran en súbditos iguales al resto de habitantes de Castilla. Las Leyes de Indias significaron el primer Derecho de Gentes, considerándose como un monumento legal. Y es que Castilla se encarnó en Isabel e Isabel se fundió con Castilla. Leer el Testamento en este apartado puede significar el entendimiento pleno del pensamiento, carácter y misión de Isabel en la Historia universal.

Mientras la conciencia cristiana denunciaba el decaimiento de las órdenes religiosas, conociéndose que el mal se hallaba en la raíz de la conducta, el ansia evangelizadora de la Reina era tal que emprendió la necesaria reforma de las órdenes religiosas buscando la complicidad del Cardenal Cisneros. Tal decisión implicó que se adelantase a la Reforma trentina, levantando un muro a la penetración del luteranismo en España.  Las reformas de las órdenes religiosas, sacándolas de sus monasterios o conventos, hicieron posible que cientos de religiosos, franciscanos y dominicos,viajaran al Nuevo Mundo tanto para cristianizar a los moradores como para culturizarlos. Para ello, no se quedaron en las costas, en los puertos, sino que, aprendiendo las lenguas indígenas, penetraron en su interior, levantaron hospitales, colegios, iglesias, poblados, ciudades… La espada estaba presente, sin embargo la cruz la seguía con todo vigor y con ella la justicia y la cultura. Comprobar las diferencias entre las colonizaciones inglesas, francesas u holandesas nos abre los ojos acerca del celo evangelizador de los españoles, propiciado e impulsado en sus mismos inicios por Isabel, ejemplo de cristiana defensora de la dignidad del hombre y deseosa de que todos sus súbditos fuesen iguales ante la justicia.

Sin prejuicio alguno cabe decir que Castilla no colonizó, sino que su Reina trasladó la cultura grego-romana a la América que hoy conocemos, guiada por su inquebrantable fe, piedad y justicia. Y si, como mencionó un distinguido ponente eclesiástico, la santidad de Isabel es plenamente asumible, también lo es que América, merced a ella, en palabras del uruguayo doctor Garriquiry, se ha convertido en la reserva de Occidente, conservando la fe, la justicia y el sentido de imperio cultural que España y Europa, en su conjunto, están perdiendo.

En tal línea, William T. Walsh, en su obra «Isabel la Cruzada», editada por Enraizados,  fija el Descubrimiento de América como el acontecimiento más importante para la Humanidad después del nacimiento de Cristo. No resulta extraño, pues, que ponentes y asistentes, laicos y eclesiásticos,  no tuvieran rubor alguno en calificar a Isabel, la Católica, como  «Madre de América».

Francisco Gilet.

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