EL ESCORIAL, FELIPE II Y ESPÍRITU DE LA CONTRARREFORMA
La Iglesia ante los retos de la historia
EL ESCORIAL, FELIPE II Y ESPÍRITU DE LA CONTRARREFORMA
Como todas las obras de arte que merecen nuestra admiración, expresa necesidades, temores, inquietudes, emociones y nos ayudan a entender el momento histórico en que se creó. Se trata de mucho más que un monasterio y un Real Sitio. Declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1984, este grandioso monumento refleja el espíritu de su época.
Construido entre 1563 y 1584 por Felipe II, rey de formación humanista y que, lejos de la imagen fría y tétrica que nos ha dejado la Leyenda Negra, fue un gran mecenas, sensible y amante de las artes. Y, sobre todo, un hombre de fe profunda. Cada cuadro, cada obra, responde a unos intereses muy concretos: reflejar el espíritu de la Contrarreforma Católica. En efecto, la fundación del Monasterio de El Escorial supuso una decisiva respuesta, a escala grandiosa, a las ideas heréticas surgidas en el Norte de Europa con el protestantismo. Todos los presupuestos emanados del Concilio de Trento, quedan aquí integrados, como veremos.
FELIPE ll
Repasemos brevemente el momento histórico y la persona de Felipe II. Los complejos y múltiples problemas que tuvo que afrontar Felipe II durante su reinado, irán cambiando su personalidad, sus sentimientos y su imagen. Desde aquel principesco retrato de Tiziano para sus esponsales con María Tudor en 1551, el de Antonio Moro en 1560 con motivo de la Batalla de San Quintín, hasta el que le hiciera Sofosba Anguissola en 1573 – de luto riguroso – han pasado muchos años, duros y difíciles, de traiciones y muertes, que dejan huella en el monarca. El tono grave y sobrio de esta segunda etapa de su reinado se manifiesta igualmente en la literatura -cumbre de la ascética y la mística-, la música, la pintura, la arquitectura de Herrera y en la austera vida social y cortesana.
Felipe II se había convertido en el mayor rey del planeta. Cuando murió en 1598, el Imperio Español era el más extenso del mundo, con dominios europeos, posesiones americanes, africanas y asiáticas ¡Un Imperio donde nunca se ponía el sol! Asimismo, en 1580 con la anexión de Portugal, los dos grandes imperios ultramarinos de la Península se unieron bajo un mismo soberano, convirtiéndose Felipe II en «señor de Oriente y Occidente». Precisamente por esto, en Europa era visto con recelo. Francia, Inglaterra, Holanda -así como el Imperio Otomano- pensaban la forma de poner límite al poder del Rey de España.
A la defensa de la hegemonía hispánica, se unía la de la religión católica. Los problemas se multiplicaban. Contra los turcos en Lepanto en 1571, la revuelta de Flandes, la contienda con los protestantes (apoyada abiertamente por la Reina Isabel I de Inglaterra) llevó al enfrentamiento abierto con Inglaterra en 1588 con el desastre de la Gran Armada. Aunque las fuerzas de la monarquía hispánica comenzaban a agotarse poco a poco, todavía quedaba lo mejor: ¡el Siglo de Oro Español!
CONCILIO DE TRENTO. Que serias corrupciones se extendían por la iglesia, era evidente desde hacía tiempo. Ciertamente, en España hubo ya reforma de la vida eclesiástica, la emprendida por el Cardenal Cisneros con el apoyo explícito de la Reina Católica, buscando un modelo moral más acorde con el mensaje evangélico.
En un contexto profundo descontento económico, desprestigio de la jerarquía eclesiástica, enfrentamientos bélicos y desorientación espiritual generalizada, merecen ser destacados tres acontecimientos y protagonistas principales:
En Alemania, el 31 de octubre de 1517, Martín Lutero, un agustino profesor de la universidad de Wittenberg, fijó sus 95 tesis enfrentándose al papado, negando los dogmas católicos y los sacramentos, el culto a la Virgen María y a los santos. Ante su actitud intransigente, fue excomulgado en 1521 en la Dieta de Worms. Sus escritos se difundieron rápidamente, gracias a la imprenta de Gutenberg, y los príncipes alemanes ven una oportunidad política en esta ruptura con Roma para conseguir más poder oponiéndose al Papa y a Carlos V emperador de Alemania, Rey de España y Nápoles.
En Francia, Calvino, más intransigente y radical si cabe encabezó otro movimiento reformista y rupturista, extendiéndose rápidamente a otros países.
Y en Inglaterra aparece el Anglicanismo, al negar el Papa el divorcio del rey Enrique VIII con su legítima esposa Catalina de Aragón que permitiera el matrimonio con Ana Bolena. El monarca rompe con Roma y se autoafirma cabeza de la iglesia.
El tremendo desgarro que habían provocado las acciones de Lutero, Calvino y los anglicanos motivaron la reacción de la Iglesia Católica: reformarse a sí misma: La Contra-Reforma. Convocado el Concilio de Trento (1545-63), se reafirman sus dogmas. Surgen nuevas órdenes religiosas que contribuyen a la educación y la enseñanza. La Compañía de Jesús, entre otras, ayudó a difundir la doctrina católica por Europa y América mediante una amplia labor educativa, fundando escuelas y universidades.
En este complejo contexto, hay que situar el monasterio de El Escorial. El mejor exponente de la cultura de la época y de la Contrarreforma católica: “Obra tan santa, tan pía, tan llena de cristiandad y de tantos provechos para todo… Donde se conserva tanta hermosura de pinturas e imágenes” (Fray José de Sigüenza). No es casual que las obras comenzaran en 1563, año de clausura del Concilio de Trento.
Edificio ideado por el monarca, el propio rey Felipe II supervisaba planos y acudía con frecuencia a comprobar el desarrollo de las obras. En este entorno encontraría el monarca el tan deseado descanso para el cuerpo y reposo para el alma. Sosiego que le negaban los graves acontecimientos que le tocó vivir. Acorde con las disposiciones del Concilio de Trento, el rey cada vez pasaba más tiempo aislado en El Escorial. Allí moriría en septiembre de 1598 después de una larga y extenuante agonía.
En el conjunto formado por convento, colegio, biblioteca, iglesia y palacio se funden lo sagrado y lo profano. La orden elegida para custodiarlo es la jerónima. No olvidemos que San Jerónimo, representa la fidelidad a la verdadera fe siendo además el traductor de la Vulgata, único texto autorizado de la Biblia en Trento. Monasterio jerónimo con centro de estudios, que, además, debía ser panteón dinástico.
RODEADO DE NATURALEZA
Lo primero que llama la atención son sus enormes dimensiones, que resaltan la percepción de la pequeñez del hombre ante Dios. Siendo Felipe II gran amante de la naturaleza, como obra maestra del Creador, quiso rodearse de jardines donde se investigaban especies traídas del Nuevo Mundo y se cultivaban plantas medicinales para centros benéficos y hospitalarios. Un auténtico jardín botánico- científico.
El arquitecto Juan Bautista de Toledo realizó un primer proyecto: monumental, austero y sobrio. Fallecido en 1567, se hace cargo Francisco de Herrera, quien continua con las indicaciones recibidas del monarca: «nobleza, sencillez y severidad sin ostentación». Elegancia, orden, jerarquía, proporciones. Al “estilo herreriano”, inspirado en Palladio, lo define la pureza de líneas – predominando horizontales- desnudez decorativa, formas geométricas (cubos, pirámides, esferas). El cubo simboliza orden, estabilidad, perfección duradera, solidez, lo invariable, todo lo firme: es decir, la Iglesia Católica. El cubo desplegado representa la cruz de Cristo: verdad y perfección. La esfera simboliza infinita. El cubo junto a la esfera, manifiesta la totalidad terrestre y celeste, finita e infinita.
Planta del Monasterio
La planta del Monasterio es compleja por sus diversas funciones. Básicamente existe un eje principal: iglesia, panteón y estancias reales. A la derecha quedaría el monasterio y a la izquierda el colegio. Toma la traza simbólica de una parrilla en recuerdo del martirio de San Lorenzo, cuyo día (10 de agosto de 258) coincidió con la primera victoria del rey, en la Batalla de San Quintín el 10 de agosto de 1557. En aquel momento convulso para la Iglesia, la sangre de los mártires recuerda la fortaleza de espíritu a pesar de las adversidades. Recordemos brevemente su historia. San Lorenzo, diácono, apremiado por el prefecto de Roma (durante la persecución a los cristianos ordenada por emperador Valeriano) para que le trajera los tesoros de la Iglesia, le llevó a los pobres y enfermos de la ciudad. ¡Semejante ofensa fue castigada con la muerte! Dios le infundió valor y valentía, siendo ejemplo de vida entregada y generosa- hasta el extremo- al servicio del necesitado, tanto material como espiritual.
PATIO DE LOS REYES
Superado el ingreso, atravesamos el Patio de los Reyes, grandioso atrio de la basílica. Los reyes de Judá, custodios del Templo de Jerusalén, nos miran en nuestro caminar hacia el Templo de Dios, la Domus Dei, presente realmente en la Eucaristía. Fue el padre Sigüenza quien primero estableció la comparación del monasterio con el Tabernáculo de Moisés y el Templo de Salomón.
La Basílica, verdadero núcleo del conjunto, culmina en el presbiterio donde, tras subir 12 escalones (número simbólico: 12 tribus de Israel, 12 apóstoles) se dispone el Altar Mayor. El retablo expone la Historia de la Redención y el camino de la Salvación, con un lenguaje claro y decoroso, adecuado a las disposiciones tridentinas, obra de Federico Zúcaro y Pelegrino Tibaldi. Resaltan los perfiles de las esculturas en bronce dorado a fuego realizadas por Pompeo Leoni.
CRUZ DEL RETABLO
Representan los 4 Padres de la Iglesia -San Jerónimo y San Agustín, San Ambrosio y San Gregorio- y los 4 evangelistas. Nos transmiten respeto a la tradición, la Sagrada Escritura, los dogmas…En la parte superior, San Andrés -patrón de la casa Borgoña- y Santiago Apóstol, primer evangelizador y patrón de España. En la cúspide, San Pedro y San Pablo, columnas de la Iglesia Católica. Dato interesante: la cruz del retablo mayor se hizo con madera del barco con el que Elcano completó en 1522 la 1ª vuelta al mundo iniciada en 1519. La Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica.
El Sagrario
Y, centrado, en el lugar más destacado y señalado, el Sagrario guarda el mayor tesoro de la Iglesia, su verdadera riqueza: el Cuerpo Místico de Cristo: dogma de la Transubstanciación. Flanqueado por los lienzos de la Adoración de Magos y de pastores. Ante Dios, toda rodilla se doble, también el poder temporal. Es aquí donde se acentúa de forma más acusada la carga expresiva y simbólica de todo el monumento. Realizado en mármoles polícromos por Jacome Trezzo, según trazas de Herrera, y figuras en bronce de Leoni Leone.
La Coronación de la Virgen como reina y Señora de todo lo creado se representa en la bóveda, obra del italiano Lucas Cambiasso. De nuevo, confirmación de los dogmas emanados del Concilio de Trento. España, tierra de María, extenderá el culto a la Virgen por todos los territorios de Hispanoamérica.
Recordemos que otro de los propósitos de la construcción del Monasterio era servir de lugar de enterramiento de los reyes. A los lados de Altar Mayor, lo más cerca posible de Dios en la tierra, se situaron los cenotafios de Carlos V y Felipe II acompañados de sus familiares. Fueron encargados a Pompeyo Leoni en bronce dorado y policromado, dando una imagen áulica y majestuosa de los soberanos. Las figuras orantes en actitud de perpetua adoración al Santísimo Sacramento, nuevamente expresan una idea clara del compromiso de defensa del catolicismo por la Monarquía española. Reconocemos a Felipe II, a su cuarta mujer Ana de Austria, madre de Felipe III. Detrás, su primera esposa, María Manuela de Portugal. Al lado de ella, el problemático hijo de ambos Don Carlos, y la tercera esposa, la bellísima Isabel de Valois. En el lado opuesto Carlos V y la 5 Emperatriz Isabel de Portugal; detrás, su hija la emperatriz María y sus hermanas María de Hungría y Leonor de Francia.
Parece oportuno recordar aquí el Salmo 83 que expresa el verdadero anhelo del creyente: vivir en Dios y para Dios.
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo (…)
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación (…)
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria; (…)
A los pies de la basílica, el coro decorado con grandioso fresco de Lucas Cambiasso representa La Gloria celestial presidida por la Santísima Trinidad rodeada de ángeles y santos dando gloria a Dios, destacando San Jerónimo y San Lorenzo, titulares del monasterio, y virtudes teologales.
Los relicarios de El Escorial: uno de los secretos mejor guardados de la basílica
Merece la pena detenernos brevemente en los relicarios.
Siguiendo uno de los preceptos del Concilio de Trento referente a la veneración de los santos, modelo de vida para el cristiano, vela encendida que ilumina nuestro caminar, Felipe II quiso dotar al Monasterio de una de las mayores colecciones de reliquias del mundo católico (muy mermado por el saqueo de tropas napoleónicas durante la Guerra de Independencia). Guardadas en sendos altares -de San Jerónimo y la Anunciación- en magníficos estuches realizados por los mejores orfebres y plateros.
Pateón de Reyes
Bajo el Altar Mayor, simbolizando el poder terreno por debajo del poder divino, quiso Felipe II que se situara el Panteón de Reyes. Cripta octogonal cubierta con jaspes, pórfidos, mármoles y bronces dorados, comenzada en 1617 por Felipe III según planos de Juan Gómez de la Mora y Juan Bautista Crescenzi. Aquí reposan todos los reyes de España desde Carlos I.
La Sacristia
La Sacristía es otra de las estancias sorprendente por su belleza y simbología. Bajo su bóveda alberga lienzos de Tiziano, Ribera, Lucas Jordán… pero centra nuestra mirada el enorme cuadro que la preside, encargado por Carlos II a Claudio Coello en 1690.
Representa la ceremonia habida el 19 de octubre de 1684 con ocasión del traslado de la reliquia de la Sagrada Forma al grandioso relicario donde se encuentra hoy, cubierto completamente por el citado cuadro de Claudio Coello. Sólo el último domingo de septiembre la Custodia se puede contemplar. Esta reliquia procede de Holanda, cuando pertenecía a la Corona Española, y tiene una interesante historia. Habiendo sido profanadas y pisoteadas las Formas Consagradas por un grupo armado de protestantes, una de ellas comenzó a sangrar tras ser aplastada con la suela claveteada de una bota militar. La noticia de este milagroso suceso se extendió por toda Alemania. Hoy todavía pueden verse en esta reliquia las tres roturas y marcas de los clavos de la bota del soldado profanador – quien, por cierto, después se convirtió e hizo religioso franciscano- y las manchas de color rojizo. La Eucaristía: Vida de la Iglesia.
Puedes ampliar la información: La leyenda de la Sagrada Forma
La Biblioteca
Es LA BIBLIOTECA, una de las mejores del mundo, pieza fundamental en el plan del rey humanista Felipe II. Se encuentra justamente sobre la entrada principal, en el centro del edificio como nexo de unión entre la cultura sagrada (convento) y la profana (colegio), significando que fe y razón se apoyan mutuamente.
Su bóveda, pintada al fresco por Tibaldi y Pellegrino, se centra en temas teológicos y filosóficos. Eminentes intelectuales de la época seleccionaron sus ricos fondos documentales. Enriquecida por Felipe III y Felipe IV, custodia piezas bibliográficas de incalculable valor, que por falta de espacio es imposible detallar.
Por último, los claustros del monasterio también siguen fielmente los dogmas tridentinos. El de los Evangelistas, centrado por un templete octogonal de Juan de Herrera con los 4 Evangelistas que nos muestran el libro abierto: la Palabra de Cristo sustenta el Templo de Dios.
Patio de Mascarones
En cuanto al PALACIO DEL MONARCA, se articula en torno al patio de los Mascarones. La ausencia de espacios de ostentación lo convierten en auténtico lugar de retiro espiritual. Destacar, embutidos en el pavimento, dos grandes relojes solares que recuerdan la idea – tan cercana a las ideas contra-reformistas – del tiempo que pasa, “Tempus Fugit”, y la necesidad de aprovecharlo bien para ganar la Vida Eterna: las obras sí importan para la salvación del alma, al contrario de la teoría de la predestinación defendida por protestantes.
Son estancias amplias y llenas de luz cuya decoración reproduce la solemne austeridad habitual en los interiores del siglo XVI español. Muros lisos encalados, suelos de barro, zócalo de azulejos, muebles sobrios pero sólidos. Descartado el lujo de otras cortes europeas, confiesan las prioridades que deben guiar la vida terrena, rechazando las riquezas mundanas. Sólo somos peregrinos en este mundo, donde el exceso de “equipaje” dificulta nuestro camino hacia el Cielo.
Cuarto del Rey Felipe II
Una de las salas más interesantes es el Cuarto del Rey, siguiendo el modelo de Yuste para Carlos V, permitía al monarca seguir los actos litúrgicos. En esta cama murió el monarca el 3 de septiembre de 1598.
Sala de las Batallas
Llamativa es la Sala de las Batallas, donde a lo largo de sus 50 metros los pintores Nicolás Granello y Fabricio Castello representaron escenas de batallas ganadas por los españoles contra los herejes. Además de documento descriptivo de estrategias militares y armas, completan la imagen del compromiso de España como defensora de la religión católica.
Sólo un apunte más: la espléndida pinacoteca reunida a lo largo de los siglos, con lienzos de El Greco, Tiziano, Tintoretto, El Bosco, Van Dyck, Van der Wayden, merecería un capítulo aparte.
ARTÍCULO ESCRITO POR CONSTANZA CARMONA SORIANO
HISTORIADORA DEL ARTE