Munilla
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Un suscriptor nos envía un extracto del comentario de Monseñor Munilla («Sexto Continente», Radio María, 13 de noviembre) que hizo al artículo de Andres D´Angelo «NUEVE COSAS QUE ME HUBIERA GUSTADO SABER ANTES DE CASARME».

«El Sacramento del matrimonio es un Sacramento muy especial en el que los contrayentes son, al mismo tiempo, los ministros del mismo y los beneficiarios.
1ª NO EXISTE UN PLAN B o sea que es muy importante que no exista un plan b. El matrimonio es para toda la vida. El matrimonio no sólo es quererse sino querer quererse; esto es mucho más: QUERER QUERERSE QUE QUERERSE, porque aquí influye la voluntad no el sentimiento. No tiene vuelta atrás, es indisoluble. Si vas al matrimonio no creyendo que es indisoluble, la Iglesia lo puede considerar nulo.
2ª EL MATRIMONIO NO SE TRATA UNICAMENTE DE MI PLAN DE FELICIDAD. En el matrimonio hay un paso del mí a nosotros pasando por el tú.  Al matrimonio no vas para ser tú feliz (el que busca su vida la perderá pero el que la pierda por Mí la encontrará, Mt. 16,25),es un planteamiento en el que no se ha superado el yo; uno se casa para cambiar su horizonte de vida del yo a nosotros, eso pasa por el tú. Hay que buscar con todas las fuerzas la felicidad del cónyuge y esto supone una perfección interior muy grande porque amar es la antítesis de utilizar.
3ª LA COMUNICACION  es más efectiva que el silencio siempre, a veces nos olvidamos que existe entre nosotros ritmos distintos y no se pueden  acompasar sin confrontarlos; sin hablarlos, sin ponerlos encima de la mesa. El problema no afrontado en un matrimonio es un problema pospuesto, agrandado, emponzoñado. Hay que tener la disposición de hablar desde el minuto uno. La negación de uno mismo no debe anular la comunicación, sino aclarar las situaciones dialogando. Es importante saber que hay un desfase entre el hombre y la mujer en el estrés. La mujer necesita hablar desesperadamente mientras que el hombre estresado lo que menos necesita es hablar del estrés que le aqueja. Esta diferencia tan notoria hace creer a la mujer que el silencio del marido es una hostilidad y al marido el que hable la mujer como una amenaza.
Enseñanza práctica. Si la esposa está estresada, escucharla y si el marido está estresado es importante que la esposa le dé margen de tranquilidad para luego poder comunicarse.
4ª SERVIR ES REINAR: servir me beneficia. El matrimonio es una comunidad de servicio, es una maravillosa realidad para lo que hay que prepararse. Si uno se ha acostumbrado toda su vida a que le sirvan y luego va al matrimonio, va a ser un choque muy gordo. La mejor manera de prepararse al matrimonio, es que uno vaya teniendo un proceso espiritual,  en que vaya aprendiendo a servir. A veces el matrimonio se ha convertido en una escenificación de egoismo, esto es dramático, o en un frio pacto de actividades compartidas, ¡claro esto no es una comunión!. El matrimonio tiene que ser comunidad de servicio, una competitividad, debe tener muy claro que servir es reinar.
5ª CONFLICTIVIDAD. Aspecto clave: el conflicto no es señal de que seamos un matrimonio disfuncional. No tener miedo a los conflictos, a contrastarnos unos con otros. No hay que tener miedo a la discusión. La vida es lucha; la paz completa, muchas veces,  puede ser la paz del cementerio. No siempre una paz aparente es real, ¡que no! Hay que confiar en que todos los conflictos son una oportunidad para aprender más y para ser más caritativos. No hay que tener miedo a las crisis porque, de toda crisis,  el Señor tiene una Providencia de crecimiento. Para que la crisis sea beneficiosa, uno tiene que adentrarse en ella, sabiendo que hay una Providencia de Dios para crecer y santificarnos más en esta vida.
6ª EL MATRIMONIO NO ES COSA DE DOS; ES: DIOS, TU Y YO. Para que un matrimonio sea fructífero debe estar en este orden: Dios, tú y yo, es muy importante. Nosotros ¿qué solemos hacer?: yo, tú y Dios. Solemos dar la vuelta al orden, primero yo, después tu y si sobra sitio, Dios. El matrimonio es un Sacramento instituido por Dios y la vocación parte de Él, ya que el encuentro del hombre con la mujer no es casual, Dios es el que les pone en ese camino. Teniendo a Dios como fuente, hay que dialogar para:  cómo orar juntos, cómo participar en los demás Sacramentos y cómo ayudarnos en el camino de la conversión.
7ª LOS HIJOS SON UN DON DE DIOS Y UNA ENCOMIENDA. Los hijos no son un derecho, nadie tiene derecho a tener un hijo, es un don y una encomienda. La misión principal de la vida de los esposos va a ser que sus hijos sean santos,  ni más ni menos. Somos instrumento de Dios para la santidad unos de otros, esa es la clave. Yo no tengo como objetivo en mi vida: plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo; con todo mi respeto, cada vez que lo oigo a mi me da urticaria. Plantar un árbol y escribir un libro es una opción tuya, que sale de ti y luego tener un hijo… es como si quisiera tenerlo para realizarme ¡que no!, que las cosas no son así, que los hijos son un don y una encomienda. Subrayemos que los hijos no son míos, son de Dios y yo soy instrumento para su santificación.
8ª EL PERDON. Un buen matrimonio es la unión de dos buenos perdonadores. Para pedir perdón tenemos que ser muy humildes y para perdonar tenemos que ser muy misericordiosos. Las dos cosas: humildes para pedir perdón y misericordiosos para perdonar. Si uno no se ha entrenado en esto, mejor que no se hubiera casado,  porque el matrimonio va a ser un desastre. Un soberbio no puede casarse porque es incompatible (sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso, perdonad como Yo os perdono, Lc. 6, 36-38). No se puede pedir perdón a Dios si no estamos dispuestos a perdonar al cónyuge. Mediante la reconciliación, también por otra parte, estamos enseñando a perdonar a nuestros hijos. El matrimonio es una unión de dos buenos perdonadores que además hacen escuela de perdón y sus hijos aprenden a perdonar.
9ª EL MATRIMONIO OFRECE LA OPORTUNIDAD DE MAXIMA REALIZACION PERSONAL. Si alguno se ha pensado que cuando yo he insistido aquí en la importancia de ser humilde, de la negación de uno mismo, de la vocación a servir,  que esto es una especie de autocastración… no y no. El matrimonio ofrece la posibilidad máxima de realizarse personalmente. Es el plan de Dios para la plenitud con estos ingredientes que hemos dicho. Al mismo tiempo Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, varón y hembra los creó, hombre y mujer los creó, lo cual quiere decir que la plenitud del hombre es imagen y semejanza de Dios. Para esa vocación a la plenitud, necesitamos ese complemento en el matrimonio. Es una desgracia la cultura del igualitarismo pues anula la complementariedad. Todo está enmarcado en una verdad.  Para la plenitud hay que entregarse, para poder entregarse hay que poseerse (ser dueño de uno mismo), para poseerse hay que trabajar la madurez y el equilibrio interior. Esto necesita tiempo, buena orientación, con buenos acompañantes espirituales, oración, Sacramentos, medios de gracia.
Concluyo. Para todo lo dicho es necesario una sólida formación, no sólo unos cursillos con unas charlitas, ya que se trata de un Sacramento, pues para el sacerdocio y la vida consagrada se precisan años de preparación. En toda vocación hay una donación y en última instancia a Jesucristo y a Dios, fuente de todo.

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