(La Gaceta) La XXVIII edición del Salón de la Enseñanza de Barcelona abre sus puertas con 175 expositores que -hasta el 26 de marzo- ofrecerán una salida formativa y laboral a los estudiantes. Pero entre todos destaca uno caracterizado por su espíritu de servicio: el Ejército, que además triplica sus dimensiones. Si en 2016 dispuso de un espacio de 32 metros cuadrados, este año la superficie en la que los militares pueden interactuar con los asistentes para brindarles un mayor conocimiento sobre esta institución pública al servicio de la sociedad será de 100 metros cuadrados.
El Gobierno de Cataluña permanece ajeno a que las Fuerzas Armadas son un símbolo de este país y garantes de la integridad del territorio español, por lo que ha centrado todos sus esfuerzos en realizar presiones para que el Ejército no pudiera presentar en esta feria educativa las salidas académicas del ámbito castrense -algo que finalmente no ha logrado-. El coronel Emilio Peregrina no entiende los continuos ataques del Ayuntamiento dirigido por Ada Colau al estamento militar y recuerda que “es normal” que la oferta formativa del Ejército esté presente en el salón.
Peregrina también ha defendido la ampliación del espacio, que “obedece a la importante demanda de información por parte de los jóvenes que visitan el salón”. Estudiantes a los que -ha defendido- “asiste el derecho a estar informados de la oferta formativa y laboral del Ejército”.
Pero hay quien parece no entender que la presencia de los militares en estas ferias es algo habitual y continúa empeñado en separar las Fuerzas Armadas de la enseñanza. Es el caso de Desmilitaricemos la Educación. La plataforma no ha tenido reparos en denunciar que la Generalidad y el Consistorio de la ciudad condal no hayan hecho un frente común contra la presencia del Ejército en el Salón. Asistencia que califican como “provocación absoluta” y que -dicen- “incumple” la moción aprobada por el Parlamento catalán el pasado mes de julio para evitar la presencia de armas en espacios educativos y la resolución aprobada en febrero por el Ayuntamiento de Barcelona en el mismo sentido.
Los militares se enfrentan a una amenaza de boicot
El portavoz del colectivo antimilitarista, Jordi Muñoz, no acepta que el Ejército tiene los mismos derechos que cualquier institución a acudir a un certamen de carácter profesional y ha advertido que Desmilitaricemos la Educación acudirá al salón educativo para protestar por la presencia militar.
Muñoz ha cargado contra los representantes políticos, a los que acusa de “no haber hecho su trabajo” y de “doblegarse ante el poder del estamento militar y del poder económico ostentado por el presidente de la Fira de Barcelona, Josep Lluis Bonet”. El centenar de entidades que integran la plataforma exigen que los espacios educativos estén «libres de armas” y critican que se quiera dar lo que a su juicio constituye “una visión edulcorada del Ejército y se pretenda normalizar su presencia en el salón como una opción de formación normalizada”.
“El objetivo del Ejército en el salón no es otro que reclutar soldados y en esto no existe ningún componente pedagógico”, ha señalado Muñoz, que parece olvidar el aspecto humanitario, social y solidario de las Fuerzas Armadas, así como los valores de servicio que estas muestran en sus actividades cotidianas.
El Ejército sí respeta otras opiniones
El coronel del Ejército en Barcelona, Emilio Peregrina, ha recordado que el Ejército «respeta las opiniones de todos los colectivos» y ha reivindicado que puedan estar próximos a los jóvenes, «porque la oferta educativa y laboral del Ejército es importante». Las Fuerzas Armadas están presentes en los salones educativos más importantes de España y -ha advertido Peregrina- Cataluña «no debe ser una excepción”.
En el período 2013-16, el Ejército ofertó en toda España 18.000 puestos a los que se podía acceder a partir de diferentes procesos selectivos, ha explicado el coronel. Para estas plazas se presentaron 250.000 solicitudes en España, 7.000 de ellas procedentes de Cataluña.
Acoso y derribo contra el estamento militar
Fue precisamente en el Salón de la Enseñanza del pasado año cuando Ada Colau no tuvo reparos en ofender a las Fuerzas Armadas: la alcaldesa de Barcelona comunicó a dos militares que se acercaron a saludarla que no deseaba que estuvieran en el certamen “por lo de separar espacios”. El entonces ministro de Defensa, Pedro Morenés, calificó el gesto de la regidora hacia los militares como “una falta de respeto institucional y una falta de educación en lo personal”.
Pero este no fue el primer ataque contra todo lo que huele a España por parte de una izquierda que considera dañino todo aquello que tiene que ver con el Ejército y la milicia -una institución altamente valorada por los españoles-. Tan sólo seis días antes de la “falta de respeto” de Colau, el tres de marzo de 2016 saltaba a la luz que el Ayuntamiento de Barcelona quería desahuciar a los legionarios de la ciudad y que, para ello, la segunda teniente alcalde de Barcelona y concejal del distrito de Sant Andreu, Laia Ortiz, había pedido al patronato de la Zona Franca que expulsara a la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios.
Después llegó Semana Santa y esta vez la polémica corrió a cargo de los Ayuntamientos de L’Hospitalet de Llobregat y Palafolls. Ambos, gobernados por el PSOE, denegaron la autorización para que la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Barcelona desfilara junto a las imágenes religiosas. Finalmente los legionarios procesionaron por las calles de estas localidades ante centenares de fieles que recibieron al Cuerpo entre vivas a España y a la Legión.
Ya en julio, el Parlamento catalán aprobó una moción en la que exigía al Gobierno la prohibición de la asistencia de las Fuerzas Armadas al Salón de la Enseñanza y al Festival de la Infancia, además de a otros actos educativos infantiles, por lo que los niños no podrán disfrutar y conocer el espíritu de servicio que caracteriza a los militares. La misma Ada Colau se declaró partidaria de excluir al Ejército de las ferias educativas.
Cinco meses después y por primera vez desde el año 2002, el Ejército no pudo estar presente en el último Salón de la Infancia de Barcelona -que comenzó el 27 de diciembre y acabó el 4 de enero-. La 53 edición del Festival no contó tampoco con la participación de la Policía Nacional, la Guardia Civil, los Mossos de Esquadra y la Guardia Urbana. La Fira de Barcelona, organizadora de la feria, no tuvo reparos en justificar la ausencia argumentando que estaban “reorientando” la presencia de los cuerpos armados en el evento y que su objetivo era “reenfocar el salón hacia actividades más lúdicas y de ocio”.
Por último, el pasado 20 de febrero 150 personas salieron a la calle en Gerona y Celrá para protestar por la presencia de 80 soldados que durante esa mañana tenían previsto realizar maniobras en la sierra de las Gavarres. “Que se vayan”, “Basta de maniobras militares” o “No pasarán”, eran algunas de las proclamas contra lo que simplemente eran unas “prácticas habituales de endurecimiento”, en las que los soldados no emplearon armas de fuego y se ejercitaron recorriendo largas distancias o caminos rurales con desnivel. Además, los vehículos utilizados -camiones ligeros y autobuses- eran para trasladar a los militares y, tal y como informó la Inspección General del Ejército, el impacto en el medio ambiente fue “mínimo”.
Una semana después, la directora de Juventud de la Generalidad, Marta Vilalta, enviaba una misiva a la Fira de Lérida después de que la ciudad desafiara al Gobierno catalán y anunciara su intención de contar con el Ejército para su salón educativo que se celebrará en abril. En la carta, Vilalta instaba a la organización del salón a “evitar que el Ministerio de Defensa disponga nuevamente de un stand informativo en la edición de la feria”. También advertía que la Fira de Gerona aprobó una moción que emplazaba a adoptar un código ético para “proteger los valores de paz y los derechos humanos”.