En estos tiempos en los cuales se insiste tanto en el «empoderamiento» de la mujer, echar la vista atrás en la historia y encontrarse con la esposa de Alfonso XI de Castilla, María de Portugal, de un lado y a la amante del rey Leonor de Guzmán es hallar un ejemplo palpable y sangriento de la presencia activa de la mujer en el devenir de los pueblos.
La esposa, madre del legítimo sucesor Pedro I de Castilla, se topó con la decisiva presencia de la amante de su marido, la cual, fértil hasta darle diez bastardos, apostó por su hijo Enrique de Trastámara. El rey Pedro, enfrentado a la nobleza, tuvo que sufrir el constante intento de recorte de sus atribuciones amen de su capacidad de desarrollo político.
Esa nobleza castellana, mientras tanto, apoyaba las aspiraciones del bastardo Enrique, tanto así que el pueblo se apercibió de que estaban puestas en peligro la vigencia de una serie de leyes promulgadas en las Cortes de Valladolid en 1351, facilitadoras del comercio, la artesanía y la seguridad en los caminos y villas castellanas. Tales fueron las razones por las cuales se le dio al Rey Pedro el sobrenombre de Justiciero, fruto de un gobierno popular a instancias de su amante, María de Padilla. Mas tal sobrenombre tuvo poco éxito; al enterarse de la traición de su antiguo favorito, Juan Alfonso de Albuquerque, promotor de una rebelión con hermanos bastardos con el rey de Aragón Pedro IV, Pedro acudió a Toledo donde castigó con todo rigor a los sublevados, incluidos tres hermanastros bastardos, mutando desde este momento el Justiciero por el Cruel.
Enrique, regresado de Francia, depuso al Rey Pedro y se proclamó rey en el monasterio de las Huelgas. A partir de tal hecho, acaecido en 1366, Pedro el Cruel logra reunir un gran ejército integrado por castellanos adeptos, moros y judíos, dejando de lado la defección del Príncipe Negro, Eduardo de Lancaster, horrorizado por la cruenta conducta de su entonces aliado, el Rey Pedro. Ese acudió con su ejército en búsqueda de su hermanastro, hallándolo bajo las almenas del castillo de Montiel, Ciudad Real. La batalla fue sangrienta, logrando Enrique reducir a la impotencia a las fuerzas de Pedro, obligándole a refugiarse en el interior de la fortaleza el 14 de marzo de 1369.
Pedro I, desesperado, intentó un acuerdo negociado pretendiendo rendirse a Bertrand Du Guesclin, condestable francés, entonces experto comandante francés del ejército de Enrique. Creyéndole más asequible a sus deseos, Pedro se dejó guiar, ingenuamente, hasta el campamento de Enrique para, sin apercibirse, presentarlo el francés ante su mismísimo hermano, el Rey bastardo. Ambos se enfrascaron en furibunda lucha a muerte, y, Pedro casi logra la de su hermanastro, colocándose encima de él para apuñalarlo. Sin embargo, en ese preciso instante surgía de la boca del condestable una frase que ha pasado a la historia; «Yo no pongo ni quito a rey: solo ayudo a mi señor», al tiempo que provocaba que Pedro cayese a los pies de Enrique. Este, sin miramiento alguno, lo acuchilló repetidas veces hasta provocarle la muerte.
El cuerpo de Pedro el Cruel fue decapitado, su cabeza lanzada a un camino y el resto colocado entre dos tablas y colgado de las murallas del castillo de Montiel, para general conocimiento del coste de rebelarse contra el que ya era Rey de toda Castilla, con el nombre de Enrique II. Enrique de Trastámara recompensó a sus aliados, pero supo también defender los intereses del reino de León y Castilla.
En política interior, inició la reconstrucción del reino; protegió a los judíos y moros, empero haberse rebelado durante la guerra civil; trasformó la administración real, convocando numerosas Cortes. Asimismo incorporó definitivamente al patrimonio real el señorío de Vizcaya tras la muerte de su hermano Tello de Castilla. Falleció el 30 de mayo de 1379, y mientras sus entrañas están sepultadas en la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, en la Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo, reposan sus restos mortales.
Francisco Gilet
Fuente:
Valdeón Baruque, Julio: Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara: ¿la primera guerra civil española?, Aguilar, 2003.