Dentro del contexto de la guerra contra los franceses que asoló España entre 1808 y 1814, la rendición de la ciudadela de Pamplona marcó el hito del fin de las operaciones militares dentro de las fronteras españolas. A partir de este momento, el escenario de los batallas más cruentas fueron en territorio francés, aunque las tropas de Napoleón siguieran pisando suelo español en Cataluña hasta 1814.
Pamplona disponía de unas fortificaciones modernas e impresionantes, baste ver la fotografía aérea actual que acompaña a esta reseña, fruto de los esfuerzos de la monarquía española, que desde Felipe II prestó especial atención a esta plaza fuerte y a la ingeniería militar española, que se aplicó durante más de dos siglos a introducir continuas mejoras con el fin de hacer frente a una eventual invasión de ejércitos franceses.
Como muchas fortificaciones de estas características, jamás fue tomada al asalto y hoy podemos verla en su casi completa belleza original. En 1808, los franceses se hicieron con su control gracias a una argucia y mantuvieron una guarnición estratégica en la fortaleza durante toda la guerra.
En 1813, el general Cassan, que estaba al mando, se encontraba frente al dilema de tantos defensores de posiciones reputadas imbatibles pero aisladas del resto del ejército amigo. Durante este año, el mariscal Soult había ido perdiendo terreno en el norte de España y finalmente había perdido toda esperanza de enlazar con la guarnición francesa de Pamplona. Cassan no tenía otra opción que una defensa a ultranza en la espera de un milagro, o bien iniciar las negociaciones de rendición.
Frente a él, Wellington había colocado a Francisco Dionisio Vives, que finalmente logró convencer a Cassan que los milagros rara vez se dan en la vida ordinaria.
Vives tenía un curriculum bastante especial. Había nacido en Orán y a principios del siglo XIX, cuando España y Francia eran aliadas, había sido enviado nada menos que a Dinamarca como capitán del primer batallón de voluntarios de infantería ligera de Cataluña, dentro de la fuerza expedicionaria que debía ayudar a Napoleón en su estrategia de control de Europa.
Cuando Napoleón destituyó a Fernando VII y nombró a su hermano rey de España, se enviaron órdenes para que las tropas españolas estacionadas en Dinamarca juraran lealtad a la nueva dinastía. La brevedad de esta reseña nos impide profundizar en la historia, pero baste decir que Vives fue uno de los que se negaron a jurar y que contribuyeron a organizar la repatriación de las tropas a suelo español en una serie de acciones realmente rocambolescas.
Manuel de Francisco
Fuentes:
Navarra en 1813. Nuevos escenarios bélicos y políticos