La Dignidad de la mujer en la Iglesia.
Introducción:
A continuación veremos la importancia de la Dignidad y promoción de la mujer en la Iglesia Católica.
El papel principal se reserva para la Virgen María -como madre y esposa- madre que educa a su hijo con su ejemplo en la bondad y la humildad, pero aquí desarrollaremos otra formas menos ponderadas de la dignificación de la mujer en la Iglesia, desde sus inicios, como la labor de las Diaconisas, la promoción de la monogamia en su Evangelización y la fidelidad del matrimonio, como método de dignificar a la mujer y a la familia.
En contraste compara las reformas de Lutero a la visión de San Agustín o Santo Tomás de Aquino o el Islam.
Con este artículo el autor, José Lara, desmitifica las críticas demostrando, con ejemplos, la labor persistente de la Iglesia durante siglos.
– Artículo redactado por José Jara-
Uno de los tópicos sobre la Iglesia, que suelen oírse repetidamente, consiste en afirmar que desde el cristianismo no se ha hecho prácticamente nada positivo por afianzar la dignidad de la mujer frente al varón o, peor aún, que el papel de la Iglesia ha sido frecuentemente de incomprensión hacia la mujer, impidiendo su desarrollo en la sociedad, con este artículo el autor desmonta estos mitos.
Sin embargo, si bien no encontramos grandes declaraciones magisteriales sobre la mujer de modo específico hasta la carta apostólica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II, la acción directa -que ha ido poniéndose en práctica a lo largo de los veintiún siglos de historia del cristianismo- parece mostrar claramente que en este gran periodo de tiempo constantemente se ha optado por la vía de los hechos, en vez de sólo las simples palabras, teniendo en cuenta también que los cambios de mentalidad no se consiguen siempre de un día para otro.
SUMARIO:
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- De los gineceos de Grecia al derecho romano.
- ¿Quiénes fueron las Diaconisas? aclaraciones.
- La vocación de la Mujer y su labor Humanitaria en la enfermería.
- Edad Media y tiempos luminosos.
- De Lutero a nuestros días.
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1.- DE LOS GINECEOS DE GRECIA AL DERECHO ROMANO.
Como muestra de las ideas preconcebidas que inundan nuestra concepción de la historia y de la sociedad, en una entrevista realizada a una actriz, se le preguntaba cual hubiera sido su época ideal para vivir, a lo que ella respondió que, sin duda, la época de la Grecia clásica. Probablemente, como es bastante habitual, quien respondió no era consciente de que las mujeres en esa época no tenían derechos cívicos plenos.
a) La mujer durante la Antigua Grecia.
Las mujeres de Grecia -en su periodo clásico- no asistían a las grandes fiestas religiosas ni a los teatros y tenían prohibido acudir al gimnasio. Su lugar era el gineceo, una parte de la casa reservada para ellas, donde tejían lana en compañía de sus hijas (que no recibían instrucción hasta que se casaban con el hombre que su padre había elegido).
Los varones, tal era la costumbre habitual, raramente invitaban a sus esposas a los banquetes organizados, prefiriendo la compañía de esclavas o de otros varones para divertirse.
Respecto a los hijos, el esposo también podía decidir si la mujer debía abortarlo o simplemente abandonarlo después de nacer si no era de su agrado[1].
Mujeres griegas en el Gineceo.
b) La Mujer durante el Imperio Romano.
Afortunadamente, esta visión tan restrictiva sobre la mujer, no se mantuvo en el desarrollo de la cultura del Imperio Romano, aunque la autoridad del “pater familias” también era indiscutible, pudiendo decidir no sólo el destino de los negocios familiares sino, al igual que en la Grecia clásica, la aceptación o el rechazo de los hijos que, si eran abandonados, solían ser recogidos por personas que aprovechaban estas vidas indefensas para convertirles en esclavos.
Si la mujer quedaba viuda, las decisiones sobre sus bienes materiales pasaban a depender de otro varón de la familia, negándose a la mujer el derecho a decidir sobre los mismos. De hecho, los romanos no sólo aceptaban el divorcio por decisión del varón sino también el simple repudio, sin necesidad de justificación consistente ni acusación probada, como muestra la conocida anécdota de Julio César cuando repudió a su mujer aduciendo únicamente que “la mujer del César no sólo ha de ser honrada, sino también parecerlo”.
c) Primera promoción de la mujer por el cristianismo.
¿Qué aportó el primitivo cristianismo sobre esta arraigada mentalidad de predominio del varón en la poderosa y consolidada sociedad romana? En primer lugar, se debería tener en cuenta que una de las novedades del Evangelio consistía en enseñar la igualdad del hombre y la mujer, la grandeza de la virginidad, en contraste con la legislación romana que prohibía el celibato[2], su aportación a la dignidad e indisolubilidad del matrimonio, en una sociedad que era plenamente divorcista.
Por este motivo, aunque frecuentemente se ha malentendido a San Pablo cuando exhorta:
“Mujeres, sean dóciles a su marido, como corresponde a los discípulos del Señor. Maridos, amen a su mujer” (Colosenses, 3).
Esta segunda parte de la frase supone un gran cambio de paradigma, ante la visión instrumentalizadora de la mujer que tenían los varones, circunstancia que se extendía a la prostitución.
Por contraste, el llamado “Himno al amor”, expresado en su carta a los Corintios es de una belleza literaria difícilmente alcanzable y expone un ideal de vida compartida igualmente exigente tanto para el hombre como para la mujer. En él afirma:
“Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido…” (Corintios 1, 13).
d) La Fidelidad y el Matrimonio en el ámbito cristiano.
De hecho, la indisolubilidad y la fidelidad en el matrimonio aparecieron inicialmente como exigencias inauditas, no sólo en el ámbito romano, sino también en la mentalidad judía del tiempo de la predicación de Jesús quien, a pesar de las reticencias que veía que despertaba su mensaje sobre la vida conyugal, no dudó en afianzarlo ante sus dubitativos primeros discípulos:
“Cualquiera que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera y quien se casa con una mujer repudiada comete adulterio” (Lucas, 16: 18)”.
Es difícil para nuestra mentalidad actual llegar a comprender el grado de corrupción y de depravación moral en el que estaba sumida la civilización romana desde sus inicios hasta el siglo IV. Conocemos datos sobre los emperadores que, ciertamente, nos dan pinceladas sobre ello.
Los hechos del emperador Cómodo, en cuyo harén había trescientas mujeres y trescientos muchachos[3], la lujuria del joven Heliogábalo, las acciones sin freno de Nerón o del emperador Tiberio o de su sucesor, Calígula, parecen la punta del iceberg de la extendida depravación reinante en la que la mujer frecuentemente quedaba reducida a ser alguien sin la mínima independencia o a ser un objeto sexual.
Es en este contexto donde Minucio Félix[4], converso del siglo III, podía sin dificultad afirmar:
“¡Nos acusáis de falsos incestos, pero vosotros los cometéis verdaderos!”
2.- ¿Quiénes fueron las Diaconisas? aclaraciones.
Como contraste, habría que mencionar el reconocimiento de la autonomía de la mujer dentro de la Iglesia, mediante la institucionalización de la figura de diaconisas, para atender viudas y huérfanos, personas excluidas de la comunidad ya en el ámbito judío, y que pronto fueron vistas por la comunidad cristiana como necesitadas de una efectiva ayuda, para dejar de ser marginadas por su ausencia de recursos de supervivencia.
Esta eficaz labor caritativa sobre las mujeres fue encomendada a las diaconisas de las primeras comunidades cristianas, tal como nos han referido diversos textos:
«Es cierto que en la Iglesia hay un orden de diaconisas, pero no para ser sacerdotisas, ni para cualquier tipo de trabajo de la administración, sino por el bien de la dignidad del sexo femenino, ya sea en el momento del Bautismo, o de examinar a los enfermos o de sufrimiento, de modo que el cuerpo desnudo de una mujer no debe ser visto por los hombres al administrar los ritos sagrados como el bautismo por inmersión, sino por el diácono. «
(San Epifanio, Panarion, 79:3 (AD 377), en JUR, II: 76.)[5]
3.- La vocación de la mujer y su labor humanitaria en la enfermería.
Esta función de servicio, y no de búsqueda de poder, ha estado siempre presente en la ingente labor humanitaria desarrollada por las órdenes religiosas femeninas que, a lo largo de la historia, han dado muestras incluso de heroísmo en el ejercicio de la caridad, sin necesidad de reivindicar un sacerdocio femenino, ajeno a la voluntad de Jesús, de la que dan fe los Evangelios.
Diaconisas atendiendo a un enfermo.
La Mujer durante la reforma Luterana.
Respecto a esto último, parece importante reseñar que la Reforma Protestante impulsada por Martín Lutero, al disolver todas las comunidades monásticas, tanto de hombres como de mujeres, hizo un flaco servicio al sexo femenino, pues dejó a las mujeres sin posibilidad de participación en la vida de la Iglesia, excluyéndolas de todo tipo de actividad eclesiástica institucional.
De este modo, los deseos de vivir una vida de oración compartida comunitariamente, o de dedicar sus capacidades a labores de asistencia organizadas institucionalmente mediante el apoyo mutuo, tal como se viven en la Iglesia Católica, se vieron frustradas en su totalidad.
Quizás del sustrato de esa situación haya surgido la idea adoptada por parte de las comunidades protestante y anglicana de recurrir al sacerdocio femenino, para dar cauce al deseo de mujeres de esas confesiones religiosas de vivir una vida consagrada dentro de la estructura eclesiástica, a pesar de que ello ha supuesto romper con lo que marcan las Sagradas Escrituras y la Tradición de la Iglesia refrendada unánimemente por los Santos Padres que han abordado este tema.
4.- EDAD MEDIA Y TIEMPOS LUMINOSOS.
Aunque ya es un tópico asociar el concepto de Edad Media con unos supuestos “tiempos oscuros” del desarrollo de nuestra civilización, posiblemente nada hay más lejos de la verdad y son abundantes los tratados y textos eruditos sobre el desarrollo progresivo de la ciencia y las artes, tanto arquitectónicas, con la deslumbrante edificación de catedrales, como de la pintura o la literatura y la poesía expresada a través de cantigas, leyendas o cantares épicos sobre los héroes de ese tiempo, a los que habría que sumar el amor cortés expresado en los ideales de caballería, que configuran sagas heroicas de la época.
Para no extendernos sobre este tema sobre el que hay abundante literatura especializada, merece la pena volver a ahondar sobre lo que supuso la defensa de los valores de la dignidad femenina en esta época y quizás el contraste más aclaratorio sea ver la consideración que las mujeres recibieron a partir del siglo VII con la aparición del Islam.
a) La defensa del matrimonio monógamo dentro de la Iglesia.
Como punto de partida, no se suele ponderar adecuadamente lo que supuso la defensa del matrimonio monógamo e indisoluble en la civilización de inspiración cristiana, frente a la aceptación de la poligamia en el mundo musulmán o de otras culturas a lo largo de los siglos.
b) La poligamia en otros ámbitos y culturas.
Sin embargo, la poligamia ha sido y sigue siendo un punto de inflexión que ha supuesto una fuente de humillación -para no pocas mujeres- y que tuvo su máxima expresión en la instauración de harenes o serrallos como lugar de confinamiento de las mujeres, para uso y disfrute sexual del varón que regentaba dichos lugares, y para los que se contaba no sólo con la aquiescencia del pueblo, que colaboraba a ello, sino también con la degradante existencia de eunucos- como guardianes- encargados de mantener la reclusión de estas mujeres, esposas o concubinas del dueño del harén.
Según la Enciclopedia Iránica, la práctica de tomar grandes números de esposas o concubinas y mantenerlas en áreas apartadas solo empezó en Irán con las primeras conquistas de los medos.
Por ejemplo, Estrabón en su Geografía escribe que:
«La costumbre entre los medos de que los reyes tengan muchas esposas es más general, se encuentra también entre las tribus de las montañas, pero no se les permite tener menos de cinco. De igual manera, a las mujeres les parece honorable que los esposos tengan tantas esposas como puedan, y consideran que es un infortunio tener menos de cinco.«
(Harenes: https://es.wikipedia.org/wiki/Har%C3%A9n)
El objeto de estas prácticas era el de tener muchos hijos.
«Es necesario saber contextualizar, en una época en la que la práctica del infanticidio femenino estaba generaliza desde tiempos remotos, la población descendía por falta de fecundidad, para compensar la alta mortalidad, que por diversas causas propias de aquella época, estaba reduciendo la población y llevando a desaparecer algunas tribus. Luego el crecimiento de la natalidad era una necesidad de pura supervivencia, que a falta de una organización estatal entre las tribus del desierto, la religión permitió compensar como la forma de llevar a todos el mismo mensaje, priorizando la natalidad».
c) Las Mujeres durante el Emirato de Córdoba.
Una muestra, del afán de acaparar mujeres para usarlas como objeto de consumo sexual, aún se recuerda hoy en día en la conmemoración anual en León del Tributo de las Cien Doncellas que los habitantes del reino de Asturias y León se vieron obligados a aportar repetidamente al Emirato de Córdoba.
Parece constatado que en 788, los condes Arias y Oveco se rebelaron contra el rey Mauregato y lo mataron, como venganza de haber otorgado a los moros tal tributo a pesar de lo cual, Abderramán II posteriormente, se atrevió a exigir de nuevo esta humillante sumisión.
Asimismo, en la iglesia románica de Carrión de los Condes se encuentra un antiguo cuadro que representa la liberación del tributo[6].
Como contraste se podrían contar muchas más cosas sobre la situación de la mujer existente en varios países islámicos, que todos conocemos y que consideramos que no están ayudando a la dignificación de la mujer, dejaremos que el lector haga su propia reflexión.
d) La defensa de los Derechos de la Mujer dentro de la Iglesia.
Frente a esto, la civilización cristiana occidental de la Edad Media, supuso un muro de contención, no dejándose contagiar por esa visión tan restrictiva sobre los derechos de la mujer.
Estampa de mujeres en la Edad Media.
«También ante una alta mortalidad, la prioridad de hacer crecer la natalidad preservaba a la mujer de los duros trabajos de la época, priorizando su naturaleza gestante de la siguiente generación, así pudo salvarse de un contexto tras la caída del Imperio Romano de recesión demográfica, recuperándose lentamente el crecimiento de la población con la ayuda del mensaje de monasterios e iglesias y más tarde con la construcción de grandes catedrales en lo que hoy en día son grandes núcleos de población».
e) Testimonios de mujeres en la edad media:
De hecho, durante el amplio periodo de tiempo de la Edad Media hay múltiples testimonios de mujeres, que llevaron a sus esposos o familiares hacia el cristianismo, citándose como algunos ejemplos ilustres a Clotilde, esposa del rey Clodoveo de los francos, Euduvigis de Bohemia o Olga de Kiev, provocando incluso que pueblos enteros aceptasen el cristianismo a través del ejemplo de conversión de sus reyes.
Estas mujeres debieron encontrar en los ideales cristianos una fuente de liberación -no de opresión frente a la visión del paganismo- ya que en caso contrario es poco probable que hubieran actuado de este modo.
Simultáneamente, en esta época vemos que incluso ejércitos organizados fueron capaces de aceptar el liderazgo femenino en el campo de batalla, como ocurrió con Matilde de Inglaterra, Isabel, la loba de Francia, o Margarita de Anjou, sin poder olvidar el caso particular de Juana de Arco.
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Leonor de Aquitania.
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Pero quizás el mayor exponente de mujer respetada y valorada en su tiempo sea el de Leonor de Aquitania quien, no sólo participó en la segunda cruzada sino que fue una hábil diplomática tejiendo conspiraciones y alianzas entre los poderosos de su tiempo y que nos dice mucho sobre la consideración de la mujer en esa época.
f) Cambio de mentalidad sobre la mujer durante la Edad Media.
Asimismo, es significativo comprobar el progresivo, aunque lento, cambio de mentalidad respecto a la capacidad de la mujer para participar en tareas profesionales estimadas por su gran responsabilidad. De modo que, mientras en el siglo IV a.C. la mujer que quería ejercer la medicina, no parecía tener otra opción que disfrazarse de hombre, como fue el caso de Agnódice.
En el siglo XI, vemos que en plena Edad Media en Salerno, cerca de Nápoles, se funda la primera escuela médica laica a la que ya tenían acceso las mujeres. En ella, las estudiantes de medicina podían acceder a conocimientos médicos amplios, más allá de los relacionados con las tareas de las parturientas. De hecho, una de las figuras más relevantes de esta escuela fue una mujer, Trótula de Salerno, cuyos escritos sobre ginecología fueron referencia durante varios siglos.
g) Promoción de la mujer dentro de la Iglesia.
En el ámbito estrictamente eclesiástico, también es de destacar cómo se fue dotando a las mujeres de una cada vez mayor responsabilidad ya que, si bien en la primera época del monacato los conventos femeninos estaban puestos bajo la custodia y protección de monjes varones, progresivamente esos lazos fueron desapareciendo y se aceptó que religiosas, como la famosa Hildegarda de Bingen, lograran dirigir sus propias comunidades con completa autonomía.
h) Ejemplo del Monasterio de Santa María de la Real de las Huelgas.
El exponente máximo de esta aceptación quizás sea el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, en Burgos, ya que este monasterio cisterciense acumuló tales privilegios, autonomía y poder desde el siglo XII que sus abadesas gobernaban la vida monacal, pero también medio centenar de villas y sus tierras. Gracias a su propio fuero impartían justicia y controlaban impuestos.
En resumen: estaban por encima de la curia episcopal y sólo debían obediencia al Papa. Algo similar respecto al status femenino hubiera sido impensable en otras culturas de esa época.
Sería conveniente hacer referencia a la monja alemana Hroswitha o Roswitha de Gandersheim que vivió en el siglo entre 935 y 1002, quien por un viaje que realizó a Córdoba, durante el califato de Abderramán III, dijo de esta que era el ornamento del mundo.
5.- DE LUTERO A NUESTROS DÍAS.
a) La doctrina de la Iglesia.
Merece también destacarse que la doctrina de la Iglesia respecto al matrimonio ha sido constante, desde San Agustín presentando la unión conyugal como un sacramento por el que el propio acto conyugal, que puede ser considerado incluso meritorio y santificante, según afirma también Santo Tomás de Aquino.
b) El pensamiento del Protestantismo.
Sin embargo, el pensamiento de Martín Lutero al introducir la reforma protestante, que posteriormente degeneró en la ruptura más abrupta de la unidad de la Iglesia, introdujo un planteamiento equivocadamente puritano considerando a la mujer como una mera ocasión de pecado, aunque lo consideraba perdonable debido a la necesidad de procrear.
De hecho, son conocidos algunos de sus textos sobre este tema en los que afirma:
“las mujeres evidentemente no pueden servir más que para el matrimonio o para la prostitución” o también “Tan pronto como cualquier hombre sienta en sí la plenitud de los fueros del macho, tome una mujer y no tiente a Dios.
Para eso la doncella tiene su sexo de mujer; para que le suministre al hombre un remedio saludable para evitar el onanismo”.
Y lo que es menos conocido, con esos postulados llegó también a justificar que la poligamia no es opuesta a la Sagrada Escritura proponiendo al rey Enrique VIII que, dejando aparte problemas de conciencia, mantuviera una relación de bigamia con su legítima esposa y con su concubina, nombrándolas reinas a ambas simultáneamente[7].
Afortunadamente la influencia del pensamiento Luterano -respecto a la consideración de la mujer en el ámbito protestante- no fue aceptada por los reformadores posteriores.
Lutero con su familia.
c) La emancipación de la mujer hoy en día.
Actualmente, podríamos afirmar que, la emancipación de la mujer y el reconocimiento de sus derechos inherentes a su dignidad, han dado un paso de gigante en el siglo XX, aunque la Iglesia no formó parte activa del movimiento sufragista, que reclamaba el derecho al voto femenino, sí que podemos decir que las obras asistenciales impulsadas por la Iglesia Católica se han posicionado, incluso de forma muchas veces heroica, promoviendo el acceso de la mujer en países en vías de desarrollo a la educación y a actividades de formación profesional, que permitan su desarrollo autónomo y su revaloración en la sociedad.
d) La Mujer y la evangelización en África.
Son ejemplo de todo esto las misioneras, que dedican su vida a estas labores fomentando escuelas, hospitales y dando formación a mujeres, sin importar su procedencia étnica o religiosa.
Asimismo, es de destacar la evangelización y la inculturación de tribus africanas, como los temibles barabaig en Tanzania, llevándolos a abandonar la violencia a través de la presencia de religiosas, o el proyecto Harambee, que promueve en Kenia formación específica para mujeres.
e) Atención a la mujer prostituida.
En nuestras sociedades supuestamente civilizadas, una de las actividades más valientes y comprometidas es también la atención directa a las mujeres que han adoptado la prostitución como forma de vida, para las que no se ha ofrecido una alternativa a pesar de que deseen salir de su situación.
f) La Iglesia y la promoción de la dignidad de la mujer a lo largo de su historia.
De nuevo, las personas vinculadas a la Iglesia están ahí, en primera línea luchando por los derechos de la mujer, al igual que en la asistencia a mujeres, con embarazos en situación de vulnerabilidad, o que no desean abortar si se les dan las ayudas necesarias para llevar sus embarazos a término.
Conclusiones.
Como vemos, en todas estas ocasiones las palabras solas no bastan, como reflejaba Cervantes en la cultura de la época; «Obras son amores y no buenas razones«, luego por tanto son las obras, predicando sobre el ejemplo, como se ha actuado durante siglos, hechos que hoy en día son testimonios que nos muestran lo que ha sido el persistente compromiso de la Iglesia con la dignidad de la mujer.
[1] Perrudin F, Beaumont E, Allemand S.. Civilizaciones antiguas. Editions Fleurus., 2000. p 38-39.
[2] Hamman, Adalbert. La vida cotidiana de los primeros cristianos. Ed Palabra SA. Madrid, 1985. p 61-67.
[3] Op cit p 63
[4] Op cit p 63
[5] Diaconisas: Citado en https://www.religionenlibertad.com/blog/476988778/mujeres-sacerdotes.html?eti=7192#%23STAT_CONTROL_CODE_3_476988778%23%23
[6] El tributo de las 100 doncellas http://cosinasdeleon.com/el-tributo-de-las-cien-doncellas/
[7] Ravasi, Javier. Luterándonos. Vida y obra de un fraile alemán. Parresía Ediciones. Madrid, 2017. p 41-43.