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Este jueves, el presidente de Estados Unidos, Barack H. Obama, fue recibido en audiencia por el Santo Padre Francisco. En una «atmósfera de cordialidad», ambos líderes intercambiaron pareceres sobre «algunos temas concernientes a la actualidad internacional» y manifestaron «el deseo de que en las zonas de conflicto se respeten el derecho humanitario y el derecho internacional y se llegue a una solución negociada entre las partes interesadas».

En el contexto de las relaciones bilaterales y de la colaboración entre la Iglesia y el Estado se centraron en cuestiones de especial relevancia para la Iglesia en EE.UU., como el ejercicio de los derechos a la libertad religiosa, a la vida y a la objeción de conciencia, así como al tema de la reforma migratoria. Por último, se expresó el compromiso común en la eliminación de la trata de seres humanos en el mundo.

El presidente estadounidense fue recibido en audiencia por el Santo Padre Francisco y, sucesivamente, se encontró con Su Eminencia el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, a quien acompañaba Su Excelencia el arzobispo Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados. Acompañado por su séquito, el presidente Obama fue acogido en el patio de San Dámaso por el prefecto de la Casa pontificia, el arzobispo Gänswein. El Papa Francisco le dio la bienvenida en la sala del Tronetto del palacio apostólico. Seguidamente, en presencia de dos intérpretes, tuvo inicio el coloquio privado en la Biblioteca. Cuando, después de 50 minutos, las puertas se abrieron nuevamente, fueron presentados al Santo Padre los miembros de la delegación estadounidense, encabezada por el secretario de Estado John Kerry.

Por último tuvo lugar el tradicional intercambio de dones. El presidente Obama ofreció semillas de plantas provenientes de los jardines de la Casa Blanca, destinadas a las Villas pontificias de Castelgandolfo para celebrar su apertura al público. Estaban en una elegante caja azul, realizada con madera de la basílica santuario de la Asunción, cuya piedra fundamental fue colocada por el jesuita John Carroll, primer obispo católico del país. El Pontífice le regaló una copia de la Evangelii gaudium, una medalla que reproduce el proyecto original de Bernini para la columnata de San Pedro y un fundido de bronce, del maestro Veroi, titulado «Solidaridad y paz».

El servicio de comunicación de la Santa Sede aseguró que las conversaciones transcurrieron en una «atmósfera de cordialidad». El Vaticano añadió que «en el contexto de las relaciones bilaterales y de la colaboración entre la Iglesia y el Estado, se trataron cuestiones de relieve especial para la Iglesia en los Estados Unidos de América, como el ejercicio de los derechos a la libertad religiosa, a la vida y a la objeción de conciencia y también se habló de la reforma en materia de emigración. Por último, se expresó el compromiso común para la erradicación de la trata de seres humanos en el mundo».

(Fuente: L’Osservatore Romano)

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