Gracias a la generosidad de los socios y donantes de Enraizados, algunos jóvenes pudieron acudir a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró este verano en Cracovia. Uno de sus patronos fue el gran Papa polaco, San Juan Pablo II. Por eso, para celebrar este día, hemos pedido a alguno de los jóvenes que acudieron que nos cuenten sus testimonios. Aquí va uno de ellos:

(Durante el fin de semana vamos a ir publicando otros. ¡Estad atentos a nuestra página web!)

Dora: 

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(En la imagen Dora con la familia polaca que la acogió en su casa, a ella y a otra peregrina)

Mi nombre es Dora Guadalupe Díaz, vivo en la ciudad de Hermosillo, Sonora, México. Para mi es un gusto poder compartir con ustedes sobre mi experiencia en la pasada Jornada Mundial de la Juventud. Definitivamente los tiempos de Dios son perfectos y Él solamente sabe el día y la hora…

Para comenzar con este testimonio me remontaré a hablar de la JMJ pasada en Río de Janeiro, donde desconocía sobre esta gran reunión que fortalece la fe de todos los que acuden. En aquel año me encontraba realizando un intercambio estudiantil en la ciudad de Campinas, Sao Paulo, que se ubica a seis horas de la ciudad de Río de Janeiro. Mi sorpresa fue que más de medio avión que se dirigía al mismo país iban con un propósito diferente al mío, el de reunirse en el amor de Cristo como una sola Iglesia… Mi pregunta fue: ¿Qué los motiva a realizar esto, dejar su país por unos días? Con los meses fui conociendo a jóvenes que me contaron de su experiencia y fue en ese momento donde decidí que haría todo lo posible para poder acudir a la siguiente.

La verdad es que no fue nada fácil recaudar fondos para lograr este sueño, principalmente porque Polonia es un país muy lejano. Encontré en este caminar a otros jóvenes igual de locos y enamorados por Cristo que se volvieron una gran familia y con esa familia soñé y viví esta experiencia. Realizamos diferentes actividades para recaudar fondos. En un momento, había perdido la esperanza por no tener gran parte del dinero. Pero una persona me contó que había ganado una beca por medio de un grupo de Estados Unidos. En ese momento entré en internet y busqué becas para ir a la JMJ. Así encontré a la Asociación Enraizados. La verdad es que fue un regalo de Dios y sobre todo de María; yo lo bauticé como un regalo de la Inmaculada. Gracias a este apoyo económico pude completar para que esto se volviera realidad, no me queda más que agradecer y orar por ustedes.

En mi experiencia tuve la oportunidad de vivir la pre-jornada en el norte de Polonia, en la ciudad de Pruszcz, Gdanski, donde me recibió una familia polaca que a pesar de no hablar el mismo idioma, con un simple gesto de darte lo mejor podías ver como Cristo se manifestaba en ellos sirviéndote y compartiendo parte de su historia y cultura, pero sobretodo el amor fraterno pasando a ser parte de su familia por esa semana y, claro, el resto de la vida porque siempre quedarán esos lazos de amistad en la espera de un futuro encuentro. Pero esos lazos no fueron exclusivos de la familia Knopik, sino de todos aquellos que me regalaron una sonrisa, ofrecieron su amistad y compartieron esos días a mi lado.

Sin lugar a dudas Dios y su misericordia se hicieron presentes en cada momento, en cada persona y rincón de Polonia. Una de las experiencias que más me impactaron fue el estar esperando el tren que nos llevaría de Varsovia a Cracovia después de la pre-jornada, donde esa noche no dormimos y decidimos permanecer despiertos para orar, cantar y ensayar un baile que representaría nuestra cultura mexicana en la Jornada. En esa noche un joven de Varsovia en estado de ebriedad se acercó y decidió pasar un momento con nosotros, sin comprender lo que cantábamos y las letras de nuestras alabanzas. Él permanecía emocionado y al final, al despedirse, dijo que había pasado un momento agradable sanamente. Sin embargo no fue el único, más tarde llegó otro joven que simplemente nos dio una imagen con la Virgen patrona de Polonia y dijo: ustedes la van usar mejor que yo…no se olviden de orar por mí. Es ahí donde nos dimos cuenta del impacto que causa la Jornada Mundial, no sólo en los que van a vivirla, sino en los habitantes de la ciudad que recibe a los peregrinos, porque fuimos instrumentos de Dios. Además, por medio de esos dos jóvenes pudimos entender cómo estamos sedientos de esa misericordia de Dios en nuestras vidas y que nuestro propósito en esta vida es provenir del Padre y volver a Él donde se encuentra la felicidad plena y un camino para lograrlo es a través de la Misericordia.

Por otra parte, uno de los eventos centrales en las jornadas fue la presencia del Papa. La verdad es muy emocionante verlo e impactante como sus discursos nos llenan de esperanza. Entre sus mensajes, con las frases que me quedo son: el no tener miedo a soñar a lo grande, que no estoy sola (y ahí me di cuenta que no lo estaba, que había millones de jóvenes con la misma locura que yo) y el despertar de nuestra comodidad, salir de nuestro sofá y llevar a Cristo a nuestros hermanos.

Polonia, para mí y para el resto de mi grupo, representa una gran importancia por ser tierra de San Juan Pablo II, porque gracias a él nos conocimos en un curso de Teología del Cuerpo, que son catequesis escritas por este Santo. La Teología del Cuerpo ha cambiado nuestra vida dándonos un verdadero significado del amor y la sexualidad a través de la mirada de Dios. Así que caminar por las calles que alguna vez este Santo caminó y estar en lugares que fueron parte de su historia nos llenaba de emoción.

La experiencia fue inolvidable, una de las mejores cosas que he vivido, principalmente porque comprendí la verdadera riqueza de nuestra Iglesia: el ser Universal al ver a tantos jóvenes reunidos de diferentes países, culturas, lenguas; pero hablando un mismo lenguaje: el del amor. No existieron barreras para poder vivir esto: ni la lluvia, el sol, el hambre, el cansancio… detenían la alegría de la juventud y el alabar a Cristo… Eso me hace sentirme feliz por ser parte de una Iglesia viva.

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