Todo el mundo conoce las andanzas de los conquistadores, algunos sabrán de los descubrimientos de Hernando de Soto en el sur de los actuales Estados Unidos de América, pero poquísimos estarán al corriente que en un lejano 1539, una mujer era el gobernador y capitán general de la isla de Cuba.  Y no era un cargo fácil. La Habana era una ciudad con apenas 40 vecinos blancos, 120 indígenas naborías y 200 esclavos entre indígenas y negros africanos. Todo estaba por hacer.

El marido de Inés, Hernando de Soto, había partido en una expedición de exploración y conquista, en 1539, que le llevó a una caminata de más de 6.000 kilómetros por lo que hoy son diez estados norteamericanos. Nunca regresó de esa expedición. Murió a orillas del río Misisipi. Pero su mujer no se quedó de brazos cruzados y activamente empezó la construcción de la futura fortaleza de la Real Fuerza y reorganizó la administración de la isla de Cuba.

Cuenta la leyenda que todas las tardes, Inés subía al punto más alto del castillo para escudriñar el horizonte esperando la vuelta de su marido. El almirante Juan de Bitrián y Viamonte, quien gobernó Cuba entre 1630 y 1634, ordenó la fundición en bronce de una estatua en recuerdo de esta espera desesperada. Todavía se la conoce como “La Giraldilla” y puede disfrutarse de su belleza en el Museo de la Ciudad en La Habana. La estatua que existe en el castillo de la Real Fuerza es una copia.

Sirvan estas líneas como homenaje a las mujeres que desde el primer momento estuvieron presentes en la epopeya española del siglo XVI. Muchas acompañaban a sus maridos en las expediciones de exploración y no meramente como objetos pasivos, sino que normalmente toda la organización de la logística sanitaria y de manutención, recaía sobre su responsabilidad. Otras, como Inés, se quedaron en segunda línea, pero en ningún caso como meros figurones.

(Fuentes: Doce Linajes, Inés de Bobadilla wikipedia e Isabel de Bobadilla wikipedia)

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