El 26 de enero de 1564, la bula del pontífice Pío IV, Benedictus deus, daba carta de legitimidad a todos los decretos debatidos y resueltos en el Concilio de Trento. El Concilio de Trento, inaugurado en su primera sesión el 13 de diciembre de 1545, iba a prolongarse por veinte años y tres convocatorias sucesivas para dirimir las cuestiones dogmáticas más candentes de la época, tergiversadas por el empuje de la herejía protestante. Entre otras controversias se debatió con furor el papel de la tradición y los padres de la Iglesia en la interpretación de las Sagradas Escrituras, rechazado por los protestantes, que sólo admitían como dogma el Libro Sagrado, o el significado de la justificación del hombre por sus obras.

En el Concilio de Trento ninguna comisión defendió la Tradición eclesiástica con tanta fuerza como la española, ni tampoco se defendió la autoridad del Pontífice con mayor independencia. Los españoles dejaron aportaciones brillantes al debate, como haría el padre jesuita Diego Laínez en torno al tema de la justificación, argumentación que le llenó de prestigio y llegó a abrirle las puertas del Vaticano, posibilidad que él mismo cerró para centrarse en la Compañía de Jesús, a cuyo frente había sustituido a San Ignacio de Loyola. Inventó Laínez en su intervención una alegoría en la que el siervo (el hombre) se muestra incapaz de vencer a la fiera (el pecado), pero el príncipe (Cristo) le presta su espada (la gracia), con la que después de luchar con esfuerzo, consigue vencer a la fiera y salvarse.

No fue el único ni el más destacado de los oradores españoles. Junto a Laínez brillaron los jesuitas Alfonso Salmerón y Francisco Torres, lo hizo con luz propia el obispo de Guadix y de Segovia, Martín Pérez de Ayala, defensor invencible de las tradiciones eclesiásticas. Tuvo lugar destacado Antonio Agustín, el rey de los canonistas españoles, o los dominicos Bartolomé Carranza, que además de teólogo era un magistral orador, y Domingo de Soto, ferviente defensor del Canon de las Escrituras. Sin olvidarnos del obispo de Salamanca, don Pedro González de Mendoza, autor de unas curiosas memorias sobre el concilio, o de los franciscanos Alonso de Castro y Andrés Vega.

La brillantísima comisión de doctores españoles contribuyó a elevar el tono intelectual del debate, demostrando un conocimiento doctrinal sin fisuras y una exposición clara y moderna en defensa de la tradición eclesiástica, que dejaba muy alto el pabellón de la teología española.

(Fuente: Almanaque de la Historia de España)

También, el 26 de enero de:

  • 1266: Jaime I conquista Murcia y se la da a Alfonso X para Castilla.
  • 1500: Donde actualmente se encuentra la ciudad de Ponta Grossa, el navegante español Vicente Yáñez Pinzón llega a la costa del actual Brasil.
  • 1565: En Oceanía, Miguel López de Legazpi comienza la invasión de la isla de Guam.
  • 1695: Nace José Quer, botánico español que funda en Madrid un primitivo jardín botánico que luego será la base del Real Jardín Botánico del que Fernando VI le pondrá a cargo, en el que empezará la enseñanza de la ciencia de la botánica en España (Del blog «En cuerpo y alma» de Luis Antequera).
  • 1854: Nace Julio Cervera, militar e ingeniero español (fallece en 1927).
  • 1987: Los reyes Juan Carlos I y Sofía colocan la primera piedra de la Exposición Universal de Sevilla de 1992, en el recinto de la Isla de la Cartuja.

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