Habiendo cumplido LIII años en el Reyno el noble Rey Alfonso, llamó al Rey de Portugal su yerno para verse con él; y habiendo empezado su camino dirigido a Plasencia, última ciudad de su dominio, empezó a enfermar gravemente en cierta aldea de Arévalo que se llama Gutierre Muñoz, donde últimamente, agravado de una fiebre, terminó la vida y sepultó consigo la gloria de Castilla, habiéndose confesado antes con el arzobispo Rodrigo, y recibido el sumo Sacramento del Viático, asistiéndole Tello, obispo de Palencia, y Domingo, de Plasencia.

Así relata la muerte de Alfonso VIII el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, en su obra De rebus Hispaniae, acaecida tal día como hoy del año 1214. Atrás quedaron su esposa Leonor Plantagenet — hermana del popular «Juan sin Tierra» y «Ricardo, Corazón de León» —  y los diez hijos que engendró, las luchas intestinas con León, el Studium generale de Palencia, la fundación de Plasencia,  los tratados o treguas con los almohades y su dolorosa derrota en Alarcos, la cual abrió el valle del Tajo a los musulmanes, permitiéndoles asediar Madrid, Toledo y Guadalajara. Sin embargo, en ese montón de recuerdos también cabe referirse a su victoria en las Navas de Tolosa. Un descalabro del califa almohade Miramamolín, fruto del denodado esfuerzo de Alfonso y de su llamada de apoyo al Papa Inocencio III, quién, predicando una cruzada de la cristiandad contra el infiel, captó la presencia de las tropas de los reyes Sancho VII de Navarra y de Pedro II de Aragón, más las mesnadas castellanas, de los freires de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Temple y Hospital de San Juan, que con los caballeros ultramontanos venidos de Francia, formó un ejército de aproximadamente 185.000 caballeros, ballesteros, peones, según la Carta de Alfonso VIII, a los cuales Miramamolín oponía, según fuentes musulmanas, 600.000 hombres, aunque también se habla de una fuerza de 20.000 efectivos. Sea como sea, exageración o no lo uno y lo otro, lo cierto fue que la derrota de Miramamolín fue absoluta, abandonando en el campo de batalla un cuantioso botín, y, fundamentalmente, abriendo con su huida la puerta a nuevas reconquistas cristianas.

La batalla de las Navas de Tolosa, en la provincia de Jaén, propició que el nieto del victorioso Alfonso, Fernando III de Castilla, a principios del siglo XIII conquistase Córdoba, Jaén, Sevilla y a mediados de la centuria Arcos, Medina-Sidonia, Jerez y Cádiz. Aparte de ello, la leyenda fija que las cadenas del escudo de Navarra, incorporadas al cuartel inferior del escudo de España, provienen del éxito del Rey Sancho VII, al ser sus fuerzas las primeras en derrotar a los im-esebelen, tropa musulmana especialmente brava que se ataba con cadenas para demostrar su fortaleza y disposición a no abandonar la contienda.

Ajenos ya a todo ello, Alfonso VIII y su influyente esposa Leonor, fallecida a los veinticuatro días de la muerte de su marido,  yacen en el Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, en Burgos, que él mismo Rey había fundado.

Francisco Gilet.

Bibliografía.

Martínez Díez, Gonzalo (2007). Alfonso VIII, rey de Castilla y Toledo (1158-1214).

González González, Julio (1960). El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII.

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