El 9 de octubre de 1547 el llanto de un bebé rebotó en las bóvedas de la iglesia de Santa María la Mayor en Alcalá de Henares. El llanto no era producto de malestares ni dolores, solo enérgica protesta ante el torrente de agua que cubrió de improviso la cabeza del infante. El acto correspondía al bautizo de un ser humano al que se le puso como nombre Miguel. Su padre se llamaba Rodrigo de Cervantes, su madre Leonor Saavedra.
Todos sabemos que Miguel de Cervantes fue el autor de lo que se considera como el comienzo del realismo en las obras literaria, “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Fue el creador de la novela moderna en lengua castellana. Casi todo el mundo conoce que antes de dedicarse a la literatura fue soldado y participó en el batalla de Lepanto, donde fue herido en el pecho y en la mano izquierda. Puede que algunos conozcan que, regresando de Italia, fue capturado por piratas turcos y pasó cinco años cautivo en Argel.
Con todos estos datos, puede que a más de alguno se le pase por la cabeza visitar la iglesia donde fue bautizado nuestro escritor de fama universal. Si tal se decide y se encamina hacia la preciosa ciudad de Alcalá de Henares, se encontrará que de la iglesia de Santa María la Mayor solo queda la torre y parte de una capilla. ¿Qué fue del resto del edificio?
Aquí nos encontramos con otra faceta característica de la historia de España durante los últimos 200 años. La afición de pelearnos entre nosotros y la propensión a culpar a otros de nuestra situación que normalmente solo es consecuencia de nuestras propias acciones.
La iglesia de Santa María la Mayor, construida en 1454, era un edificio en buen estado hasta el día 21 de julio de 1936. La jornada anterior, la sublevación contra el gobierno republicano había ganado en la ciudad, pero los vencedores no tomaron medida alguna para mantener el control de la población. Al día siguiente, una columna mandada por el coronel Ildefonso Puigdengolas entró en la ciudad sin encontrar resistencia por parte de los sublevados. Puigdengolas tampoco puso en marcha ninguna acción para evitar lo que sucedió a continuación. Sus tropas, acompañadas por elementos exaltados de la localidad, se dedicaron durante todo el día a quemar edificios religiosos que no tenían nada que ver con la sublevación militar. Entre ellos se quemaron hasta los cimientos la iglesia donde había sido bautizado Cervantes. Otra muestra de la estupidez humana.
¿Qué fue del coronel Puigdengolas? Pues fue asesinado por sus propias fuerzas el 31 de octubre del mismo año en Parla, después de que disparara sobre el capitán de una compañía que se retiraba en desorden. El gobierno de la República camufló el hecho y anunció que había muerto en combate bajo fuego enemigo.
Manuel de Francisco
Hay un error en este artículo que no hace justicia a la figura del coronel republicano Ildefonso Puigdengolas Ponce de León. Tal como consta en el libro de Héctor Alonso «El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz» (Publicacions de la Universitat de Valencia, 2014) Puigdengolas pretendió evitar en todo momento muertes innecesarias y por eso procuró negociar la rendición de los nacionales, lo que le llevó a fuertes enfrentamientos con los anarquistas, que querían tomar la ciudad a sangre y fuego. Como militar de honor, protegió a los emisarios del comandante (nacional) Rojo Arana «de algunos que querían asesinarlos»; defendió la vida de los rendidos «incluso llegan al extremo de encararse pistola en mano con el gentío que amenazaba con asesinarlos» y hasta el mismo historiador Joaquín Arrarás -filo-nacional- reconoce que Puigdengolas tuvo que escoltar personalmente a los oficiales que fueron a pactar la rendición hasta dejarlos confinados en el edificio de la Cruz Roja de Alcalá a salvo de milicianos. Indica el libro antes citado que «pese a la actitud de defensa de las vidas de los rendidos, el coronel no pudo evitar que fueran asesinados los alféreces De Pablo y Jurado que se toparon con los milicianos en pleno saqueo y a los que una miliciana venida de Madrid disparó con una pistola».