mártir cisneros
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Como quizás sabrás, estamos realizando una campaña pidiendo que se dedique una calle a los mártires de la persecución religiosa del siglo XX en España en las localidades donde nacieron o murieron. Hace poco, enviamos una carta al Ayuntamiento de Cisneros para pedírselo.

Ellos ya tienen un homenaje al Beato Hilario de Santiago desde el mismo año que fue beatificado, en 2013, y nos han enviado una foto. Desde aquí queremos darles la enhorabuena por esta iniciativa y esperamos que cunda el ejemplo.

Hilario nació en 1912 en esta localidad palentina. Desde niño, vivió Hilario el profundo ambiente religioso de su familia. La familia era pobre. Cuando Hilario tenía poco más de cuatro años, murió su madre.

Un tío suyo sacerdote -D. Aurelio de Santiago- cultivó su espíritu, lo educó en la religión y en las buenas costumbres y lo orientó en su vocación. El 24 de septiembre de 1927 ingresó en el seminario marista -internacional y misionero- de Carrión de los Condes (Palencia); allí lo seguiría después su hermano Feliciano Emilio. Hilario tuvo que realizar un gran esfuerzo para convivir con otros jóvenes -de diferente mentalidad y de costumbres distintas, americanos en su mayoría- y para adaptarse al ritmo de los más estudiosos. El esfuerzo creció al trasladarse a Espira de l’Agly (Francia), para proseguir sus estudios y perfeccionar la lengua francesa.

El 5 de agosto de 1930 pasó al noviciado de Pontós (Gerona) y vistió el hábito marista el 2 de agosto de 1931, recibiendo el nombre de H. Ligorio Pedro. No llegó a emitir la profesión perpetua: la entrega de su vida por el martirio fue su definitiva consagración a Dios.

En agosto de 1932, inició sus estudios pedagógicos en Pontós, pero tuvo que interrumpirlos al ser llamado a filas. El 2 de octubre de ese año se incorporó a Zaragoza para cumplir el servicio militar obligatorio. El ambiente del cuartel le resultó muy desagradable y la mili, larga y dura. Sólo le quedaban dos oasis en los que refrescarse espiritualmente cada día: la acogida de la comunidad marista y el gozo de cobijarse en el santuario de la Virgen del Pilar. En la milicia, contrajo una grave enfermedad -el «mal de Pott»- de consecuencias decisivas para él.

Licenciado del servicio militar en noviembre de 1934, volvió a Pontós y continuó sus estudios. En abril de 1935, mientras esperaba su embarque para Méjico, fue enviado al Liceo Mayáns de Valencia, para que hiciera prácticas de enseñanza.

Pero su enfermedad se agravó hasta tal punto que, por consejo de los médicos, el 12 de mayo de 1936 fue enviado a la enfermería de Las Avellanas (Lérida). Allí lo sorprendió la guerra civil. El 3 de septiembre de 1936, junto a otros maristas, fue acribillado a balazos en el frontón del monasterio.

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