Estas palabras de Antonio Moreno en Cope reflejan una gran calidad humana y un alma muy unida a Dios. El 7 de noviembre de 1991, ETA decidió poner una bomba lapa en los bajos de su coche en Getxo. Simplemente porque era guardia civil. El objetivo era él, pero en cambio mató a su hijo Fabio, de tan solo tres años. «Tuve que sacar a mi hijo a trozos del coche», dice Antonio. Alexander, hermano gemelo de Fabio, sobrevivió.
Ahora, el etarra «Javi de Usánsalo», el que colocó el artefacto explosivo, está en la calle debido a la revisión de la doctrina Parot, que tanto mal está haciendo. Si se volviera a encontrar al asesino de su hijo por la calle, le preguntaría por qué su hijo y que tenía que ver el pequeño con la «libertad vasca».
Antonio Moreno, como todas las demás víctimas de ETA, nos dan un ejemplo de perdón. Ninguna ha pedido venganza. A pesar de que los últimos días tienen que ver cómo salen a la calle los asesinos de sus familiares. Sí a la doctrina Parot. Las víctimas de la banda terrorista, y la de todos aquellos asesinos que están saliendo a la calle, no se merecen este desprecio.