Esta es otra de las basílicas que procuro visitar siempre que voy a Roma: es una de las más bellas iglesias de la ciudad y se venera una imagen de Nuestra Señora de la Clemencia, que pasa por ser la pintura más antigua que se conserva de la Virgen; por otro lado, me encanta callejear por el barro del Trastevere. ¡Ah!, y también me gusta rememorar la tradición de la “Fons Olei”.

Cuenta la tradición que en el año 38 a. C., brotó en este lugar una fuente de aceite que recorrió el barrio durante todo un día, hasta desembocar en el Tíber. Este extraño afloramiento natural de una sustancia oleosa, posiblemente petróleo, fue interpretado posteriormente como una profecía del nacimiento de Cristo y una señal de que habría de expandir sus dones sobre la tierra con la suavidad y eficacia del aceite. En el lado derecho de la nave central, en el podio que eleva el presbiterio, se puede leer la inscripción “Fons Olei”, que señala el lugar donde brotó el aceite.

San Calixto Papa I (217 – 222) hizo edificar la primera iglesia en el lugar donde había brotado el aceite más de 200 años antes y aquí fue donde por primera vez se pudo celebrar abiertamente la Santa Misa en la ciudad de Roma, según la tradición.

En el siguiente siglo, el Papa San Julio I (337 – 352) decidió la construcción de la basílica que podemos visitar en la actualidad, aunque de aquella basílica paleocristiana tan solo podemos ver la planta con sus tres naves.

El Papa Inocencio II (1130 – 1143) emprendió una reconstrucción en profundidad en el año 1138, para lo cual se emplearon columnas y materiales extraídos de la antiguas termas de Caracalla.

Los tres Papas citados, San Calixto I, San Julio I e Inocencio II, están enterrados en Santa María in Trastevere.

La obra más valiosa de la basílica son los mosaicos del ábside, detrás del altar, que son una auténtica joya del arte medieval y constituyen una síntesis acabada de dicho arte en la Edad Media.

Justo debajo del friso que representa la procesión de los doce corderos -los apóstoles van hacia Cristo, el Cordero Místico-, está el friso realizado por Pietro Cavalini a finales del s. XIII. Hay representadas seis maravillosas escenas de la vida de la Virgen: desde la Natividad de la Virgen -a la izquierda- hasta la Dormición -a la derecha del friso-. En esta obra se observa como Pietro Cavalini, el más importante pintor medieval de Roma, apunta ya la llegada de una nueva corriente artística a Roma: el Renacimiento.

Otras muchas obras se pueden admirar en Santa Maria in Trastevere. Me limitaré a destacar el preciosísimo icono de la Madonna della Clemenza o  Theotokos, (del s. VI, para unos, y del s. VIII para otros) que se encuentra en La Capilla Altemps, al lado izquierdo del presbiterio.

Para terminar, unas palabras del Papa Benedicto XVI en una visita a la parroquia, el 27 de diciembre de 2009, para participar en el almuerzo anual para los pobres organizado por la Comunidad de San Egidio:

«Amar, servir, da la alegría del Señor, que dice: «Mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Que en este tiempo de especiales dificultades económicas, cada uno sea signo de esperanza y testigo de un mundo nuevo para quien, encerrado en su egoísmo y creyendo ingenuamente que podrá ser feliz por sí mismo, vive en la tristeza o en una alegría efímera que deja el corazón vacío.

(…) Invoco la protección de la Virgen de la Visitación, que nos enseña a ir «con prontitud» a socorrer a los hermanos en sus necesidades, y os bendigo a todos con afecto».

Julio Íñiguez Estremiana

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