Los días buenos. Los momentos inolvidables. Cuando uno está animado. Cuando no haces problema por las idioteces. Cuando vence el buen humor. Cuando bullen los proyectos, las ganas, las ilusiones. Cuando hay encuentro real con los otros. Hay épocas así.
En esos momentos merece la pena hacer acopio de fuerzas. Atesorarlos, sabiendo que la vida no siempre será así, pero disfrutando la oportunidad de contagiar alegría. Llenar la historia y el calendario de proyectos. Ambicionar mucho. Ser buena noticia con las propias palabras y acciones.
Luego están los días o las temporadas difíciles. Cuando algo falla. O cuando se apaga la chispa que antes iluminaba. Cuando algún problema te quita la paz y te desvela. Cuando alguien te falla. Cuando Dios calla. Cuando el presente o el futuro asustan. Cuando uno se siente más vulnerable, quizás más solo.
En esso momentos conviene no dejarse llevar por el desaliento. Confiar en uno mismo que otras veces ha salido de los baches; en Dios, que no abandona; en los otros, que están ahí. Apretar los puños, sonreír con coraje, rezar pidiendo fuerza, y seguir adelante. Que tras la noche vuelve el día.
¿Cuáles pueden ser, para mí, motivos de desaliento? ¿Soy capaz de lidiar con esos momentos de dificultad? ¿Sé pedir ayuda?