El amor se encarna en nombres, en historias, en rostros, en compromisos concretos.
No se puede amar a todo a la vez. Más bien hay que amar, en lo cotidiano, de diversas maneras. Amar es desear el bien del otro. Es querer que en su camino se imponga, bulliciosa, la vida, la alegría, el sentido.
El amor es ofrecerle lo mejor de uno mismo –porque el que da lo que tiene, mucho o poco, es el más generoso del mundo- El amor es amigo, es amante, es hermano, es hijo, es padre y madre, es maestro, es sanador.
No se puede mitificar el amor como que fuera solo una explosión de júbilo y dicha. El amor es también espera, y distancia. Es libertad. Es pregunta. Es la pobreza de no poseer. Es la necesidad de aprender. Es acierto unas veces, y error otras. El amor es bienestar y es desasosiego.
A veces te pone alas y otras te encadena. Uno va descubriendo lo que es el amor verdadero. Dios, en Jesús, es buen maestro. Ese aprendizaje es lo que, de verdad, nos puede hacer sabios.