Monasterio de Santa María la Real

Monasterio de Santa María la Real

Artículo escrito por Vicente Medina Prados

Monasterio de Santa María la Real

Reino de Nájera

Cuna de los reinos de Castilla, Navarra y Aragón

Fuente: santamarialareal.net

Nos remontamos a los años del nacimiento de los reinos que dieron forma al corazón de España.

Nos desplazamos a Nájera, ciudad de la actual Comunidad Autónoma de La Rioja, enclave estratégico en los primeros años de la Reconquista, ubicada entre los condados francos del este, las taifas moras del sur y el creciente reino de León al oeste.

Conquistada por berones (celtas), romanos y visigodos. A comienzos del siglo VIII los musulmanes le otorgaron el nombre de Náxara, en árabe: “lugar entre peñas”.

Sancho Garcés I, rey de Pamplona, la reconquistó en el siglo X y se la cedió a su hijo García Sánchez I, quien creó el reino de Nájera en el año 924.

Nájera se convirtió en punto clave del Camino de Santiago Francés en el siglo XI.

En un lugar tan próximo a la historia como a la leyenda se construyó, consagrado en 1052, el Monasterio de Santa María la Real.

“Cuenta la leyenda que, a comienzos del siglo XI el rey de Nájera, Don García Sánchez III, salió un día a cazar por las inmediaciones de su castillo. En busca de su halcón, se adentró en el bosque hasta dar a parar a una cueva, donde halló un altar con la Virgen y el Niño…En esa cueva se edificó el monasterio de Santa María La Real”.

Fuente: Monasterio Santa María la Real de Nájera

Fuente: harodigital.com

Con Sancho III el Mayor (1004 – 1035) el Reino de Nájera alcanza su mayor extensión, desde Cataluña a Cantabria, gran impulsor de la ciudad de Nájera celebró Cortes y otorgó el fuero de Nájera, origen de la legislación navarra y base del derecho nacional. Favoreció las peregrinaciones a Santiago de Compostela, estableciendo albergues y hospitales, y convirtiendo a la ciudad de Nájera en punto clave de la ruta jacobea del Camino de Santiago.

Tras la muerte de Sancho III reparte su imperio entre sus hijos García Sánchez III de Navarra (llamado el de Nájera), Fernando I primer rey de Castilla, Ramiro I de Aragón y Gonzalo Sánchez, convirtiéndose Nájera en cuna de los reinos de Navarra, Castilla y Aragón.

García el de Nájera extendió sus dominios por la Rioja Baja conquistando Calahorra a la taifa de Zaragoza, fundó el Monasterio de Santa María la Real como sede episcopal. También creó la orden de caballería de la Jarra o de la Terraza, la primera de los reinos cristianos peninsulares.

Murió en la batalla de Atapuerca (Burgos) luchando contra su hermano Fernando I de Castilla, en septiembre de 1054.

Fuente: Ayuntamiento de Nájera

Fuente: lariojasinbarreras.org

En 1067 se celebra en el monasterio el concilio en el que se acuerda la sustitución del rito mozárabe, liturgia hispánica, por el romano.

Tras la muerte de Alfonso I el Batallador rey de Aragón (1073 – 1134)

Nájera, Calahorra y otros lugares fronterizos fueron incorporados al reino de Castilla por Alfonso VI de León. Poniéndose fin al Reino de Nájera.

Fuente: espanafascinante.com

El monasterio actual, se compone de varias partes claramente diferenciadas:

    • La cueva de la virgen situada a los pies de la iglesia, donde apareció la imagen, excavada en la roca de la montaña.
    • A la entrada de la cueva y a ambos lados, en primer lugar, se encuentran los sarcófagos y estatuas orantes de los reyes fundadores, Don García Sánchez III y Doña Estefanía de Foix, que con otros sepulcros a cada lado forman el panteón real con las dinastías de los Abarca y los García Ramírez.
    • La iglesia, formada por tres naves principales separadas por diez columnas que soportan la cubierta abovedada con arcos de crucería, otra nave más corta en la parte trasera que llega hasta la entrada principal de la iglesia, donde se encuentra la tapa del sarcófago de Doña Blanca de Navarra y panteones de los infantes.
    • El coro, situado a otra altura y por encima del panteón Real. Es de sillería estilo gótico-florido elaborado por los hermanos Andrés y Nicolás Amutio en los años 1493 y 1485. En el Crucero y a ambos lados tiene dos tribunas de barandilla de piedra. Dos puertas dan salida al Claustro de los Caballeros y otra da acceso a la sacristía.
    • El retablo del altar es de estilo barroco, donde se encuentran las figuras de los reyes fundadores, de los santos benedictinos San Benito y Santa Escolástica, la jarra de azucenas, la lámpara y la campana, junto con la virgen hallada en la cueva, en la parte superior un calvario y el escudo del Emperador Carlos I de España y V de Alemania.
    • La torre, en el exterior es cuadrangular, terminada en cuatro pináculos de piedra, tiene cuatro campanas y un reloj.
    • Claustro de los Caballeros al que accedemos por la puerta plateresca, su planta es cuadrada, separado del patio por unos arcos de tracería de estilo gótico-plateresco, en un lado de su interior se halla la capilla y claustro de la Vera Cruz, en ambos claustros hay enterramientos de nobles y caballeros y en la capilla la reina de Portugal Doña Mencía López de Haro, sepulcros de Don Diego López de Haro y su segunda esposa, entre otros.
    • El resto del monasterio, lo componen una capilla en la que se celebran las misas diarias.

Fuente: Nájera en Red

 

#EspañaEnLaHistoria. Batalla de Lepanto. Antecedentes Históricos

#EspañaEnLaHistoria. Batalla de Lepanto. Antecedentes Históricos

Para entender Lepanto es importante verlo en un contexto más general, ya que lo habitual es que se nos cuente la Historia como ‘fogonazos’ que mas que aclarar nos genera mayor confusión.

Pero…

¡Empecemos!

¿Cómo se llegó a Lepanto?

¿Quiénes y por qué participaron?

 

Para responder debemos remontarnos en el pasado y hacer un breve barrido por algunos hechos históricos ‘olvidados’, aunque a todos ustedes les sorprenda debemos volvernos hasta la Reconquista de la Península Ibérica por los reinos cristianos y en especial a la derrota final del Reino Nazarí el 2 de enero de 1492, en ese momento se produce la retirada de gran parte de los moriscos a los reinos del norte de África del actual Marruecos y Argel, aunque en gran número permanecerían integrados dentro de los reinos cristianos.

Si hacemos caso a lo que se nos cuentan en la escuela aquí terminó todo, pero no fue ni mucho menos así, realmente lo que ocurrió es que en lugar de eliminarse de España el conflicto en realidad lo que se ocurrió es que se dividió en dos frentes durante todo el siglo XVI y principios del XVII al formarse dos, uno en el interior de los reinos españoles y otro en sus costas alimentado desde la costa norte africana.

Dentro de la península continuaron los conflictos que a continuación debemos recordar, como fueron  la Revuelta de las Alpujarras de 1501, la de los moriscos de Valencia de 1525 y la más importante que amenazó con extenderse tanto al Reino de Castilla como al de Aragón de 1568 comandada por Abén Humeya u Omeya (con el nombre cristiano Fernando de Córdoba y Válor) y Farax Aben Farax (de la tribu de los abencerrajes) que duraría hasta 1570 llegando a concentrar un ejército morisco de más de 20.000 soldados apoyados desde el norte de África por Argel, para sofocar este levantamiento dos de nuestros protagonistas, Felipe II y Don Juan de Austria, debieron poner toda ‘la carne en el asador’. Se dice que este levantamiento marco de forma importante al monarca.

Fuera de nuestra fronteras los conflicto tampoco iban a mejorar, los ataques berberiscos se extendían por las costas de la Corona Española tanto en la Península como en el resto de los reinos de la Corona en Italia pero afectando muy en especial tanto a la costas levantinas de España como a las plazas fuertes del norte de África, plazas que se defendían desde 1509 cuando, probablemente, Fernando El Católico alcanzó la mayor extensión de las posesiones españolas en el Mediterráneo.

 

Si damos un salto en el tiempo conviene recordar que a pesar de la histórica victoria de Lepanto del 7 de octubre de 1571 la presión de la piratería berberisca no finalizaría hasta el reinado de Carlos III con el Tratado de Aranjuez de 1780 firmado con el sultán Mohammed III de Marruecos y posteriormente con la paz alcanzada, gracias en gran medida al buen trabajo realizado por la continua presión del teniente general Antonio Barceló, con el Dey de Argel en 1785 a cuyo acuerdo de paz, posteriormente, se le uniría Túnez.

Con la paz alcanzada por fin, después de casi 300 años desde aquel lejano 1492, llegó el desarrollo económico y el crecimiento de la población a las costas del levante español.

 

¡Pero volvamos al siglo XVII!

Aunque el Levantamiento Morisco de las Alpujarras se desarrolló entre 1568 y 1570, su expulsión definitiva no se realizaría hasta el reinado de Felipe III debido a los cada vez más alarmantes rumores de negociaciones para un nuevo levantamiento morisco, en esta ocasión con el apoyo desde el exterior por parte del Rey de Francia.

 

Como lo que hay que contar todavía es extenso, mañana la segunda parte.

¡Les esperamos!

 

Vicente Medina

 

#EspañaEnLaHistoria. La tercera guerra civil castellana

#EspañaEnLaHistoria. La tercera guerra civil castellana

El 12 de diciembre de 1474, solamente tres meses después de la muerte del marqués de Villena, fallecía en Madrid el hermanastro de la Reina Isabel, Enrique IV. Desmadejado por su mala vida y su dejadez física y moral, ni tan siquiera fue amortajado por sus nobles más allegados sino que, con su ropaje cuasi mugriento, fue tan secretamente enterrado hasta que en 1946 un obrero descubrió su ataúd y el doctor Marañón pudo certificar que Enrique IV no era sino un hombre aquejado de una timidez enfermiza, en especial con las mujeres.

Según parece el rey falleció sin haber otorgado testamento y, por tal causa, no reconocido como su hija Juana, la sucesora legítima no podía ser otra que su hermanastra Isabel. Esta, aconsejada por sus nobles próximos, al día siguiente se proclamó Reina de Castilla en Segovia, firmándose a los pocos días el documento que guió todo el reinado de Isabel y Fernando, ejemplo de dignidad real y de visión de Estado, denominado «La concordia de Segovia».

Sin embargo, una vez más los nobles castellanos, con su ambición, se revolvieron contra tal nombramiento y, de nuevo, el marqués de Villena, hijo, con la asistencia en este caso del obispo Carrillo, lograron la compañía de Alfonso de Portugal al objeto de entronizar a Juana, la «hija de la Reina» en el trono de Castilla. Alfonso, tío de Juana, no fue, ciertamente, un hombre valeroso sino más bien un ambicioso que deseaba engrandecer su reino con la ayuda de los nobles castellanos y el apoyo de las tropas del Rey Luis XI de Francia. Sin embargo, el francés tenía otros problemas, aparte de ser derrotado en Fuenterrabía por Fernando que se aseguró la pacificación y posesión de Navarra.

La expedición portuguesa hizo algunos progresos alcanzando Plasencia, en donde se desposaron tío y sobrina, proclamándose Alfonso y Juana Reyes de Castilla. Internándose el Rey Alfonso en tierras castellanas no encontró el apoyo que suponía, si bien se apoderó de Toro, Zamora y algunas poblaciones cercanas al Duero. La falta de combatividad de Alfonso resultaba patente, aguardando la asistencia de los franceses que nunca llegó. En su espera en Arévalo, enterado de la proximidad del conde de Benavente, el rey portugués le atacó e hizo prisionero, sin embargo no progresó en su avance hacia Burgos, sino que se refugió en Zamora. Las tropas de Isabel conquistaron Trujillo y con ello gran parte de las posesiones del marqués de Villena. Alfonso retiró su ejército en Toro, ante la rebelión sufrida en Zamora, conquistada a continuación por el Rey Fernando. En un constante toma y daca, Alfonso intentó asediar a Fernando encerrándole en Zamora, sin embargo, el frío y las condiciones de intendencia de las tropas portuguesas le obligaron a regresar al abrigo de Toro. Perseguido por Fernando, a escasos kilómetros de la población, se produjo la batalla que, sin un claro vencedor, sí produjo el desaliento de Alfonso y el resquebrajamiento de la moral de la soldadesca portuguesa, que regresó a su tierra.

En el trascurso de 1476 los principales nobles que aun apoyaban a Juana, en particular los del linaje Pacheco-Girón, Juan Téllez Girón y su hermano Rodrigo, Luis de Portocarrero y el marqués de Villena, se fueron sometiendo a la Reina Isabel, la cual junto con su esposo Fernando consiguieron el reconocimiento de Francia como Reyes de Castilla y Aragón.

A principios de dicho año, tropas portuguesas comandadas por el obispo de Évora penetraron en Extremadura, promoviendo el alzamiento de algunos nobles extremeños, entre ellos la condesa de Medellín partidaria de Alfonso. Sin embargo, aquella aventura tuvo su final cerca de Mérida, en donde las tropas portuguesas sufrieron un gran revés, que les obligó a retirarse de nuevo a Portugal. Aquella lucha en favor de Juana también se aproximaba a su final. En la villa portuguesa de Alcáçovas se reunieron los representantes de ambos reinos y fijaron un Tratado que tomó el nombre de dicha población. Sin perjuicio de fijar la paz entre ambos bandos y de renuncias reciprocas a tronos portugués y castellano, puede considerarse un anticipo del de Tordesillas, si bien, en las llamadas «Tercerías de Moura», también afectó a Juana, la Beltraneja, la cual eligió el convento en lugar de esperar a casarse con el príncipe de Asturias, Juan de Castilla, si este lo decidía al alcanzar los catorce años. El convento, sin embargo, no fue su destino final sino el Castillo de San Jorge en la capital lisboeta. Allí falleció en 1530, no sin antes dejar en testamento sus derechos sucesorios a favor del rey Juan III de Portugal. Sus restos se hallan desaparecidos como consecuencia del terremoto que asoló Lisboa de 1755.

Con dichos documentos, ratificados en Lisboa y en Toledo, finalizó una guerra civil entre castellanos, convertida en una guerra internacional entre los Reyes de Castilla y Aragón y el Rey de Portugal, Alfonso V, y su hijo Juan, con la presencia activa e intermitente del Rey de Francia Luis XI.

Francisco Gilet

Fuentes: 

“Isabel La Católica”, Tarsicio de Azcona.

“Isabel, la Católica”, Manuel Fernández Alvarez.

 

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