Feb 17, 2018 | Actualidad

España 2018, ¿a la cárcel por opinar?
Fernando del Pino (Consejo asesor Civismo)
Expansión, 15 de febrero de 2018
En su clásica novela 1984, George Orwell describía una siniestra sociedad totalitaria del futuro apoyada en tres grandes estructuras burocráticas. Una de ellas era el Ministerio de la Verdad, encargado de falsificar los hechos históricos de modo que se ajustaran a la versión aprobada por el Gobierno. Bajo los lemas “Libertad es Esclavitud”, “la Ignorancia es la Fuerza” y “la Guerra es la Paz”, el Ministerio de la Verdad reescribía la historia y destruía con enormes incineradoras todos los documentos que pudieran poner en entredicho la verdad oficial.
Pues bien, por iniciativa del radicalizado Partido Socialista se va a debatir en nuestro país una extensión de la infame Ley de Memoria Histórica que, de ser aprobada, supondría la llegada a España del Ministerio de la Verdad. Disfrazada, como siempre, de intenciones en apariencia loables, la ley en realidad quiere imponer por la fuerza un relato único de la historia, una versión determinada de la Guerra Civil y de la historia de España desde 1936 hasta la aprobación de la Constitución de 1978. Para ello, propone crear una “Comisión de la Verdad” que fije la Verdad Oficial Obligatoria y modificar el Código Penal para incluir penas de hasta cuatro años de cárcel para las autoridades o funcionarios que votaran en contra o incumplieran las exigencias de la ley y para los ciudadanos (periodistas, profesores, catedráticos, historiadores, etc.…) que “enaltecieran o justificaran” el franquismo por cualquier medio de difusión, procediendo a la destrucción de los libros o documentos correspondientes (o sea, la quema de libros del s. XXI). Un prestigioso hispanista estadounidense ya ha manifestado su estupefacción porque sus libros, en su día prohibidos por el franquismo, previsiblemente sean ahora también censurados por la España supuestamente democrática.
La vulneración de derechos y libertades constitucionales que supone esta proposición de ley es interminable: ¿dónde queda la libertad ideológica (art. 16)? ¿Y la libertad de expresión, o sea, poder “expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio” (art.20)? ¿Y la libertad de cátedra y la libertad de enseñanza (art. 20 y 27)? ¿Y la libertad de asociación y derecho de fundación (art. 22 y 34), conculcadas en lo que parece un claro ejemplo de ley de caso único al proponer cerrar las fundaciones profranquistas? Esta proposición de ley no es sólo un atentado directo contra la Constitución, sino incluso contra la Carta de Derechos Humanos de la ONU, cuyo Comité de Derechos Humanos (OG nº 34, 2011) considera incompatibles con la libertad de opinión y de expresión “las leyes que penalizan la expresión de opiniones sobre hechos históricos”, puesto que “el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos no autoriza las prohibiciones penales de la expresión de opiniones erróneas o interpretaciones incorrectas de acontecimientos pasados”. Parece increíble que el partido que quiere crear un delito de opinión castigado con cárcel sea el mismo que hace treinta años gobernó España, con aciertos y errores, pero casi siempre dentro de la moderación y del sentido de Estado. ¿Ciudadanos también querrá crear delitos de opinión penados con cárcel? ¿Y el PP?
La ley también prevé una indemnización de 135.000 euros para los descendientes de quienes murieron “en defensa de las libertades” entre 1968 y 1978. La lista será necesariamente corta: según la investigación más detallada que he podido encontrar, un total de 12 personas murieron en ese período por enfrentamiento con las fuerzas del orden mientras participaban en manifestaciones y 4 más murieron en circunstancias sospechosas bajo custodia policial.
Respecto a la pena de muerte entonces vigente, entre 1952 y 1975 se produjeron en España un total de algo más de 70 ejecuciones (tómese como orden de magnitud, dada la escasez de fuentes primarias), todas ellas por delitos de sangre que nada tenían que ver con la causa de la libertad (asesinos comunes o terroristas). A efectos comparativos, en ese mismo período Francia ejecutó a 45 personas (la guillotina se utilizó hasta 1977), Reino Unido a 102 personas y EEUU a 906 personas. En España la pena de muerte se aboliría (afortunadamente) en 1978 y en Francia en 1981, tres años más tarde. Dada la sospechosa coincidencia del año de origen propuesto por el PSOE con el primer atentado mortal de ETA (1968), no sé si se beneficiarán de dicha indemnización, sobre todo, los descendientes de los terroristas de ETA, los Grapo y el Frap (todos grupos de ideología totalitaria marxistaleninista) juzgados y ajusticiados por los asesinatos a sangre fría de miembros de la Guardia Civil o de la Policía. Si para los socialistas de hoy estos asesinatos cometidos por terroristas de ideología totalitaria fueron una “defensa de las libertades”, conviene tomar nota.
No podemos continuar teniendo una visión maniquea de lo acontecido durante 40 años de nuestra historia. El Ministerio de la Verdad que pretenden instaurar los socialistas se saca de la chistera que la Guerra Civil fue una lucha entre un Ejército opresor y un pueblo que defendía sus libertades. Esto es un cínico cuento chino ajeno por completo a la historiografía. La Guerra Civil fue un enfrentamiento ideológico entre media España y la otra media; miembros del Ejército lucharon en ambos bandos, como lo hicieron miembros de una misma familia. Ya es hora de juzgar ese período (¡que comenzó hace casi un siglo!) de forma desapasionada, como cualquier período histórico, y de que sea objeto de debate libre y abierto entre historiadores y no de pugna ideológica entre políticos ni, mucho menos, de censura.
Violenta anarquía
La Segunda República fue un proceso que comenzó como un ideal ilusionante que degeneró en una violenta anarquía pre-revolucionaria permitida cuando no auspiciada por el Gobierno de izquierda del Frente Popular, donde no existían ni ley, ni orden ni justicia y en la que pocos partidos políticos defendían la libertad y la democracia (tampoco el PSOE de Prieto y Largo Caballero, que defenestraron al valiente de Julián Besteiro, moderado y demócrata encarcelado luego de forma indignante por el franquismo). Al comienzo de la guerra, ambos bandos cometieron atroces asesinatos masivos (50.000- 75.000 perpetrados por el Terror Rojo, incluyendo el genocidio católico, y una cifra similar por el bando nacional). Tras la guerra, la durísima y sistemática represión judicial de la dictadura condenó a muerte y ejecutó a más de 25.000 personas (sobre todo hasta 1945), unos por crímenes durante el Terror Rojo y otros muchos simplemente por pertenecer al bando perdedor. Sabemos que la historia siempre la escriben los ganadores de las guerras, pero también sabemos que las guerras no suelen ser nunca una lucha entre buenos y malos. La Guerra Civil no fue una excepción. Es cierto que se hizo justicia a los inocentes de un bando y no a los inocentes del otro, pero hubo inocentes y culpables en ambos bandos y todos tienen de qué avergonzarse.
Siempre he pensado que defender la libertad en la que tanto creo es, sobre todo, defender la libertad de los que opinan de forma distinta a mí para que puedan seguir haciéndolo. El gran éxito de la Transición no fue una Constitución mediocre, sino el esfuerzo de generosidad, magnanimidad, patriotismo y sentido de Estado de personas con ideas antagónicas, pero ante todo, españoles que vivían en una sociedad reconciliada que no quería reabrir heridas. La Transición cerró la puerta a los agitadores de masas porque quiso hacer realidad las esperanzadoras palabras del presidente Azaña: “Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones (…), que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caí- do magníficamente por una ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón”. Que tras 40 años de democracia hayan vuelto los desenterradores de cadáveres que agitan el odio y la mentira tan sólo por satisfacer su ambición personal de poder me revuelve el estómago. España no se merece esto.
Fuente: Think Tank Civismo
https://www.civismo.org/es/articulos-de-opinion/espana-2018-a-la-carcel-por-opinar
Feb 16, 2018 | Actualidad
31 enero
Tercios os invita a pasar un día rodeados de historia y Tercios.
El próximo 25 de febrero, domingo, nos desplazamos a Toledo para disfrutar de una jornada para conoceros a todos vosotros y poder acercar la infantería española de los siglos XVI y XVII a todo aquel que lo crea oportuno.
De este modo, os emplazamos a las 11:00 en la puerta del Museo del Ejército de Toledo donde realizaremos una visita gratuita por el museo haciendo hincapié en las obras referidas al mundo de los Tercios. Podremos descubrir las banderas que enarbolaron los alféreces de distintos tercios, nos fascinaremos ante las armaduras y armas del Siglo XVI y conoceremos aspectos cotidianos de aquellos hombres que entregaron todo por lo que creían justo.
Después, aprovechando el hambre, nos marcharemos a las 14:00 hacia el Tirador (Calle Real del Arrabal, 2). Allí podremos charlar sobre lo que somos, pero sobre todo lo que fuimos y todo ello acompañados de una cerveza de Flandes y buenos platos de comida, como aquellas que degustaba Carlos I.
Para finalizar esta maravillosa jornada nos marcharemos a eso de las 16:30 a la empresa tradicional artesana de espadas de Toledo (calle río mundo 55). Allí se hará una muestra de cómo se hacen espadas del Siglo XVI y XVII, cosa que nos permitirá comprender como eran aquellos hombres, además de tener el placer de observar como se ha conservado esta maestría en pleno siglo XXI. Así pues haremos entrega de la espada que sorteamos el pasado 31 de enero, junto a nuestros amigos espaderos de Toledo.
En efecto, 31 Enero Tercios no para. Y os invitamos a sumaros a todos nuestros actos en este día.
Para asistir envía un correo a 31enerotercios@gmail.com
https://31enerotercios.wordpress.com/2018/02/16/visita-a-toledo/
Feb 14, 2018 | Actualidad
De n
uevo nos encontramos con las galeras del Gran Duque de Osuna, que se labraron una buena fama a causa del combate naval del Cabo Celidonia, ocurrido apenas unos meses antes de la aventura que les traigo hoy:
El bombardeo de Constantinopla de 1616 por parte de una osada incursión de las galeras españolas a la guarida del lobo enemigo.
Repasando el historial de aquella armada del virrey de Nápoles y Sicilia, no dejo de asombrarme de lo osados que llegaron a ser aquellos hombres. Además, en los partes de los combates lo relatan como si aquello fuera algo rutinario o trivial. En cierto modo es normal, ya que los mandos y soldados españoles que iban a bordo de las galeras y galeones de la época eran por lo general gente muy curtida en los numerosos frentes que tenía el enorme imperio español. Desde luego, eran gente dura, vanidosos y, llegado el momento, capaces de lo mejor y también de crueldades de las que sólo se pueden achacar al embrutecimiento de la guerra y un cierto carácter pendenciero. Los típicos soldados que te encantaría tener por compañeros en una batalla y lejos si son tus enemigos.
En el mar la cosa no era muy distinta y Osuna tuvo que lidiar con más de un mando con fuerte personalidad. No hay que olvidar que esta marina del Duque de Osuna se nutría con personal de la Armada o el Ejército y que algunos de sus generales, como don Octavio de Aragón, el protagonista de esta historia, era también descendiente de un Grande de España y tenía sus propias maneras de hacer las cosas. Choque de personalidades.
…
El bombardeo de Constantinopla
Pero en los primeros tiempos, cuando servía a Osuna con diligencia y provecho, Octavio de Aragón demostró la clase de hombre que era: audaz y valiente como pocos.
Como decía anteriormente, después del celebrado combate de Celidonia, se echaba encima el otoño y lo normal era que las galeras pasaran el invierno en puerto, ya que los mares muy agitados hacían poco prácticas a tan livianas embarcaciones. Estamos en octubre de 1616.
Pero el Gran Duque de Osuna no quería tener a la gente ociosa y quería aprovechar el buen momento de su flota en el Mediterráneo. Así que mandó a Octavio de Aragón que fuese con nueve galeras a correr la costa turca. O lo que es lo mismo: a casa de su principal enemigo.
Las galeras españolas, disfrazadas de “turquesas”, se dirigieron hacia allí, pasando por Candía, Coron, Modon y Negroponte, llegando finalmente a Constantinopla, o Estambul como la llamaban los turcos.
El historiador Fernández Duro comenta al respecto:
…llegaron a los castillos de Constantinopla, cañoneándolos con mucho desenfado hasta recibir aviso amigo de haberse reunido 60 galeras turcas guardando las bocas.
El daño a los castillos no debió ser de importancia, pero tampoco buscaban un asalto o una invasión, sino el demostrar que podían hacerlo y que el poder del nuevo virrey de Nápoles podía llegar hasta allí.
Les habían mandado atacar a los turcos en su casa, pero se habían metido hasta la cocina. Estaban atrapados con una desventaja muy superior. ¿Y qué se hizo al respecto?
Octavio de Aragón se reunió en Consejo con los demás capitanes y acordaron embestir a media noche a treinta galeras turcas que se encontraban bloqueando la mayor de las bocas, la de la salida a los Dardanelos.
La noche ayudó ya que era muy oscura y con niebla y tardaron en descubrirlos, quedando muchas galeras enemigas sin tiempo de reacción. Las galeras españolas, con recio viento de popa, apagaron los fanales, excepto la galera capitana española, que mandó a las otras ocho que tomaran la vuelta de los Fornos mientras ella llevaba otro rumbo por algunas horas, con el fin de despistar al enemigo.
Huída de Estambul y apresamientos
Tras algunas horas haciendo de señuelo, con las galeras turcas a su popa, apagan las luces y arriban sin ser vistos, juntándose con el resto de la escuadra al medio día siguiente.
Los otomanos pensaron que se hallarían por Candía, hasta donde habían forzado remos, pero los españoles se hallaban en las crucetas de Alejandría, haciendo considerable daño en la costa.
Por allí se encontraron con diez caramurales gruesos y bien armados. No era prudente atacarlos en esas condiciones, pero Octavio de Aragón sabía lo que esperaba el Duque de Osuna y mandó ir a por ellos. Lo hicieron con tanta determinación que acabaron por apresarlas a todas.
Se encontraron con un botín digno de reyes: un millón y medio de ducados. Para que nos hagamos una idea de esto, refirió un soldado haberle tocado 1.500 escudos de parte en esta presa. Lo que era una pequeña fortuna para un simple soldado. ¿Qué le correspondería a los oficiales o al propio Octavio de Aragón?
Los turcos, como era de esperar, no se tomaron muy bien la ofensa, después, además, de lo ocurrido en Celidonia, por lo que, a falta de poder hacer algo similar, se contentaron con encarcelar a varios religiosos cristianos.
La escuadra de galeras regresó a su base napolitana sin pérdida de ninguna nave y cargados de riquezas.
Fuentes:
Todo a babor
Feb 4, 2018 | Actualidad

El próximo miércoles, 7 de febrero, nuestro amigo y colaborador Fernando Martínez Laínez presenta su nueva novela, Las Lanzas, a las 19:00 en el Instituto de Historia Militar en Madrid.
@31EneroTercios estará presente.
www.ejercito.mde.es/unidades/Madrid/ihycm/Noticias/2018/20180207-libro-senda-tercios-lanza.html
Ene 31, 2018 | Actualidad
La denom
inada Invasión española de Inglaterra de 1597 fue el intento de invasión anfibia de la isla de Britania por parte del Imperio español.
En 1585, el Tratado de Nonsuch había supuesto la entrada de Inglaterra en favor de los protestantes de las Provincias Unidas, rebeldes a Felipe II de España.
Esto supuso el inicio de una guerra contra España que duraría hasta 1604.
Tras el saqueo de Cádiz de 1596, el rey Felipe II tomó en consideración la defensa de la península y en vengar el ultraje enviando una armada para invadir Inglaterra en 1597, contando con la ventaja de tener puertos en la orilla francesa del Canal de la Mancha.
Fruto de la intervención de Felipe II en la guerra de religión de Francia en apoyo de la Liga Católica, Felipe II estableció guarniciones costeras como las de Blavet en 1590 y Calais en 1596, que tenían un valor estratégico añadido porque permitían amenazar a Inglaterra al ser bases para la flota.
Por su parte, Inglaterra también intervino en Francia, pero en apoyo del rey Enrique IV de Francia, por el tratado de Greenwich del año 1591…
Dos años después del Ataque de Carlos de Amésquita (1595), en 1597, mientras la flota inglesa, 20 barcos con 2000 hombres, buscaba a la flota de Indias en las islas terceiras, o si no las encontraba, para seguir hasta las Indias, cosa que intentó al no encontrar a la flota de Indias, en una tercera expedición contra la flota de Indias que acabó en fracaso.
Felipe II volvió a enviar una nueva flota de invasión contra Inglaterra, saliendo de Coruña bajo el mando de Juan del Águila, como maestre de campo general, y Martín de Padilla, como comandante de las tropas invasoras, con destino a Falmouth, punto de destino de la invasión, un poco más numerosa que su precursora de 1588.
Esta vez, partieron de Coruña y Ferrol 108 naves, más otras que se unirían y que salían desde otros puertos.
El recuento del Adelantado de Castilla del 1 de Octubre da como resultado: 136 navíos de 34.080 toneladas, 24 carabelas, 160 buques, 8.634 soldados, 4.000 marineros, 12.634 hombres, y 300 caballos.
Incluida en estas tropas estaba la escuadra de andalucía de 32 navíos, llevaba a dos tercios de infantería, el de Nápoles y el de Lombardía, éstos eran la élite de los tercios españoles, hombres que prácticamente no perdían batalla alguna, estando la flota bajo el Almirante Diego Brochero.
Junto con esta flota, iba otra a Bretaña en Francia con mil hombres, que estaba bajo dominio español (hasta el acuerdo de 1598, cuando Felipe II decide abdicar, y prepara un tratado de paz con Francia, en el que entrega Bretaña a Francia para cerrar frentes de guerra a su descendiente Felipe III.
El 17 de octubre de 1597, tras tres días de navegación en buen tiempo, llega la flota al Canal de la Mancha, tras avanzar hacia las costas inglesas sin encontrar oposición, donde se dio un fuerte temporal y se dio la orden de dispersar la flota, si bien en esta ocasión no se produjeron los catastróficos resultados de 1588.
Aun así, siete barcos llegaron a tierra en las proximidades de Falmouth, desembarcando a 400 soldados de élite que se atrincheraron esperando refuerzos para marchar sobre Londres.
Tras dos días de espera en los que las milicias inglesas no se atrevieron a hostigarlos, recibieron la órden de embarcar, pues la flota se había dispersado irremediablemente, regresando a España sin ningún contratiempo.
Tras la vuelta de la flota inglesa, que había partido hacía tiempo para tratar de capturar la flota de Indias española, fracasando una vez más, se abrió una investigación por haber dejado indefensa la costa inglesa y poniendo a la capital en serio peligro, y fueron numerosas las acusaciones de traición abriéndose un juicio contra algunos mandos acusados de estar a sueldo del rey de España…
La Guerra Anglo-Española (1585–1604) fue un conflicto entre los reinos de Inglaterra, gobernada por Isabel I de Inglaterra, y de España, donde reinaba Felipe II.
La guerra comenzó con victorias inglesas como la de Cádiz en 1587, y la pérdida de la Armada Invencible en 1588, pero diversas victorias españolas como la de la Contraarmada en 1589, así como la enorme mejora en la escolta de las flotas de Indias y la rápida recuperación de España ante las pérdidas, acabaron por debilitar definitivamente a Inglaterra y desembocaron en la firma de un tratado de paz favorable a España en Londres en 1604.
Fuentes: La Factoría Histórica