Ago 8, 2018 | Actualidad
Juan José Pérez Hernández es uno de los muchos héroes hispanos que pasó totalmente desapercibido en los libros de historia que hemos estudiado. Casi no se sabe nada de su vida ni de sus orígenes. Según parece nació en Palma de Mallorca, aunque rápidamente inició estudios en la Marina española. Fue durante 15 años piloto de la carrera de Acapulco / Filipinas. Debía ser un marino experimentado y eficaz, ya que el recorrido entre Filipinas y América, era de los viajes más arriesgados técnicamente y con gran responsabilidad económica, debido a que los navíos que realizaban la singladura iban cargados de riquezas de todo género. No se ponía al frente de semejante empresa a un cualquiera, el puesto de “piloto” quería decir que era el responsable de indicar en cada momento que dirección debía llevar la nave y calcular la posición de la misma. El que no se crea la dificultad de la tarea, que intente hacer los cálculos a mano y sin ayuda de un ordenador.
El caso es que en 1768 se le asignó destino el puerto de San Blas, en el actual Méjico. En aquella época dicho puerto era punto de coordinación para todas las expediciones que salían hacia el norte. En este contexto salió como capitán en 1769 del San Antonio en apoyo de la expedición de Gaspar de Portala. Su contribución fue vital para el establecimiento de las misiones que los franciscanos fueron creando en la actual California. El Rey Carlos III lo ascendió a alférez de fragata y el Virrey lo recompensó con 300 pesos de gratificación. Carlos III no era dadivoso y el virrey tampoco, lo que significa que los meritos eran más que suficientes.
En 1773, el Virrey Bucarelli, le encargó una nueva misión. Había que subir más al norte. Habían rumores de que comerciantes rusos se habían establecido en los confines de las tierras imperiales y aunque realmente se está hablando de tierras muy al norte de donde España tenía intereses económicos reales, el rey Carlos III no podía permitir que nadie pusiera en duda que el Océano Pacifico, ya no era “el Lago Español”.
Así pues, nuestro Juan Pérez, se embarcó en una fragata de 225 toneladas y 86 tripulantes, llamado Santiago, para investigar que estaba pasando al norte de California. Llegó hasta la actual frontera entre Canadá y Alaska. El mal tiempo y el escorbuto le obligaron a volver hacia el Sur pero nunca abandonó su misión de investigación y cartografía. El 8 de Agosto, avistó Nootka Sound (en la isla de Vancouver). Fue la primera vez que ojos europeas vieron estas tierras.
Perés escribió un relato del viaje titulado “Extracto del Diario de la Corbeta del rey nombrada Santiago, en su viaje desde el puerto de San Blas de California 1774 al reconocimiento de la costa hasta los 55 grados norte”.
¿Cuál fue el destino final de nuestro humilde héroe? Pues como muchos de nuestra larga saga de exploradores, no tenía bastante con las aventuras y descubrimientos que había realizado y se embarcó de nuevo en 1775 en una expedición de tres naves, esta vez como segundo. La expedición sufrió graves contratiempos e hizo también muchos descubrimientos, que no caben en esta reseña. Baste decir que, enfermó de escorbuto, como la mayoría de la tripulación, el 2 o el 3 de noviembre de 1775, Joan Josep Parés murió en alta mar como consecuencia de la enfermedad y allí mismo fue enterrado. O sea entregado al mar que tanto estimó.
a.- Juan José Pérez Hernández. Dirigió la expedición.
Carlos III, Rey de España. Financió la expedición.
b.- Juan Francisco Bodega y Cuadra, el peruano descubridor de Vancouver
Historia de la Isla de Vancouver
Descubrimiento de la Isla de Vancouver
Biografía de Juan José Pérez Hernández
Exploraciones del mallorquín Joan Perés Hernández
Jul 30, 2018 | Actualidad
La polémica acerca de la existencia o no de una Ilustración española, más el añadido de una escasamente articulada investigación posterior durante gran parte del siglo XX, ha atendido a razones más políticas que científicas, provocando un absurdo retraso en la confirmación de la existencia de una sólida Ilustración española surgida en los tiempos de Fernando VI y Carlos III, de alcance humanista y científico. En tal contexto cabe referirse a la expedición de los capitanes de fragata Alejandro Malaspina y José de Bustamante, conocida como Expedición Malaspina.
A finales de julio de 1789, dos corbetas, financiadas por el Rey de España, Carlos III, zarpan del puerto de Cádiz con rumbo al sur de América. Destino final: dar la vuelta al mundo. Objetivo de la expedición: 100% pacífico. Si. Han leído bien. El objetivo de la expedición no era la conquista de nuevas tierras, el descubrimiento de minas de oro, ni el establecimiento de nuevas poblaciones. Solo obtener información científica sobre el mundo conocido.
Dieciocho años antes, el Capitán Cook había vuelto de su viaje de exploración con datos precisos sobre Nueva Zelanda y Australia. En 1769, el explorador francés Boungainville había desaparecido en el Pacífico en el transcurso de una expedición científica. Era el nuevo espíritu que empujaba a los estados europeos a buscar en los confines de la ciencia, cuando antes se buscaba en los confines de la tierra. Carlos III era un amante de la tecnología y de la ciencia y no dudó mucho en dar apoyo a la empresa española.
Malaspina y Bustamente estaban bien informados sobre las anteriores exploraciones inglesas y francesas, y probablemente admiraban el arrojo de sus predecesores. De hecho, las dos embarcaciones que se utilizaron para el viaje fueron construidas expresamente para este compito, y sus nombres, Atrevida y Descubierta, no eran sino traducción de los nombres de las embarcaciones empleadas por Cook.
Especial cuidado se tuvo en la composición de la tripulación, en la cual había distintas especialidades como Juan Gutiérrez de la Concha, astrónomo: pintores y dibujantes, como el profesor de pintura José del Pozo, los pintores José Guío y Fernando Brambila, el dibujante y cronista Tomás de Suria: el botánico Luis Née; los naturalistas Antonio Pineda y Tadeo Haenke; y grandes marinos como Alcalá Galiano.
Originalmente se había previsto que la expedición diera la vuelta al mundo, pero durante la travesía estalló la guerra entre España y Francia, lo que desaconsejó volver por África. y se tomó el camino, mejor protegido contra ataques de la potencia enemiga, a través del mar de Hoces.
La documentación recogida fue ingente, pues no solo se obtuvieron datos científicos muy relevantes, sino que también se realizaron inspecciones de lo que estaba aconteciendo en las lejanas posesiones del imperio. El resultado fue un abultado informe que fue enviado al nuevo monarca Carlos IV (ya Carlos III había fallecido) con el nombre de “Viaje político-científico alrededor del mundo (1794)”. Entre los documentos presentados había un informe político confidencial, con observaciones críticas de carácter político acerca de las instituciones coloniales españolas. Las críticas eran bastante fuertes, y además se emitían comentarios favorables para la concesión de amplia autonomía a las provincias americanas y del Pacífico.
En paralelo, Malaspina entró en las intrigas políticas con la intención de desbancar a Godoy. Este, tendría muchos defectos pero mantenía un buen sistema policial y lo descubrió. El resultado fue que en noviembre de 1795 fuera acusado por Manuel Godoy de revolucionario y conspirador y condenado a diez años de prisión en el castillo de San Antón de La Coruña. Además, toda la documentación del viaje fue requisada y se prohibió su publicación, y esto sí que fue una verdadera catástrofe científica, ya que numerosos datos ciertamente importantes no vieron la luz hasta más de cien años mas tarde.
Triste final para un excelente marino, científico y organizador. No ocurrió lo mismo a su compañero de viaje, José de Bustamente, que siguió medrando en la administración hasta que murió en 1825, habiendo alcanzado el grado de Teniente General de la Armada Nacional.
A pesar de todo ello, los objetivos de Malaspina se cumplieron, superando con ello los logros de científicos ingleses o franceses. Aunque, todavía hoy, los viajes de Cook, de La Pérouse y de Bougainville, como menciona Fernández-Armesto, «siguen teniendo el papel predominante en el discurso y en la imaginación de los historiadores».
Sin embargo, ha habido una segunda expedición Malaspina (2010-2011), con la finalidad de estudiar el cambio global y la biodiversidad en el océano. Desde el mes de diciembre de 2010 hasta julio de 2011, más de 400 científicos a bordo de los buques de investigación oceanográfica Hespérides y Sarmiento de Gamboa participaron en la expedición que aunaba la investigación científica con la formación de jóvenes investigadores y el fomento de las ciencias marinas y la cultura científica en la sociedad. Un reconocimiento al legado de la expedición Malaspina.
Fuentes:
Biblioteca Virtual Defensa
Las Corbetas del Rey. El viaje alrededor del mundo de Alejandro Malaspina (1789-1794)
Duarte Quesada, Carlos M. La expedición de circunnavegación Malaspina.
Sagredo Baeza, Rafael; Gonzales Leiva, José Ignacio, La Expedición Malaspina en la Frontera Austral del Imperio Español, Ed. Universitaria, Santiago, Chile
«Malaspina 2010. Crónica de un viaje oceanográfico alrededor del mundo» de Santos Casado y Carlos Duarte.
(Manuel de Francisco y Francisco Gilet)
Jul 27, 2018 | Actualidad
Desde Enraizados, hemos escrito a Pablo Casado, nuevo presidente del PP, para felicitarle y pedirle que concrete sus compromisos en cuanto a vida, familia, libertad de educación y unidad de España. La podéis leer completa aquí:
Madrid, 25 de julio de 2018
Solemnidad de Santiago Apóstol,
evangelizador y Patrón de España
Estimado Señor Pablo Casado Blanco:
Permítame presentarme, mi nombre es José Castro Velarde y soy presidente de la Asociación Civil “Enraizados en Cristo y en la Sociedad”. Le escribo esta carta junto con Gracia María Pellicer de Juan y María Beatriz Pellicer de Juan, dos de las valiosas voluntarias de Enraizados.
En primer lugar, en nombre de todos los que formamos Enraizados, queremos hacerle llegar nuestra felicitación por su elección como nuevo Presidente del Partido Popular. Le encomendamos para que el Espíritu Santo le guíe en esta labor.
Nuestra asociación “Enraizados en Cristo y en la Sociedad” trabaja desde 2012 por la mejora del bien común nacional y mundial desde una perspectiva cristiana de la sociedad. Pensamos que es muy importante la fe para mejorar el mundo y por ello animamos a los católicos, a los creyentes y también a las personas de buena voluntad a la consecución, con la ayuda del Espíritu Santo, de este reto de hacer que el mundo se acerque a Cristo cada día más.
En España contamos con una base social de unos 50.000 suscriptores y muchos más a los que llegamos a través de los nuevos medios de comunicación.
Hemos seguido con interés su campaña y sus propuestas. Como voz católica en la vida pública que es nuestra asociación, y habiendo manifestado usted que quiere dar la batalla de las ideas, le agradeceríamos nos concretara las medidas que pondrá en marcha para llevar a cabo, en particular:
1.- El punto 7 de su decálogo “políticas de familia, natalidad y conciliación”.
Defender la vida, es defenderla sin condiciones, y la Ley Orgánica 2/2010 (ley del aborto) y el ante-proyecto de muerte digna (ley de la eutanasia) consagran el derecho a matar. ¿Qué piensa hacer al respecto?
En cuanto a las familias, es importante proteger tanto a las clases medias como a las familias numerosas, así como fomentar la natalidad y la conciliación laboral de padres y madres, ya que España se encamina hacia un suicidio demográfico. Creemos que la mejor forma de hacerlo es, por una parte, difundir el valor social de la maternidad y la paternidad como algo bueno, como algo valioso; valorar especialmente a las madres, y también a los padres, es el elemento clave. Por otra parte, un tratamiento fiscal justo (no ayudas sino justicia) sería suficiente; una asignación por hijo a cargo podía ser lo más justo.
2.- El punto 5 de su decálogo, “Educación: libertad de elección de centro”.
Debe hacer respetar el derecho-deber de los padres a educar a sus hijos, reconocido en la Constitución Española. Ello implica la libertad religiosa, la no imposición lingüística, y la ausencia de adoctrinamiento ideológico a través de la ideología de género y similares. La mejor forma de hacerlo, como entre otros defendió Friedman y se ha demostrado en educaciones como la finlandesa, es dar el poder a los padres: que sean éstos los que puedan decidir el colegio de sus hijos y la educación que quieren para ellos.
3.- El punto 1 de su decálogo es la unidad de España, “el rearmarse legalmente contra la ruptura de España”
Creemos que debe recuperar competencias que crean desigualdades y amenazan la soberanía nacional. Y no debe mantener leyes que enfrentan a los españoles, como la aún en vigor ley de Memoria Histórica 52/2007, de 26 de diciembre.
En caso de que quiera dialogar estos puntos, estaríamos muy agradecidos si nos concediera una reunión. Muchas gracias por su tiempo y su atención.
D. Pablo, creemos que es usted es consciente de que muchos se habían desconectado del Partido Popular, especialmente los jóvenes. Es usted una bocanada de aire puro. Desgraciadamente recibirá puñaladas y tentaciones de “realismo político”. Cuente con nuestra ayuda, humilde pero real, por la batalla del bien y de las ideas si de verdad está dispuesta a darla.
Le enviamos adjunto a esta carta el librito publicado por Enraizados “Despertar al Gigante Dormido”, una selección de textos de los Papas San Juan Pablo II Benedicto XVI sobre el compromiso de los laicos con el bien común que creemos que le pueden ayudar en esta nueva etapa. Reciba un cordial saludo de todos los socios y voluntarios de Enraizados y especialmente de nosotros tres, José, Gracia María y María Beatriz.
Jul 23, 2018 | Actualidad
Lucharon y murieron como leones. En un trágico 23 de julio de 1921, y al grito de «¡Viva España!», los 700 jinetes del Regimiento de Caballería Cazadores de Alcántara nº 14 cargaron una decena de veces contra los rifeños ubicados en los alrededores de Melilla con un único objetivo en la mente: proteger la retirada de los desafortunados compañeros que llegaban desde el aniquilado campamento de Annual. De no ser por su heroicidad, aquella cruenta jornada dos millares de combatientes rojigualdos habrían sido asesinados a sangre fría por los hombres del líder local Abd el-Krim. Sin embargo, estos castizos centauros se sacrificaron para proteger a sus compañeros de armas.
La tragedia del regimiento (un 90% de sus hombres se dejó la vida ese día) no sirvió al Alcántara para ganar la Laureada Colectiva de San Fernando. Aquel reconocimiento tuvo que esperar hasta 2012. Con todo, sí granjeó a sus integrantes la gloria que ofrece el saber que la columna del general Felipe Navarro (formada por unos 2.000 hombres) logró pasar el cauce del río Igan con cientos de heridos y arribar felizmente a lugar seguro. Y es que, para los rifeños era tristemente habitual dar buena cuenta de los prisioneros a base de cuchillo.
Todas aquellas cargas las llevaron a cabo, por si cabe alguna duda, sabedores de que lo que les esperaba era el otro mundo. No en vano, el teniente coronel Fernando Primo de Rivera (al frente del Alcántara durante el Desastre de Annual) espetó lo siguiente a sus hombres antes de que comenzara la lid: «¡Soldados! Ha llegado la hora del sacrificio, que cada cual cumpla con su deber. Si no lo hacéis, vuestras madres, vuestras novias, todas las mujeres españolas dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos». Y desde luego, no lo fueron.
La historia del Regimiento Alcántara salió a la luz el pasado 2012. El mismo año en el que, tras casi un siglo de espera, el Rey impuso la Laureada Colectiva a la unidad por la valentía que demostraron en el Rif (…).
Desastre anunciado
Entender las cargas del Alcántara requiere viajar en el tiempo hasta el verano de 1921. Por entonces la situación en el norte de África se atisbaba feliz para los españoles, pues el ejército (a las órdenes del general Manuel Fernández Silvestre) había logrado extender los dominios del país a base de espada y fusil. Sin embargo, la realidad es que la expansión no era más que un absurdo espejismo, pues se había llevado a cabo sin asentar las posiciones defensivas, sin crear líneas de suministro viables y -en definitiva- sin asegurar el territorio. Tan solo se habían edificado de forma salpicada pequeños fuertes llamados «blocaos» a lo largo del territorio.
Pero ni la mala planificación, ni el ingente número de tropas rifeñas detuvieron las ansias de un Silvestre ávido de pacificar la zona. El 7 de julio de 1921 el militar ordenó a uno de sus hombres de confianza, el comandante Julio Benítez, avanzar y conquistar la posición de Igueriben (una de las más avanzadas del frente). Para su desgracia, aquella operación colmó la paciencia de Abd el-Krim, quien logró aunar a las diferentes cabilas de la región bajo su bandera para dar el golpe de gracia a un ejército (el español) que se había internado demasiado en territorio enemigo.
Los hechos que vinieron a continuación son bien conocidos. Los rifeños (entre 8.000 y 10.000, antendiendo a las fuentes) atacaron a los escasos españoles de Igueriben. Los nuestros se aprestaron para la defensa, pero sabían que, si no recibían ayuda inmediata, estaban condenados a dejar este mundo. Desesperado, Benítez solicitó ayuda a Silvestre, y este respondió saliendo «con todo» (como el mismo afirmó) para socorrorle. Pero fue en vano. Entre el 21 y el 22 de julio, aquellos tigres cayeron combatiendo ante innumerables enemigos.
Una vez que acabaron con la avanzadilla, los hombres de Abd el-Krim (se cree que hasta 20.000, aunque las cifras reales se desconocen) cercaron el campamento de Silvestre, en Annual. Pintaban bastos para los de la rojigualda. No ya solamente por el escaso número de hombres en la zona (unos 4.000), sino porque apenas había artillería, la munición era escasa y la posición era una ratonera imposible de defender. Ante esta situación, el general español se tragó su valor y ordenó la retirada masiva hacia posiciones más propicias. A partir de ese momento se inició una huida en total desorden que permitió a los rifeños pasar a gumía a cientos de los hispanos.
La columna de Navarro
En medio de un caos coronado con la misteriosa muerte de Silvestre (parece ser que se suicidó al verse rodeado de enemigos), el general Felipe Navarro -segundo al mando- fue enviado con urgencia a Dar Drius (en las cercanías) para organizar parte de la retirada. El militar llegó a la zona el 22 de julio y formó una gigantesca columna de entre 2.000 y 3.000 supervivientes a la que ordenó iniciar camino inmediato hacia Melilla. «La columna de Navarro en retirada va muy escasa de artillería y han muerto por el fuego enemigo muchos mulos, algunos abatidos y otros despeñados en los barrancos del camino», explica Laínez en «Mientras la patria exista».
Una jornada después, el 23 de julio, el objetivo de Navarro era arribar como mínimo hasta la seguridad de Batel (a 19 kilómetros de Dar Drius) para, desde allí, continuar camino hacia Melilla. Pero para entonces el caos y el desconcierto ya habían cundido entre los soldados españoles. Por si fuera poco, la noticia del repliegue motivó a los rifeños a cargarse de balas y salir a hostigar a los heridos españoles. Con estos mimbres el desastre estaba garantizado. Y así ocurrió. La tragedia esperaba a la columna a la altura del cauce seco del río Igan, un lugar perfecto para tender una emboscada.
Nada más pisar las cercanías del río, la columna se vio obligada a enfrentarse a cientos de tiradores rifeños bien apostados. La situación era desesperada, así que Navarro ordenó al Regimiento Alcántara (al mando de Primo de Rivera) proteger la retirada a toda costa. No era una misión nueva para los jinetes, pues llevaban ya una jornada ayudando en las labores de repliegue a base de sable. «Ante la nueva situación, el general Navarro manda a Primo de Rivera salir con sus cinco escuadrones a proteger el camino entre Uestia y el Igan para despejar la carretera», añade Laínez en «Mientras la patria exista».
Así comenzó el Alcántara su jornada más aciaga…
(Fuente: ABC)
Jul 19, 2018 | Actualidad
Pierre-Antoine, conde Dupont de l’Étang, general de Napoleón, como buen francés, lograba que su vanidad fuese por delante de su gloria. Su participación en diferentes campañas militares y su éxito le fueron reconocidos por Napoleón, considerándole uno de sus mejores generales. Hasta que fue designado por el Emperador para conquistar Andalucía y liberar el ejército francés sitiado por los ingleses en Gibraltar. Sin embargo, menospreciando el valor de los españoles, no solamente no conquistó Cádiz, sino que, sus águilas imperiales saqueadoras de Córdoba, fueron aplastadas por el general Francisco Javier Castaños en Bailén, el 19 de julio de 1808, capitulando ante el ejército español y siendo capturados más de quince mil prisioneros. Dupont expió amargamente el primer desastre de las tropas del Emperador; culpado por Napoleón del cataclismo, execrado por su rendición incondicional, fue encarcelado a su llegada a Francia junto a otros generales vencidos y sus causas se sometieron al dictamen de una Comisión especial, nombrada al efecto. En virtud del dictamen de la Comisión, Dupont fue privado de todos sus grados, títulos y condecoraciones; borrado su nombre del anuario de la Legión de Honor, se le prohibió el uso del uniforme militar, el empleo de su título de conde, se le confiscaron todas sus pensiones y se le recluyó en prisión. Aunque esas penurias no fueron nada comparadas con las de sus más de nueve mil soldados derrotados y hechos prisioneros por el ejército español.
En el Mediterráneo, formando parte del archipiélago de las islas Baleares, se encuentra un pequeño islote de unos dieciséis kilómetros cuadrados llamado Cabrera, o isla de las Cabras. Cuenta la leyenda que el general cartaginés Aníbal Barca nació en uno de los islotes que la circundan: Conejera.
También se narraba que en la Edad Media existía en Cabrera un monasterio, clausurado porque sus monjes «… han sometido sus vidas a diversos crímenes, que manifiestan que, más que servir a Dios, luchan y lo decimos llorando, a favor del antiguo enemigo» (San Gregorio Magno, Epístola XIII, 47). Los posibles restos del cenobio fueron hallados en 2004. En la actualidad, el pequeño archipiélago, es parque natural protegido y prácticamente deshabitado, salvo por los contabilizados visitantes que precisan de permiso especial para acceder a su costa y mar, así como enclave favorito del rey emérito Juan Carlos. Sin embargo, a principios del siglo XIX, no fue precisamente un paraíso para los soldados franceses del engreído Dupont, muerto sin su ambicionado bastón de mariscal.
Después de una penosa travesía desde las costas andaluzas hasta la isla, llegaron a su desembarcadero escasamente nueve mil prisioneros, dejando atrás centenares de muertos por hambre o enfermedad. Unas abruptas costas y una lejanía de las otras islas convertían Cabrera en una Papillón ideal para mantener, casi sin vigilancia, ese islote convertido en jaula.
El repetido mal estado del mar impedía el suministro de víveres por semanas, incumpliendo su palabra los ingleses, guardianes de los franceses, de proveer cada cuatro días a los habitantes de la isla. Incluso, desesperados, intentaron los prisioneros asaltar la embarcación que trasportaba los suministros para apropiarse de ella y salir de su encarcelamiento. El fracaso trajo consigo el que durante cerca de tres meses ninguna barca se ofreciese para aprovisionar a los famélicos soldados franceses, los cuales, desesperados, enfermos, hambrientos, acudían a todo bicho viviente que recorriese las rocas y a la escasa vegetación de la isla. Los intentos de conseguir algún producto del mar no siempre resultabna ni exitosos ni suficiente. Las disputas entre ellos, las desavenencias y los ataques de locura provocaron actos de canibalismo y antropofagia.
Las esperanzas de intercambio con prisioneros españoles o ingleses se iban desvaneciendo con el trascurso del tiempo. En 1810, de cada cuatro prisioneros llegados, dos habían fallecido por alguna causa, mientras Francia aguardaba la llegada de un rey Borbón, libertador del general Dupont, castigado por capitular en Bailén y despreocupado completamente de sus hombres, famélicos, enfermos y enloquecidos en Cabrera. Será en 1814 cuando, derrotado definitivamente Napoleón en Waterloo, llegue la entronización de Luis XVIII, quién auspicia no solo la devolución de la libertad y honores al General Dupont, sino la liberación de los escasos prisioneros supervivientes del calvario soportado en Cabrera. Su entrada en París fue tan silenciosa como sonora la ignorancia por la cual trascurrieron sus casi cinco años de forzosa estancia en el actual paraíso. Quedaron atrás los criaderos de ratas, las semillas de coles, las hierbas venenosas, los calores ardientes y las tempestades impetuosas para los tres mil supervivientes que llegaron a su tierra con el san benito de ser todavía leales al derrotado Emperador y traidores al rey Borbón.
Seguramente, si hoy alguien pregunta en algún rincón de Francia qué sucedió en Cabrera, la respuesta no incluirá ninguna referencia a los miles de compatriotas que, abandonados por Dupont y su Emperador, dejaron sus huesos entre las escarpadas pendientes de la una isla mediterránea, rodeada de una maravillosa fauna marina en unas aguas cristalinas, trasparentes.
Francisco Gilet
Fuentes:
- Episodios Nacionales. B. P. Galdós.
- Bailén 1.808, el águila derrotada. Francisco Vela.
- Los franceses en Cabrera. Pellisier y Phelipieau (1990). Aucadena.