Te presento una nueva herramienta para conocer quiénes somos: “España en la Historia”

Te presento una nueva herramienta para conocer quiénes somos: “España en la Historia”

Hoy quiero presentarte un gran proyecto nacido desde Enraizados con el que estamos muy ilusionados: “España en la Historia”.

Enraizados desea estar presente en todos los avatares de la vida de España, recordando siempre nuestras raíces católicas y enorgulleciéndose de los surcos que sus hombres y mujeres han ido dejando a lo largo de la Historia.

“España en la Historia” recoge episodios, efemérides y personajes que han ido conformando nuestra Historia desde hace más de veinte siglos, como pueblo, como sociedad, como nación y como Estado.

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Esta web que te presentamos hoy en primicia es fruto del esfuerzo de un grupo de voluntarios que viven apasionados por los hitos históricos que nos han ido precediendo. Voluntarios que aportan una parte de su tiempo y un mucho de su entrega afectuosa a la historia de nuestra nación para irradiarla en forma amena a todo aquel que se aproxime a su contenido.

España en la Historia” arranca con la sana ambición de ampliar tanto aportaciones personales como colaboradores entusiastas de la idea que emerge de ella.

En alguna medida, no es sino un grito sincero que viene a expresar que España tiene hombres, mujeres, hechos y episodios de los cuales cabe sentirse orgullosos, y que, por tanto, merecen de una exposición especial y continuada, para que nunca caigan en el olvido.

Promovida por ese espíritu nace http://españaenlahistoria.org/, ofreciéndose a todos los suscriptores de Enraizados como una herramienta para el cumplimiento de los fines y objetivos fijados en sus Estatutos. Una oferta que no pretende ser sino ilustrativa de nuestra historia, al tiempo que pueda provocar en el lector una mayor curiosidad hacia el motivo de su lectura, la cual le induzca a profundizar en su contenido.

“España en la Historia” se presenta con el deseo de que la recibas con el mismo afecto con el cual está construida, junto con la ilusión de que pueda serte de utilidad y de interés durante muchos años.

Nota de prensa: Enraizados envía a Teresa Rodríguez el libro “Isabel la Cruzada” ante su falta de conocimiento sobre los Reyes Católicos

Nota de prensa: Enraizados envía a Teresa Rodríguez el libro “Isabel la Cruzada” ante su falta de conocimiento sobre los Reyes Católicos

La Asociación Enraizados, una voz católica en la vida pública, ha enviado este jueves a Teresa Rodríguez, líder de Podemos en Andalucía, el libro “Isabel la Cruzada” (W.T. Walsh) tras sus declaraciones sobre los Reyes Católicos, en las que mostró “que no sabe mucho sobre Isabel la Católica, uno de los personajes femeninos más importantes de la Historia de España y de la Historia universal”, ha declarado José Castro Velarde, presidente de Enraizados.

Teresa Rodríguez afirmó este miércoles en el Parlamento Andaluz, en la investidura como presidente de la región de Juan Manuel Moreno, que los Reyes Católicos “inauguraron una persecución del pueblo gitano, inventor del flamenco”. También declaró la líder de Podemos que “el Día de la Toma de Granada inauguró el fin de un renacimiento andaluz que fue un esplendor de ciencias, artes, de culturas; y que inauguró, recuperó y volvió a instaurar en Andalucía la Edad Media más oscura”.

“La leyenda negra en torno a la figura de Isabel Católica se sigue expandiendo con declaraciones como las de Teresa Rodríguez, que no buscan la verdad histórica, sino una interpretación ideológica de la misma”, afirma Castro Velarde.

Durante el Reinado de Isabel la Católica, nuestro país llegó a América, desarrollando conocimientos de cartografía y navegación hasta ese momento desconocidos, por lo que “el argumento de Teresa Rodríguez se desmonta por sí solo”, explica el presidente de Enraizados.

Además, “Isabel la Católica fue la primera que otorgó derechos a los indios, que fueron considerados ciudadanos de España en igualdad de condiciones que los residentes en la península. Según el decreto de 1500, ningún indio podía ser hecho esclavo. Determinó que los indios seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con anterioridad a la llegada de los españoles”, desarrolla José Castro Velarde.

 

Modelo de mujer, madre y política

También Isabel la Católica es un “modelo de mujer, madre y política. Isabel establece que no hay diferencia en cuanto a la capacidad de gobierno entre hombre y mujer, y así educa a sus hijas, y así procede ella misma también. Además, auspició que, en los viajes al Nuevo Mundo, se embarcaran también mujeres”, afirma Castro Velarde.

“Creemos que, con buena voluntad, Teresa Rodríguez puede cambiar de idea en lo que se refiere a Isabel la Católica. Y para que se informe le enviamos el libro Isabel la Cruzada. Seguro que puede aprender de la Reina Isabel, que fue, como ella, mujer, madre y política”, concluye el presidente de Enraizados.

#EspañaEnLaHistoria. El primer 1 de enero

#EspañaEnLaHistoria. El primer 1 de enero

Cuando se repasa la historia, con cierto bamboleo entre sus fechas, puede darse el caso de hallarse con acontecimientos por demás llamativos o cuando menos curiosos. Posiblemente, a los aragoneses el término
Segeda les recuerde un oppidum, es decir, una colina cuyas defensas naturales, por su altitud o por su especial ubicación, merecieron de un reforzamiento por parte de sus habitantes o conquistadores. Y este el caso de tal población, situada en las proximidades de Calatayud, entre la actual Mara y Belmonte de Gracián, en la provincia de Zaragoza. Sus habitantes eran los belos, un pueblo celtibero en la Hispania Citerior, por allá el siglo II a.C.

Tales guerreros, con su decisión de ampliar las murallas de la ciudad, provocaron que el Senado romano, en el año 154 a.C., considerase tal acción como un casus belli, con una trasgresión de los Pactos de Sempronio Graco. Se trataba, en el fondo, de agrupar a los poblados próximos a Segeda y ampararlos detrás de una muralla con un mayor perímetro. No se trataba de un acto de guerra; sin embargo, los senadores romanos vieron en aquel acto una ocasión para doblegar, definitivamente, a los celtiberos y los lusitanos, creadores éstos de expolios y perjuicios en las Hispania citerior. Así las cosas, el requerimiento a Segeda por parte de los senadores contenía una recriminación por el levantamiento de las murallas, una queja por el impago de los tributos y la exigencia de aportar hombres a las legiones romanas. Los belos fueron de los más exquisitos: los pactos prohibían construir nuevas ciudades o poblados pero no ampliar las actuales, el impuesto había sido derogado después de Graco y lo de aportar tropas, no estaba dentro de sus planes. No cabe duda de que la respuesta fue más propia de una alta política que de un general celtíbero. Mas lo cierto es que Roma mandó a la Hispania Citerior a Quinto Fulvio Nobilior con cerca de 30.000 hombres, topándose con las tropas celtibéricas de Segeda y de Numantia, siendo derrotada Roma en la proximidades de tal población, con cerca de 6.000 cadáveres romanos. Ello acontecía en 153 a.C.

Ante tal descalabro, el Senado adoptó una decisión especialísima. Hasta aquel entonces el Consulado se elegía en los famosos Idus de Marzo, al comienzo de las cosechas, lo cual cubría el último trimestre del año natural con una especie de desidia por parte de los cónsules que veían finalizar su período consular. Comenzando el año civil en las Kalendas de enero, desde que así lo estableció el rey Numa Pompilio a finales del siglo VIII a.C., el Senado adoptó la decisión de hacer coincidir la elección de los Cónsules con ese inicio del año, es decir, el 1º de enero. En tal forma lo relatan las Crónicas de Apiniano, junto con las Periochae de Tito Livio, con lo cual, aparte del hecho de ser los gobernadores de la Hispania de rango superior, o sea consular, los pretores y los cónsules, con tal adelanto electoral en el Campo de Marte tenían tiempo de ponerse al corriente de los asuntos y tomar las medidas que considerasen pertinentes para ponerse al frente de las legiones llegado el periodo de campaña militar, es decir, la primavera y el verano.

Conclusión de todo ello es que en 153 a.C., el año político implantado por el Senado romano se inició el 1 de enero, por vez primera, siendo culpable de tal decisión un pueblo, de nombre celtibérico Sekaida, del cual queda escasísimo rastro físico, pero brillantísima historia. Tanta que todo el mundo contabiliza su tiempo por una victoria de sus moradores, los belos, victoriosos junto con los numantinos, frente a las brillantes y triunfantes legiones romanas.

Ya con posterioridad, en el 46 a.C., el gran Julio César estableció el año solar de 365 días, más uno cada cuatro años en «bis sextus dies ante calendas Martii», o sea, seis días antes de las Kalendas de marzo. Confirmó, con la ayuda del matemático Sosígenes de Alejandría, el inicio del año el 1 de enero, ya que los romanos, supersticiosos, no deseaban un cambio cual deseaba Céesar, es decir, adelantarlo diez días. Pero no, los romanos exigieron que se mantuviese el primer plenilunio posterior al solsticio de invierno. Con lo cual, el primer mes pasó a llamarse «Ianuarius» y el «Quintilis», «Jiulius» en honor de César. El calendario Juliano perduró hasta finales del siglo XVI, con la llegada del Papa Gregorio XIII y los sabios consejos de científicos de la Universidad de Salamanca, hechos llegar al Vaticano en los años 1575 y 1578. Así, en 1582, España, Italia y Portugal adoptaron el año trópico, es decir, el periodo que tarda el sol en completar una vuelta, a partir del 1 de enero, o sea, 365 días, 5 horas, 48 minutos, 45 segundos.

Lo dicho, todo comenzó en Sekaida, Hispania citerior.

Francisco Gilet

 

Bibliografía:

Marqués, Néstor F. (2018). Un año en la antigua Roma : la vida cotidiana de los romanos a través de su calendario

¿En qué mes comenzaba el año en la Antigua Roma? • Antigua Roma al Día». Antigua Roma al Día,

La reforma del calendario gregoriano, por Wenceslao Segura González.

Apiano. Historia romana. Madrid: Editorial Gredos

#EspañaEnLaHistoria. La Gloriosa

#EspañaEnLaHistoria. La Gloriosa

Este es el nombre que se le dio a la revolución iniciada en septiembre de 1868 que condujo al país hacia la Primera República, la cual  perduró desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874, cuando con el pronunciamiento del general Martínez Campos comenzó  la restauración borbónica. Una república que se pactó en Ostende, Bélgica, y se inició con el pronunciamiento de la escuadra gaditana en su bahía. Cuando en la batalla de Alcolea (Córdoba) el general Serrano —el general bonito, como le llamaba Isabel II el tiempo en que era su amante—, derrotó a las fuerzas isabelinas, obligó a la Reina a tomar la decisión de exiliarse y salir hacia Francia. No sin antes dejarnos para el recuerdo una frase: «La gloria para los niños que mueren, el laurel para la pepitoria».

Con el  rastro de la renuncia de Amadeo de Saboya al trono, el 12 de febrero de 1873, Emilio Castelar pronunció en las Cortes un aclamado discurso: «Señores, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma; nadie trae la República, la traen todas las circunstancias, la trae una conjuración de la sociedad, de la naturaleza y de la Historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra Patria». Bellas y emotivas palabras, pero completamente huecas en su desarrollo histórico.

La Gloriosa alumbró una república que duró escasamente un año y que contempló a cuatro presidentes. El primero fue Figueras, quien, harto de crispaciones y radicalizaciones, abandonó la presidencia y marchó hacia París, no sin antes reunir a sus correligionarios y expresarle que estaba más que harto de todos ellos. Aunque no exactamente con esas palabras, sino con otras mucho más contundentes.

El siguiente fue Pi y Margall, del cual nos queda también un recuerdo: «Han sido tantas mis amarguras en el poder, que no puedo codiciarlo. He perdido en el gobierno mi tranquilidad, mi reposo, mis ilusiones, mi confianza en los hombres, que constituía el fondo de mi carácter. Por cada hombre agradecido, cien ingratos; por cada hombre desinteresado y patriótico, cientos que no buscaban en la política sino la satisfacción de sus apetitos. He recibido mal por bien».

La continuidad republicana vino de la mano de Nicolás Salmerón, esplendido orador, que nos dejó una lápida en el cementerio de Madrid, en la cual se puede leer: «Abandonó el poder por no firmar una sentencia de muerte». Sin duda alguna, gloriosa fue la causa que le llevó a dimitir de la presidencia de la República, para dar paso a otro gran orador, Emilio Castelar. Una presidencia perfectamente definida con otra frase memorable: «Para sostener esta forma de gobierno necesito mucha infantería, mucha caballería, mucha artillería, mucha Guardia civil y muchos carabineros».

La inestabilidad recorría todo el país, llegando incluso a tener su eco en la prensa francesa, en la cual se pudo leer: «Se va restableciendo la tranquilidad. Hoy no han sido asesinados más que tres generales y un obispo. En Sevilla, fueron apedreados unos extranjeros. Pi y Margall amenazó a Castelar con un revólver».

Mientras tanto, Isabel II, «la reina de los tristes destinos» como se la nombraba, vivía todos los acontecimientos en París, bajo el amparo de Napoleón III y de su esposa Eugenia de Montijo. Ella, en el parisino palacio de Castilla, y su esposo, Francisco de Asís de Borbón, en Épinay-sur-Seine. En 1870, abdicó a favor de su hijo, el futuro Alfonso XII, para contemplar su muerte en 1885,  la regencia de su nuera, María Cristina de Habsburgo-Lorena y el inicio del reinado personal de su nieto, Alfonso XIII. En 1904, falleció Su Majestad Católica Doña Isabel II, por la Gracia de Dios y por la Constitución de la monarquía española, reina de las Españas, en el palacio donde había vivido su exilio, para ser enterrada en el Monasterio de El Escorial, justo enfrente de su esposo. Una Reina sobre cuya historia algún día tendremos que detenernos para recordar de su reinado algo más que el Canal que lleva su nombre.

Francisco Gilet.

Bibliografía:

López-Cordón, María Victoria (1976). La revolución de 1868 y la I República.

José Luis Comellas, Isabel II. Una reina y un reinado, Ariel. Barcelona, 1999

#EspañaEnLaHistoria. 20 de diciembre de 1960. La Fundación Juan March compra el Cantar de Mio Cid

#EspañaEnLaHistoria. 20 de diciembre de 1960. La Fundación Juan March compra el Cantar de Mio Cid

El 20 de diciembre de 1960, la Fundación Juan March compró el códice del siglo XIV que contiene el texto más antiguo del Cantar de Mio Cid para cederlo posteriormente al Estado Español.

El Cantar de Mio Cid es una obra escrita alrededor del 1200 por un autor desconocido, del cual podemos asegurar que vivía en la comarca de Burgos y que además de poeta tenía profundos conocimientos jurídicos. La copia de la cual hacemos referencia, fue escrita en 1307 por Per Abbat, a partir del original que estaba fechado en 1207. Este documento sufrió diversos avatares y cambió de dueño muchas veces, pero siempre se conservó en suelo hispánico.

La obra está inscrita dentro del género de los “Cantares de Gesta”, muy populares en la Edad Media y sobretodo en Francia, donde se escribieron relatos como el famoso “Chanson de Roland”. Sin embargo en nuestro caso, hay algunas características que lo diferencian de los relatos que se escribieron al norte de los Pirineos. Una de ellas es la lengua en que se escribió, castellano antiguo muy homogéneo, cuando en la literatura francesa se advierte la pugna entre lengua de oïl, origen de la actual francesa, y el occitano. Otra característica es la casi ausencia de elementos fantásticos o prodigiosos.

El Cantar de Mio Cid describe, ajustándose a la realidad histórica, la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, un noble castellano que, partiendo de una posición social elevada, aunque siempre subordinada a un poder real superior, conseguir arrebatar a los musulmanes de Valencia el control de una zona del levante español y administrarlo con independencia de los diversas poderes cristianos que pugnaban por abrirse paso hacia el sur de la península.

Hacemos hincapié en la gran diferencia con las otras obras que se escribieron durante este periodo en Francia y España. Aquí, Rodrigo Díaz de Vivar es representado como un personaje auténtico, con sus defectos, sus fallos y sus virtudes. Casi no hay ninguna referencia milagrosa o fantástica y todas las descripciones se ajustan a la realidad histórica, con la única excepción del pasaje de los Condes de Carrión.

En resumen, un personaje recio, sobrio y con grandes dotes de organización, que enlaza con otro personaje mucho más cercano en el tiempo, Juan March Ordinas, que también partiendo de una posición elevada, supo utilizar su capital financiero para preservar nuestras tradiciones, cultura y obras de arte.

Manuel de Francisco

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