Mar 17, 2018 | Actualidad
Tras la anexión de Portugal al Imperio español, el Rey Felipe II encargó al granadino Álvaro de Bazán que integrara en la flota hispánica, enfocada más para la lucha mediterránea, las grandes carracas lusas que invernaban en el puerto de Lisboa.
Entre estas enormes embarcaciones se contaba un rocoso galeón nombrado San Mateo, de 600 toneladas, que fue apresado por el propio Bazán en los combates marítimos en Setúbal que precedieron a la toma de Lisboa.
En cuanto terminó de acondicionar la nueva flota atlántica, que los portugueses usaban en sus rutas comerciales, Bazán fue nombrado comandante de la campaña para recuperar el Archipielago de las Azores, que el Prior Antonio, pretendiente al trono, había rebelado contra Felipe II en su huida.
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La epopeya del San Mateo
Poco había escrito sobre la lucha entre grandes galeones cuando ambas escuadras se enfrentaron. Ni siquiera Bazán, héroe en Lepanto, conocía los pormenores de un tipo de combate donde la artillería se presumía protagonista.
Por si acaso, embarcó en sus barcos a otro de los protagonistas de Lepanto, al Tercio de Lope de Figueroa, a la espera de hacer valer la superioridad de su infantería llegado el caso de un abordaje masivo.
El 26 de julio de 1582, las dos flotas se toparon frente a frente. Tras una serie de maniobras por hacerse con el viento a favor, los españoles se prepararon para lanzar una ráfaga artillera. No en vano, el viento y las mareas beneficiaban a los franceses. Y la cosa todavía iba a complicarse más para los intereses hispanos.
El galeón San Mateo, al mando de Lope de Figueroa, y donde iban embarcados los mejores soldados de la flota, se adelantó al resto y se dirigió en solitario al corazón enemigo.
Han asegurado muchos historiadores que se trató de una audaz iniciativa a cargo del maestre de campo Lope de Figueroa; tantos como los que sostienen que fue un error de navegación.
El hecho de que Alonso, hermano de Bazán, fuera el capitán de este galeón armado con 32 piezas de artillería sugiere que todo pudo ser parte de un plan concebido antes del combate.
No lo creyó así Strozzi, que se lanzó al abordaje de la nave aislada con cinco naves de gran potencia bajo su mando directo. En ese momento pensó que iba a ser una presa fácil.
El ataque llegó desde babor por parte del Saint Jean Baptiste, de Strozzi, y por la otra banda por el Brissac, mientras otros tres barcos más se situaban por los extremos de proa y popa.
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A pesar de sufrir dos horas de abordaje francés y recibir más de 500 proyectiles, los 250 soldados castellanos del San Mateo, arcabuceros y piqueros, aguantaron las acometidas hasta el punto de que la principal preocupación del maestre Figueroa pasó a ser que sus hombres no abandonaran el galeón para lanzarse éllos al abordaje enemigo.
El maestre de campo se vio obligado a prohibirles, bajo pena de muerte, saltar a los barcos enemigos.
En el momento de mayor presión, el San Mateo fue atacado por cuatro bajeles directamente, entre ellos la Almiranta y la Capitana, mientras otros cuatro barcos se ocupaban, como si de perros guardianes se tratara, de cerrar el paso a un posible socorro.
Las dos horas de lucha desigual permitieron la llegada de los refuerzos y la batalla se situó en la posición que Strozzi había querido evitar: una maraña de barcos luchando cuerpo a cuerpo. Ahora sí, la victoria española quedaba servida. Ni siquiera hizo falta derramar mucha sangre: la flota enemiga se dispersó en mil direcciones en cuanto murió Strozzi y se perdieron los mejores barcos. Las bajas francesas rondaron los 2.000 muertos, siendo apresados o hundidos diez buques del tamaño del San Mateo.
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El barco de la Armada que vendió cara su piel
El 6 de agosto de 1588, la escuadra recaló en las proximidades de Calais con la intención de permanecer allí fondeada mientras su comandante escribía a Farnesio. Sin embargo, en la madrugada del 7 al 8 de agosto, la Armada española recibió el ataque de ocho brulotes (barcos incendiarios), que rompieron por primera vez el orden de la flota y, en un momento de pánico, algunos capitanes soltaran las cadenas de sus anclas para salir cuanto antes de Calais. Aquella salida desordenada derivó en un intercambio de fuego con los ingleses, que causaron averías de gravedad en barcos principales como el San Felipe, el San Mateo, el San Martín o el San Marcos.
En el legendario galeón estaba embarcado Don Diego Pimentel, maestre de campo del tercio de Sicilia, que en Lisboa reclutó a 277 hombres (repartidos entre las compañías de Ávalos, Pimentel y Francisco Marquez). El capitán del galeón, por su parte, era Don Juan Iñiguez Maldonado. Todos ellos se propusieron vender cara la piel del San Mateo.
La columna inglesa al mando de Drake, con los barcos más fuertes de la escuadra inglesa, castigaron a los españoles en su desordenada salida de Calais.
Hartos de la pasividad de la Armada, los galeones españoles con más mordiente, el San Mateo, el San Martín y el San Felipe, entre otros, cubrieron la retaguardia para dar tiempo al resto de barcos a marcharse de aquella ratonera.
Este movimiento heroico rescató al San Juan de Recalde, que más retrasado estaba a pleno cañonazo del enemigo.
Rodeado por el Ark Royal, el Golden Lion y el White bear, el San Mateo y el San Felipe combatieron contra al menos diez navíos durante varias horas.
Esa misma noche, el San Mateo y el San Felipe se echaron a la costa como animales heridos.
Diego Pimentel se negó a abandonar el barco a pesar de los graves daños cuando Medina-Sidonia envió un socorro para que se trasladara la tripulación del San Mateo. Al contrario, Pimentel rogó al capitán general que le mandase «algún piloto para poder seguir navegando y un buzo para estancar el casco de la nave», lo cual le negaron por ser «ya tarde y los mares muy grandes no pudieron llegar» a nave.
El San Mateo encalló entre Ostende y Sluis. Dos buques holandeses, ayudados de tres bajeles británicos, se apoderaron de él.
La resistencia numantina le costó la vida a la mayoría de sus tripulantes. Solo Diego Pimentel y un puñado de hombres sobrevivieron a esta resistencia suicida, quedando presos de los holandeses durante un tiempo en Amsterdam.
En total, el galeón recibió otros 350 impactos de cañón. La nave fue saqueada hasta sus raíces. Aunque solo fue posible aprovechar la artillería debido al estado calamitoso del barco, el holandés Pieter van der Does llevó a Leiden una gran flámula del San Mateo para exponerlo a modo de trofeo en la iglesia Pieterschurch, donde permaneció tres siglos.
Fuente: ABC Historia
http://www.abc.es/historia/abci-san-mateo-roca-flotante-imperio-espanol-combatio-ocho-galeones-franceses-solitario-201801080404_noticia.html
Mar 17, 2018 | Actualidad

La Gazeta de Madrid de 18 de marzo de 1813 informó escuetamente de la salida de José Bonaparte de la villa: “
El REI nuestro señor salió ayer de esta corte a recorrer las líneas de los exércitos”. No era la primera vez que se veía obligado a dejar la sede de la corte, pero sí sería la definitiva: lo había hecho el 1 de agosto de 1808, como consecuencia de la victoria del bando patriota de Bailén, cuando sólo llevaba 11 días en la ciudad; repuesto en el Palacio Real merced a la decisiva intervención de su hermano el Emperador, volvió a huir de Madrid el 11 de agosto de 1812, esta vez como consecuencia de la derrota napoleónica en Los Arapiles. Sin embargo, en el comienzo de la primavera de 1813 José Bonaparte dijo adiós a Madrid de manera definitiva e inició una marcha hacia el norte que le llevó primero a Valladolid y luego a la derrota irreversible de Vitoria, el 21 de junio del mismo año. Entonces dejó de ser, de facto, rey de España, aunque no abdicó hasta el 7 de enero de 1814, ya en tierras francesas.
La situación militar en la Península, en claro retroceso para los ejércitos napoleónicos, fue determinante para la salida de José I de Madrid. El emperador animó a su hermano mayor a abandonar Madrid y a trasladar su cuartel a Valladolid, para recuperar el control del norte peninsular. José Bonaparte se resistió a dejar Madrid porque sabía que su marcha de la corte supondría el ocaso de su reinado. Pero las esperanzas que tenía puestas en la ciudad se habían ya desvanecido hacía tiempo. Madrid había mostrado claramente su preferencia por el bando patriota cuando había sido conquistada por Wellington y los guerrilleros en el verano de 1812. La posterior recuperación de la ciudad por parte de José Bonaparte fue sólo un espejismo. La consecuente persecución, si bien no demasiado feroz, contra aquellos que habían colaborado con el bando patriota, había provocado incluso un aumento de su impopularidad, como diríamos hoy, entre los madrileños. José salío de Madrid el 17 de marzo de 1813 y seguramente sabía que no volvería jamás a pisar aquella ciudad.
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También, el 17 de marzo de:
- 45 a.C: Las tropas de Julio César se enfrentan a las de Pompeyo en la batalla de Munda, en Hispania, cerca de la actual Montilla (Córdoba), lo que significa el fin de la guerra civil en Roma con la victoria de Julio César.
- 1586: En Ecuador se funda la Universidad de San Fulgencio, séptima de las creadas por los españoles sólo en América. Al día de hoy San Fulgencio, hoy Universidad Central, sigue siendo la principal universidad ecuatoriana.
(Del blog «En cuerpo y alma» de Luis Antequera)
Mar 16, 2018 | Actualidad
(Del libro “Un día, una historia”, de Jaime Retena, promovido por la Fundación Villacisneros)
En 1711, el rey Felipe V aprobó el plan que le presentan para crear una Real Biblioteca de acceso público. Sus fondos estaban compuestos de materiales provenientes de las colecciones privadas de los monarcas de España y de las bibliotecas de los nobles que habían emigrado. En 1716 Felipe V resolvió que se debía entregar una copia de «todas las impresiones nuevas que se hicieran» a la Real Biblioteca de Madrid.
En 1836 la Biblioteca Real pasa a denominarse Biblioteca Nacional. Su rápido crecimiento y como sus necesidades sobrepasaban la capacidad de las sedes que hasta entonces había ocupado, en 1866 la reina Isabel II colocó la primera piedra de la nueva sede que sería acabada 30 años después.
La Biblioteca Nacional cuenta actualmente con unos fondos aproximados de 28 millones de ejemplares, entre ellos destacan la colección de manuscritos, que abarca obras desde el siglo IX, la de incunables o los xilográficos.
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También, el 16 de marzo de:
- 1478: Nace Francisco Pizarro, conquistador del Perú.
- 1521: Dentro de su periplo llamado a completar la primera circunnavegación de la tierra, el navegante portugués al servicio de la Corona española Fernando de Magallanes llega a la isla de Samar, en un archipiélago al que bautiza con el nombre de San Lázaro, hoy día Filipinas. Cuarenta días después, en un enfrentamiento con los indígenas, halla la muerte en la isla filipina de Mactán, tomando el mando de la expedición Juan Sebastián Elcano, que completa la circunnavegación que es la primera de la historia.
- 1895: En el Teatro de la Zarzuela de Madrid se estrena la ópera La Dolores, de Tomás Bretón, con libreto de José Feliú y Codina.
- 1907: Nace el marino y físico español José María Otero de Navascués, que realiza importantes estudios de óptica geométrica, física y fisiología, descubridor de la llamada miopía nocturna y padre de la energía nuclear en España, presidente de la Junta de Energía Nuclear hasta 1974, período durante el cual se crean el primer reactor y la primera central nuclear españoles.
(Fuente: Blog «En cuerpo y alma» de Luis Antequera)
Mar 15, 2018 | Actualidad
El 15 de marzo de 1493 Cristóbal Colón desembarcaba en el puerto onubense de Palos, de regreso de su gran aventura transoceánica. Quiere un gran recibimiento y ha enviado cartas al escribano real, Luis de Santángel, al tesorero aragonés, Gabriel Sánchez, y a los propios Reyes Católicos. Colón, que demuestra dotes de avezado publicista, quiere manejar los tiempos con inteligencia. Primero, que suene la noticia y se divulgue. Después, que su presencia la magnifique. Las cartas de Colón lograron una divulgación inusitada, llegando a considerarse el primer noticiario en castellano que recorría el mundo.
Colón debe atravesar la Península para reunirse con los Reyes en Barcelona. Les lleva oro y perlas, especias, aves exóticas y siete indígenas como prueba palpable de su descubrimiento. Los Reyes le recibieron con todos los honores y le mandaron sentar frente a ellos, dignidad reservada para muy contados invitados. Colón jugó bien sus bazas. Hiló un relato vibrante del descubrimiento, mostró sus papagayos de colores, dio a probar especias picantes y, como colofón, presentó a los aborígenes, de quienes dijo eran pacíficos y susceptibles de ser cristianizados, cuestión que prendió la atención de la Reina Católica.
El 20 de mayo le concedieron escudo de armas para que su noble linaje pudiera perpetuarse. A sus hijos Diego y Hernando les dieron asilo en la corte como pajes del infante don Juan, y en las procesiones que dieron festejo al descubrimiento Colón cabalgó junto a los Reyes. Al almirante le otorgaron grandes privilegios, o más bien le confirmaron aquellos que se firmaron en las Capitulaciones de Santa Fe y que seguramente entonces no pensaban cumplir. Fue nombrado virrey con plena jurisdicción en las Indias, siendo el cargo hereditario y extensible a todo nuevo descubrimiento. Tantas mercedes en tan poco tiempo crearon ciertas suspicacias en la corte y con el tiempo se volverían contra Colón, que siendo un excelente marino y un temerario aventurero, quizás no reunía las mejores capacidades para gobernar un nuevo reino. De momento, Castilla preparaba una gran flota para que su almirante surcase de nuevos las aguas del Nuevo Mundo.
(Fuente: Almanaque de la Historia de España)
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También, el 15 de marzo de:
- 1530: En Jalisco (México) el militar español Nuño de Guzmán conquista el cacicazgo de Ocotlán.
- 1858: Se inaugura oficialmente la línea ferroviaria Madrid-Alicante.
- 1999: Carlos Moyá se convierte en el primer español en alcanzar el puesto número uno de la ATP.
Mar 14, 2018 | Actualidad
(Del libro “Un día, una historia”, de Jaime Retena, promovido por la Fundación Villacisneros)
El Congreso Americano envía a dos de sus más importantes capitanes a Nueva Orleans a recoger la ayuda española, organizada por el alicantino Juan de Miralles (1713-1780), a la guerra de la independencia americana (1778).
Fue nombrado «embajador» en las Trece Colonias que se habían declarado en rebeldía contra el Imperio Británico aprovechando el dominio del inglés y sus enormes contactos realizados gracias a su actividad comercial. Organizó toda la ayuda que sería enviada a los rebeldes, sus canales de distribución, cantidades y la red de espionaje para controlar los movimientos británicos.
Entre él y George Washington se forjó una gran amistad. siendo alojado y recibido en numerosas ocasiones por el futuro primer presidente americano. La ayuda material enviada por España y de la propia fortuna de Miralles fue
inmensa, pero secreta. Sabemos entre otros muchos envíos, por ejemplo, que todos los uniformes rebeldes eran de procedencia española.
En plena guerra, una pulmonía acabaría con su vida en la propia casa de Washington, que hizo lo indecible por salvarle. Fue enterrado con honores militares, siendo el primer extranjero que los recibió en Estados Unidos.
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También, el 14 de marzo de:
- 1507: Fallece en Granada fray Hernando de Talavera, confidente y confesor de Isabel la Católica.
- 1519: Desembarca Cortés en el golfo de México.
- 1963: Nace Pedro Duque, ingeniero aeronáutico y astronauta.
- 1980: Fallece Félix Rodríguez de la Fuente, documentalista y ambientalista, nacido en 1928.