May 15, 2017 | Actualidad
A veces vamos por la vida prematuramente encorvados, encogidos por peso innecesario, vueltos hacia dentro. Nos abruma alguna que otra losa. Sepultados en vida, en la fosa de los temores, las indecisiones o las memorias hirientes. Víctimas de la tristeza, del prejuicio o de la inseguridad.
Dios es el que nos invita a dejar caer el peso muerto. A romper las cadenas que aprisionan. A remontar el vuelo. Dios es el que nos tiende la mano y nos libera de lápidas innecesarias. Es el que nos enseña a salvar obstáculos, a derribar los muros de la prisión interior. A plantarle cara a los temores y sacudirnos el yugo de lo innecesario. Y lo sorprendente es que a veces es más fácil de lo que parece. Solo hay que intentarlo, confiando en que no vamos solos.
Es mejor no dejar que nos domine el temor. El miedo que paraliza. El miedo al fracaso, al qué dirán, al juicio hiriente. El miedo a la soledad, a la tristeza, a la incomprensión. ¿Qué nos puede pasar? Con frecuencia lo que nos asusta son fantasmas que se desvanecen en cuanto les plantamos cara.
Así que quizás es más prudente aceptar que no tenemos todas las seguridades a mano, acoger la posibilidad de darse algún que otro golpe en la vida, y estar dispuestos a ello. Y, al final, salir a la intemperie. Arrostrar la tormenta. Correr algún riesgo. Para no encarcelarnos en la jaula de oro de lo seguro.
Somos quienes somos, y en buena medida construimos nuestra vida sobre lo vivido. La experiencia, los buenos y malos recuerdos, los aprendizajes que llevamos en la maleta… todo eso es importante. Pero el pasado puede convertirse en lastre, si quedamos presos de él.
Si nos domina la memoria de lo vivido, o de lo no vivido, para bien o para mal. Si no somos capaces de superar rencores o desaciertos. Si el amor de antaño nos impide amar hoy. Si el ayer ausente nos encadena. Contra todo eso, Dios nos invita a seguir viviendo hoy, y a mirar adelante, avanzando, impulsados por posibilidades, proyectos y sueños.
“… olvidando lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que hay por delante y corro hacia la meta, hacia el premio al cual me llama Dios desde arriba por medio del Mesías Jesús” (Flp 3, 13-14)
Prantxes Xabier de Echarri y Moltó
May 8, 2017 | Actualidad
Pero la verdad es que hay muchos tópicos sobre eso. Porque aunque hay algunas cuestiones pendientes, lo cierto es que el punto de partida de la mirada de la Iglesia a la vivencia de la sexualidad tiene que ver con propuestas, no con prohibiciones. Es proponer una manera de vivir la sexualidad.
Aquí van algunas claves, sin pretender agotar lo que envuelve la vivencia del sexo desde la fe.
El placer es bueno. No como un imperativo hedonista, es decir, no como el único criterio en la vida. Hay otros criterios igualmente importantes: el deber, la realización personal, la justicia… pero, dicho todo eso, el placer es importante. El disfrute de los sentidos.
Y se vive en muchas dimensiones de la vida: una buena comida, la contemplación de un paisaje, una descarga de adrenalina al vivir emociones intensas… y el placer asociado al sexo. Una manera de compartir, con alguien más, momentos de júbilo, de disfrute, de humor… sin mitificar tampoco la cosa.
Que en el roce haya encuentro, que las palabras, y las caricias, y los besos, y lo que venga, sean un puente que ayude a dos personas a encontrarse, a conocerse, a romper barreras e ir conociéndose cada vez más. De una forma diferente. Dejando que otro entre en ese ámbito íntimo, en el que tan necesaria es la confianza, donde uno puede mostrarse más desnudo y vulnerable. Si las relaciones no ayudan a esto les falta algo muy importante.
Y por eso es una historia personal, única y distinta en cada relación. Es importante el placer, la sensualidad, el deseo… pero no lo es todo. La vivencia de lo sexual puede ser una forma de comunicación. O puede no serlo. El reto, la buena noticia, es que lo sea.
¿Cabe el sexo sin amor? Seguro que sí, para muchas personas. Pero la propuesta desde la fe es vincularlo. Es entender la vivencia de lo sexual asociado al amor. Frente a lo instantáneo, apostar por lo que construye historias. Lo que es capaz de vivir, con júbilo, los momentos de alegría, pero también de compartir y afrontar las tormentas. Un amor que busca crecer, cambiar, madurar. Pero un amor que necesita y pide delicadeza, gozo, ternura.
La propuesta, desde la fe, es vincular la expresión de lo sexual a esa búsqueda tan humana, tan universal y tan honda… la búsqueda de amor: tener esa persona que te quiere y a quien quieres, y vivirlo como una alianza, una promesa, un compromiso. El amor que aprendemos en Dios.
“Habla mi amado, y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí»” (Ct 2,10)
Prantxes Xabier de Echarri y Moltó
May 1, 2017 | Actualidad
¿Hay palabras que se gastan de tanto usarlas? ¿Hay afirmaciones que, a fuerza de repetirlas, pierden su fuerza? ¿Cuánto vale un “te quiero” dicho sin alma? ¿De qué sirve pronunciar un nombre, si olvidas a la persona que hay detrás? Decía aquel mandamiento “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Es una idea sorprendente. Tomar un nombre en vano. Decir con los labios lo que la vida no dice. Pronunciar sin sonrojo palabras que habría que decir de puntillas, como compasión, justicia, pobres o amor. Es bonito pensar en el poder de las palabras, o en nuestro poder –y responsabilidad- al pronunciarlas.
No viene mal un poco de quietud. El silencio no es, sin más, el espacio donde hay ausencia de ruido. No es un ámbito de vacío o de aislamiento. En el silencio es donde aprendemos a escuchar de otra manera. Sería el mejor preámbulo de las palabras. Para saber lo que uno va a decir. Pensarlo bien. Rezar sobre la vida. En el silencio podemos descubrir muchas cosas de nosotros mismos. Y podemos aprender a escuchar a Dios. Y a entender al mundo. Y a acoger Su palabra de forma que nos suene como algo nuevo, y no como la vieja cantinela a la que casi no le prestamos atención.
Ahí está el poder de las palabras. Poder para perfilar, para poner límites, para DESCRIBIR. Poder para configurar la REALIDAD. Poder para herir. O para enamorar. Para seducir, y convencer, y disculpar. Ser una persona “de palabra” quiere decir ser de fiar. Tanto poder tienen nuestros versos, nuestros verbos, nuestras promesas o nuestras negativas… que es necesario pensar en ellas. Frente a la cháchara, SOBRIEDAD. Frente a la mentira, SINCERIDAD. Frente al cacareo, SERENIDAD. Para hacer, de nuestros días, POESÍA.
Prantxes Xabier de Echarri y Moltó
Abr 24, 2017 | Actualidad
Ven, Señor.
Sigue viniendo.
No te canses de venir, en espíritu, en palabra, en verdad y vida.
Ven a este mundo que hambrea sentido y de esperanza.
Ven a habitar cada horizonte.
Ven a sacudir las inercias, a avivar los amores apagados, a calentar los hogares fríos, ven.
Ven, de nuevo niño, a mostrarnos esa fragilidad poderosa del Dios pequeño.
Sigue viniendo, contra viento y marea, contra escepticismos y rutinas, contra dudas y atrofias.
Te necesitamos, Señor.
NECESITAMOS EL AMOR, así, con mayúsculas, que Tú nos das. Necesitamos redescubrirte, en espacios que a veces parecen vacíos. Por eso te llamamos, en voz baja o gritando. Cada uno con nuestro acento, suben hasta ti las voces del niño con sus primeras preguntas, del joven con sus primeras angustias, del adulto con inquietudes que van echando raíz, del anciano, que vuelve a ser un poco niño, pero más sabio.
Te llamamos, a veces con desesperación, y otras con euforia. Desde la soledad o desde la plenitud que aún aspira a más.
¡VEN!
¡Ven, Señor! A nuestra vida, a nuestro hoy. ¡Ven!
Cuando llegas todo cambia. Llenas los vacíos. Tranquilizas al espíritu inquieto. Nos levantas si es que andamos caídos, y quizás nos bajas los humos cuando vivimos de espaldas a ti como si fuéramos dioses. De golpe una palabra, o una parábola, o una imagen, se convierte en grito vivo para nosotros. No siempre es fácil hacerte sitio, y lo sabes, en medio de nuestras vidas superpobladas. Hay que quitarse muchas capas para acabar desnudos ante Ti, para que tu Verdad ponga un poco de sentido en nuestras seguridades y para que tu evangelio nos mueve hacia el prójimo. No es fácil. Pero las veces que ocurre, todo parece mejor. Así que no desistas.
Prantxes Xabier de Echarri y Moltó
Abr 17, 2017 | Actualidad
En algunas series, en algunas guerras, en algunas batallas, aparece algo así como una “resistencia”: un grupo de hombres y mujeres que plantan cara a un rival que, a menudo, parece dispuesto a aplastarles.
Yo me digo que ser cristiano es, de algún modo, ser resistente.
Como la roca que resiste el paso del agua (que, tal vez, eso sí, suaviza sus aristas). Como el junco que se dobla por el vendaval, pero no se rompe.
Contra alguna que otra tormenta.
Contra uno mismo, cuando se pone tontorrón.
Contra esta misma fe, tan llena de agujeros.
Contra los cantos de sirena, que te engañan con atajos hacia ninguna parte.
Contra la desgana, el silencio, la apatía o la indiferencia.
Contra el miedo a apostar por el caballo equivocado. Contra el aburrimiento.
Que no se trata de resistir porque sí… O de forzarse a pura voluntad.
Se trata, más bien, de mantener viva la llama, la ilusión, el impulso que hace que merezca la pena luchar.
Porque el fuego es real. Se trata de atesorar, muy dentro, las palabras del evangelio que a veces te incendian por dentro.
Se trata de cantar, con imbatible ternura, que hay un amor infinito –abstenerse de interpretaciones sentimentaloides- que da sentido a cada vida. Y convertir dicho amor en bandera, proyecto y promesa.
Con tantos hombres y mujeres que, antes, ahora, y mañana, seguirán resistiendo… para hacer de sus vidas vidas dignas.
Con tantos héroes cotidianos, que día a día, hacen del mundo un lugar más digno, y hacen que, en sus vidas, Dios asome en este mundo.
Con tantos otros que, a su manera, y en sus batallas, también resisten… porque saben que merece la pena.
Prantxes Xabier de Echarri y Moltó