Hoy 25 de diciembre, de madrugada, cuando el cielo toca la tierra con la llegada de nuestro Jesús, quiero invitarte a detenerte por un momento, a hacer espacio en medio de las ocupaciones y celebraciones familiares para contemplar el misterio de Belén. ¡Míralo! con tus ojos y con tu corazón.

Allí, en la humildad de un pesebre, en silencio, Dios se hizo pequeño y vulnerable para venir a verte, para acompañarte y estar cerca de ti. Y lo hizo por amor, para enseñarnos que no estamos solos, que nuestra vida tiene un propósito y que Su luz, vence toda tiniebla si tú se lo permites.

La Navidad es una promesa viva que se renueva en cada corazón dispuesto a acogerla. Es la llamada a amar más, a perdonar con sinceridad, a tender la mano al que lo necesita, a acoger. Este año, más que nunca, el mundo necesita que seamos portadores de esa luz: en nuestras familias, en nuestras comunidades, en el trabajo, en los rincones donde parece faltar esperanza.

Pidamos al Señor para el nuevo año que nos dé un corazón sencillo como el de los pastores, que acudieron a Su encuentro, y una fe firme y entregada como la de la Virgen María y San José.

Que esta Navidad sea un tiempo de encuentro profundo con el amor de Dios, y que el Año Nuevo esté lleno de gracia y caminos iluminados por Su presencia. El Cielo, nos está esperando.

¡Feliz y Santa Navidad!

¡Bendecido y próspero 2025!

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