Este jueves día 31 algunas entidades de pretendida inspiración católica han presentado su adhesión al llamado Derecho a decidir en el Parlament catalán bajo la afirmación de que la Doctrina Social de la Iglesia defiende la legitimidad de la secesión de una parte de España.
La Asociación Enraizados, una voz católica en la vida pública, desmiente tal afirmación.
José Castro Velarde, Presidente de la Asociación Enraizados, afirma que “es evidente que la Doctrina Social de la Iglesia no ampara la actual pretensión de algunos de defender el derecho de Cataluña y de sus habitantes a secesionarse unilateralmente de España”. La afirmación de Castro se basa en numerosos textos de la Doctrina Social entre los que destaca:
1.- OBISPOS ESPAÑOLES EN SU CONJUNTO: Valga por todos el Documento “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y consecuencias” (Noviembre 2002). Conferencia Episcopal Española. Si bien la Doctrina Social de la Iglesia puede reconocer el carácter nacional de Cataluña (y otras regiones españolas y de España en su conjunto) desde un punto de vista cultural lo niega desde el punto de vista político y sus consecuencias. Como puede verse en esta Instrucción.
“29. Las naciones, aisladamente consideradas, no gozan de un derecho absoluto a decidir sobre su propio destino. Esta concepción significaría, en el caso de las personas, un individualismo insolidario. De modo análogo, resulta moralmente inaceptable que las naciones pretendan unilateralmente una configuración política de la propia realidad y, en concreto, la reclamación de la independencia en virtud de su sola voluntad. La virtud política de la solidaridad, o, si se quiere, la caridad social, exige a los pueblos la atención al bien común de la comunidad cultural y política de la que forman parte. La Doctrina Social de la Iglesia reconoce un derecho real y originario de autodeterminación política en el caso de una colonización o de una invasión injusta, pero no en el de una secesión.
33. La pretensión de que a toda nación, por el hecho de serlo, le corresponda el derecho de constituirse en Estado, ignorando las múltiples relaciones históricamente establecidas entre los pueblos y sometiendo los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales impuestos de una u otra manera por la fuerza, dan lugar a un nacionalismo totalitario, que es incompatible con la doctrina católica.
35. … Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable.
La Constitución es hoy el marco jurídico ineludible de referencia para la convivencia. Recientemente, los obispos españoles afirmábamos: La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos. Se trata, por tanto, de una norma modificable, pero todo proceso de cambio debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico.
Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria.
2.- OBISPOS ESPAÑOLES CATALANES:
Los defensores del llamado Derecho a Decidir defienden que encuentra respaldo en dos documentos de los Obispos Catalanes, Raíces Cristianas de Cataluña y Al servicio de nuestro pueblo. Con independencia del juicio sobre el contenido de esos documentos al pretensión es absolutamente falsa.
Tanto en Raíces Cristinas de Cataluña como Al servicio de nuestro pueblo, no se afirma el derecho a decidir. Cualquiera que lea ambos textos se dará cuenta de que no incluye siquiera la palabra decidir.
Raíces cristianas de Cataluña:
“El confusionismo ampliamente difundido entre los conceptos de Nación y de Estado produce reacciones de recelo y desconfianza: muchos interpretan la afirmación de la nacionalidad como una vindicación de un Estado aparte, cosa que, en realidad, no es una consecuencia necesaria. Un Estado puede, con una adecuada organización, lograr en su interior la convivencia y el progreso de diversas naciones, sin que ninguna de ellas haya de sentirse constreñida a la asimilación por otra.
Hay que decir que, al recordar la necesaria clarificación entre los conceptos de Nación y de Estado para una correcta interpretación de la realidad no pretendemos reducir los vínculos de fraternidad y solidaridad entre los pueblos de España a unas relaciones puramente administrativas. La historia común, con todo lo que tiene de bueno y todo lo que en ella ha sido negativo, la interrelación, incrementada en nuestro tiempo por los fenómenos migratorios, las grandes afinidades de fondo, entre las cuales tiene un lugar importantísimo la fe que compartimos, han tejido una base sólida para la comprensión, el afecto y la colaboración entre todos. Pero sólo será posible avanzar en esta dirección si las formas político-administrativas que el Estado adopte no impidan nunca el desarrollo natural de cada pueblo, sino que, por el contrario, lo favorezcan y lo sirvan”.
Al servicio de nuestro pueblo:
«Hoy se han manifestado nuevos retos y aspiraciones, que afectan a la forma política concreta en la que el pueblo de Cataluña debe articularse y cómo se quiere relacionar con los demás pueblos hermanos de España, en el contexto europeo actual. Como pastores de la Iglesia, no nos corresponde a nosotros optar por una determinada propuesta a estos nuevos retos, pero defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos y que busquen con paciencia la paz y la justicia. Y animamos el camino del diálogo y el entendimiento entre todas las partes interesadas para conseguir soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad. El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura» (Al servicio de nuestro pueblo, 2011, nº 5).
3.- PAPAS: Juan Pablo II fue claro y meridiano cuando el Norte italiano pretendió como ahora parte de los católicos catalanes secesionarse del conjunto de la Nación.
7. «Me refiero especialmente a las tendencias corporativas y a los peligros de separatismo que, al parecer, están surgiendo en el país. A decir verdad, en Italia, desde hace mucho tiempo, existe cierta tensión entre el Norte, más bien rico, y el Sur, más pobre. Pero hoy en día esta tensión resulta más aguda. Sin embargo, es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada. Se trata de una solidaridad que debe vivirse no sólo dentro del país, sino también con respecto a toda Europa y al tercer mundo. El amor a la propia nación y la solidaridad con la humanidad entera no contradicen el vínculo del hombre con la región y con la comunidad local, en que ha nacido, y las obligaciones que tiene hacia ellas. La solidaridad, más bien, pasa a través de todas las comunidades en que el hombre vive: en primer lugar, la familia, la comunidad local y regional, la nación, el continente, la humanidad entera: la solidaridad las anima, vinculándolas entre sí según el principio de subsidiariedad, que atribuye a cada una de ellas el grado correcto de autonomía».
Metanse en lo que de verdad tienen que hacer y dejen de hacer política.
Sólo quiero decir que el separatismo y el nacionalismo no han contado nunca con la aprobación y apoyo de la Iglesia. Hay suficiente doctrina sobre esto, e incluso los últimos Papas, han hablado con mucha clariada al respecto. Los nacionalismo son un verdadero «cancer» en la sociedad que lo tiene que sufrir; no en vano -y lo estamos viendo en Cataluña- son antidemócratas y totalitaristas.