#EspañaEnLaHistoria. La guerra de sucesión española

#EspañaEnLaHistoria. La guerra de sucesión española

Lo que comenzó como un conflicto dinástico se convirtió en una larga y costosa guerra internacional para decidir quién debía reinar en España en calidad de sucesor del rey Carlos II, fallecido sin descendencia; si el Borbón Felipe V o el Archiduque Carlos de Austria. Lo que debiera haber sido un conflicto doméstico, se transformó, tanto por la ambición de Luis XIV de Francia como por los temores de Inglaterra y los odios de los holandeses, en una contienda internacional. Francia temía una concentración de poder de Austria y España, con todo su imperio, mientras Inglaterra no deseaba una Francia unida a España. Todo surgió a la luz cuando el 1 de noviembre de 1700 moría el último monarca de la Casa de Austria, el Rey  Hechizado. Su sucesor designado testamentariamente, Felipe, Duque de Anjou y nieto del Rey Sol, fue coronado al año siguiente, significando ello una gran victoria para Luis XIV y una derrota para la esposa del difunto Rey, Mariana de Neoburgo, partidaria de su sobrino el Archiduque Carlos.

Sin embargo, el conflicto interno brotó cuando aragoneses, valencianos, mallorquines y catalanes se apercibieron del peligro que entrañaba el que un Borbón ascendiese al trono, temiendo una pérdida de sus fueros, derechos forales y privilegios. La firma en septiembre de 1701 de la Gran Alianza en La Haya, integrada por las fuerzas militares de Inglaterra, Austria, Holanda y Dinamarca, eligiendo como legítimo sucesor al Archiduque Carlos y declarando la guerra a España y Francia, inició el conflicto. En 1703 los reinos de Portugal y de Saboya se unieron a las fuerzas aliadas pretendiendo sacar partido de las victorias.

Felipe V, mientras los franceses defendían su trono, aplicó en España una política centralista, reformadora y, en algunos aspectos, brillante. En alguna medida el reinado de Felipe V semeja que solamente dio a la luz los Decretos de Nueva Planta, finiquitadores de los fueros del antiguo Reino de Aragón, incluida Mallorca, junto con los del Condado de Barcelona. Sin embargo, hubo algo más: reestructuró  la Hacienda, modernizó el Ejército, la Armada, y, gracias a él, hoy se disfruta del Palacio Real, de la Granja de San Ildefonso, de la Real Academia Española y de la de Historia.

El conflicto bélico se desarrollaba por todo Centroeuropa, incluidos los Países Bajos y el Milanesado. Sin embargo, la entrada en la Gran Alianza de Portugal permitió que las tropas de Carlos de Austria desembarcasen en Lisboa. A las batallas de Santa Vittoria, de Luzzara, de Rande, de Denain, hay que unir las de Almansa y de Almenara. El 25 de abril de 1707 el ejército franco-español del Duque de Berwick, inglés, derrotó de forma aplastante a los aliados dirigidos por el Marqués de Ruvigny, francés, en Almansa, y creó el dicho valenciano que «tot el mal ve d’Almansa».

Sin embargo, en 1710 los aliados iniciaron su última ofensiva buscando obtener la victoria de una vez por todas. El Archiduque Carlos inició sus avances en España. Su ejército, al mando del príncipe Starhemberg y apoyado por voluntarios catalanes y valencianos, derrotó a los borbónicos, el 27 de julio de 1710, en la Batalla de Almenara, tomando posteriormente Zaragoza y Madrid. Al año siguiente, moría el emperador austríaco, Leopoldo I, y, al ser su sucesor el Archiduque Carlos, se produjo un cambio en los intereses de Inglaterra, que buscó desesperadamente la firma de la paz, ante el peligro de una conjunción de la corona española y la austriaca.

Luis XIV, agotado por una guerra que ya  perduraba más de diez años, se avino a firmar el Tratado de Utrecht en 1713, al cual se unió España, abandonada por su principal aliado. Dicho Tratado significó el fin de la guerra de sucesión pero también el desmembramiento del imperio español, que había intentado impedir Carlos II con su testamento. Inglaterra no devolvió los territorios conquistados, Gibraltar, Menorca y Terranova, entre otros; Carlos VI de Alemania recibió los Países Bajos Españoles, el reino de Nápoles, Cerdeña y el ducado de Milán, mientras el duque de Saboya se posesionaba de Sicilia.

Utrecht representó la paz para Europa, pero no para España. Los catalanes, valencianos, aragoneses y mallorquines prosiguieron con su defensa del candidato austriaco, propensos a la conservación de sus fueros y privilegios; mientras el resto del Reino, con Castilla a la cabeza, apoyaba al Borbón Felipe, enfrascando a toda España en otra guerra civil. Así, el ahora famosísimo 11 de septiembre de 1714 contempló cómo el duque de Berwick, experto en asedios,  ordenó el asalto de la ciudad de Barcelona, que se rindió a las fuerzas borbónicas. Ello representaba no solamente el fin de la guerra de sucesión, sino también el de una rebelión por aragoneses, valencianos y catalanes que les costó la pérdida de sus derechos, la disolución de sus organismos políticos y el sometimiento al centralismo de Madrid. El siempre deprimido Felipe V, con su victoria, prosiguió con la creación de una nueva España, unificada, y terminó con los antiguos Reinos para configurar el territorio en 21 provincias. Los Decretos de Nueva Planta, acabaron con los fueros y privilegios y configuraron la España provincial.

Francisco Gilet

Bibliografía:

Calvo, José. La guerra de Sucesión

Voltes, Pedro. La guerra de Sucesión

Henry Kamen, Felipe V. El rey que reinó dos veces

#EspañaEnLaHistoria: 27 de octubre de 1795. España y Estados Unidos firman su primer tratado

#EspañaEnLaHistoria: 27 de octubre de 1795. España y Estados Unidos firman su primer tratado

españa estados unidos(Fuente: Almanaque de la Historia de España)

El 27 de octubre de 1795, España y Estados Unidos firmaron en El Escorial el Tratado de San Lorenzo, llamado también Tratado de Amistad, Límites y Navegación —en América, Tratado Pinckney—, con el propósito de precisar las fronteras entre el territorio americano y las posesiones españolas de las dos Floridas y Luisiana, y fijar los derechos de navegación del río Misisipi. Por la parte española, firmó Manuel Godoy, enviado de Carlos IV; por la americana, Thomas Pinckney. El tratado fue ratificado por el presidente Washington, en Filadelfia, el 7 de marzo, y por el monarca español, en Aranjuez, el 25 de abril del año siguiente. España había apoyado desde el principio a los colonos que se habían rebelado contra Inglaterra, con armas, municiones y dinero, pero el conde de Floridablanca no sólo no deseaba participar en la Guerra de Independencia, sino que hasta aspiraba a ser mediador. Francia entró resueltamente en la guerra en 1778, aliándose con los colonos, y su intervención fue decisiva. Finalmente, España hizo lo mismo al año siguiente, declarando la guerra a Inglaterra, aunque no sin antes firmar con Francia el Tratado de Aranjuez del 12 de abril de 1779, secreto, en el que se aseguraba la colaboración francesa en la recuperación de Menorca, Mobile, Pensacola, la bahía de Honduras y la costa de Campeche, y el compromiso de no firmar una paz que no implicara la devolución de Gibraltar. Por todo ello se arribó al Tratado de San Lorenzo, por el que no sólo se establecieron las fronteras de las dos Floridas y de Luisiana, sino que se formó una comisión de topógrafos de ambos países encargados de fijar la frontera sobre el terreno; también logró España la libre navegación del río Misisipi para las dos partes. Los firmantes se obligaron a reprimir a los indios de su territorio que atacaran a su vecino, y a no establecer alianzas con indios del otro lado del límite. Igualmente, se comprometieron a proteger los buques de los dos países y a socorrerlos en caso de naufragio. Los ciudadanos de cada país podían disponer de herencias o donaciones en el otro. En caso de guerra entre España y Estados Unidos, los ciudadanos de las dos naciones tendrían un año para abandonar territorio enemigo. Igualmente, se establecía el libre comercio de cualquier mercancía, salvo armas, y el intercambio de cónsules.

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