Dic 1, 2022 | Iglesia y Civilización, La Iglesia y la ciencia
Artículo redactado por Javier Espinosa
¿Es el caso Galileo una prueba del fanatismo de la Iglesia y de su oposición a la ciencia? Los enemigos de la Iglesia lo utilizan como arma arrojadiza, afirmando incluso, que Galileo fue torturado y quemado en la hoguera.
Nada más lejos de la realidad. Se trata, sin duda, de un caso complejo que afectó a diversas áreas del conocimiento de la época, en el que la Iglesia también se vio implicada y que acabó con una condena a Galileo por desobediencia.
Probablemente fue el primer caso en el que se puso de manifiesto ese diálogo entre la fe y la ciencia.
SUMARIO
1.-Acusación de Galileo ante el Santo Oficio. Proceso de 1616
2.- La condena de 1633
3.- El caso Galileo, ¿caso cerrado?
4.- Fe y ciencia se necesitan
5.- Bibliografía
Acusación de Galileo ante el Santo Oficio. Proceso de 1616
En este contexto tan complejo Ludovico de Colombe, erudito aristotélico, creó “La liga de las palomas”, un grupo de intelectuales y eclesiásticos, para desprestigiar las ideas de Galileo. Uno de sus miembros, Tommaso Caccini, fraile predicador dominico, acusa a Galileo en 1615, ante el Santo Oficio (la Inquisición romana), de defender públicamente el heliocentrismo. La acusación se basó en una carta que Galileo había escrito en 1613 a su amigo Castelli. En uno de sus párrafos decía:
“…si bien la Escritura no puede errar, también es cierto que a veces puede errar alguno de sus intérpretes o expositores, de diferentes modos: entre ellos, uno gravísimo y muy frecuente sucede cuando uno se aferra siempre al puro significado de las palabras[…] puesto que sería necesario poner en Dios pies y manos y ojos, y también efectos corporales y humanos, como ira, arrepentimiento, odio, e incluso a veces olvido de las cosas pasadas […] pero son dichas de ese modo para acomodarse a la incapacidad del vulgo […] creo que se obraría con prudencia en no permitir que se utilicen los lugares de la Escritura para obligar a tener por verdad una conclusión natural cuya falsedad podría llegar a ser mostrada un día por el sentido y la razón demostrativa”
En febrero de 1616 la comisión del Santo Oficio dictamina que, decir que el Sol está inmóvil y la Tierra gira a su alrededor, es una proposición falsa “formalmente herética”.
Los cardenales, miembros de la Congregación del Índice, Bonifacio Caetano y Maffeo Barberini (futuro papa Urbano VIII) se opusieron a esta propuesta y convencieron al Papa Pablo V de que no podía ser calificada como herética una teoría que había sido aceptada por la Iglesia como hipótesis y utilizada para la elaboración del Calendario Gregoriano. Finalmente, en el documento que emite la Congregación del Índice no aparece la calificación formal de “herética” para la teoría copernicana.
“Cuando se dispusiese de una verdadera demostración de que el Sol está en el centro del mundo […] entonces habría que andar con mucha consideración en la explicación de las Escrituras que parecen contrarias, y decir que no las entendemos más bien que decir que es falso algo que se ha demostrado… Pero no creeré que haya tal demostración hasta que no sea mostrada» (El proceso a Galileo a través de sus textos, Ignacio Solís, 2021 pág. 241)
El Papa encarga al cardenal Belarmino que simplemente amoneste a Galileo para que abandone la teoría copernicana. No se trató de un juicio público, sino de un encuentro privado que pasó tan desapercibido que la admonición quedó como un documento olvidado en los archivos de la Congregación. En él no se acusaba de herético el heliocentrismo, sino de “falso y del todo contrario a la Escritura”.
Galileo se muestra contento con este desenlace ya que la teoría copernicana no se ha declarado herética, sólo discordante con la Escritura. Vuelve a Florencia y continúa con su vida ordinaria, sabiendo que no podía defender el heliocentrismo en público, pero satisfecho también porque el heliocentrismo no había sido declarado herético y por el hecho de que el Cardenal Belarmino había dejado abierta la puerta a considerar la explicación de la Biblia, en caso de que hubiere una verdadera demostración de que el Sol está en el centro del mundo.
La condena de 1633
En 1623, el cardenal Barberini es elegido Papa con el nombre de Urbano VIII, amigo de Galileo. Le recibe en audiencia varias veces. Aunque no tenía el copernicanismo como herético, lo consideraba difícilmente demostrable. Como consecuencia de estos encuentros, viendo el viento a favor, Galileo decide dar a conocer al mundo la demostración del movimiento de la Tierra y acomete la tarea de escribir, a finales de 1624 “Diálogo sobre las mareas”.
Habla con el Papa de este proyecto y éste le recomienda cambiar el nombre, ya que el elegido parecía inclinarse claramente por el heliocentrismo (Galileo consideraba que las mareas eran debidas al movimiento de la Tierra). La obra se publicó con el nombre de “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, el ptolemaico y el copernicano”.
Terminada la obra, Galileo se desplaza a Roma para obtener la licencia de impresión. Es recibido por el papa, que ve con buenos ojos la obra, tal y como le es presentada por Galileo, en la que los dos sistemas se presentan en pie de igualdad, no duda en escribir a su secretario de Estado, Cardenal Ciampoli, para que se autorice su impresión.
Pero Galileo no había sido del todo sincero, ya que, en la obra, uno de los personajes llamado Simplicio que es quien defiende el geocentrismo, utiliza las tesis del Papa y siempre sale perdiendo e incluso llega a ser ridiculizado.
Finalmente, Galileo reconoció que en su obra había expuesto argumentos en favor del heliocentrismo, no por mala fe, sino por vanagloria y por mostrarse más ingenioso que el resto de los mortales. El 22 de junio de 1633 se leyó la sentencia en la que se podía leer:
“… quedas ante este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía […] y defender como probable una opinión después de ser declarada y definida como contraria a la Sagrada Escritura”
Galileo se vio obligado a abjurar de su opinión y esto facilitó la conmutación de la pena de prisión por la de arresto domiciliario, arresto que acabó en su propio domicilio en las afueras de Florencia, en donde permaneció hasta su muerte. En este periodo de reclusión Galileo publicó una de sus obras más importantes donde se exponen los fundamentos de la física moderna. Cincuenta años más tarde Newton, basándose en ella publicaría los Principios matemáticos de la filosofía natural, obra que es considerada como el inicio de la ciencia experimental moderna.
El Caso Galileo, ¿caso cerrado?
En 1741, el papa Benedicto XIV ante la prueba óptica de que la tierra seguía una órbita alrededor del Sol, hizo que el Santo Oficio concediera el imprimátur a las Obras Completas de Galileo
La demostración del heliocentrismo que hubiera convencido al cardenal Belarmino llegó con Isaac Newton, al formular su teoría de la gravitación universal, en 1687 y se completó en 1838, cuando Friedrich Bessel pudo medir la paralaje.
San Juan Pablo II, en 1979 expresó su deseo de abrir una comisión que investigara a fondo el caso, la comisión se constituyó el julio de 1981 y los trabajos concluyeron en 1992 con una audiencia del Papa que ha querido ser la clausura oficial por parte de la Iglesia del caso Galileo. El cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, coordinó la comisión y leyó sus conclusiones. Acabó su intervención diciendo:
“En esa coyuntura histórico-cultural, tan lejana de nuestro tiempo, los jueces de Galileo, incapaces de separar la fe de una cosmología milenaria, creyeron, erróneamente, que la adopción de la revolución copernicana, por lo demás aún no probada definitivamente, podía echar por Tierra la tradición católica, y que tenían el deber de prohibir su enseñanza. Ese error subjetivo de juicio, tan claro para nosotros hoy, los llevó a una medida disciplinar por la que Galileo tuvo que sufrir mucho. Es preciso reconocer con lealtad esos errores, como usted, Santidad, lo ha pedido”.
El Santo Padre, en su discurso admitió también el error de la Iglesia:
“…al trasladar indebidamente al campo de la doctrina de la fe una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica”.
También dijo que del caso Galileo se deben sacar enseñanzas:
“Los teólogos tienen el deber de mantenerse habitualmente informados acerca de las adquisiciones científicas para examinar, cuando el caso lo requiera, si es oportuno o no tomarlas en cuenta en su reflexión o realizar revisiones en su enseñanza”
Fe y ciencia se necesitan
En el mundo actual en el que la verdad no tiene valor alguno y vive de espaldas a Dios, la ciencia se desarrolla y avanza, en muchos casos, de espaldas a la verdad y al margen de todo cuestionamiento ético y moral y nos conduce, si no lo remediamos, al abismo.
Hoy día ya son muchos los que no cuestionan la compatibilidad entre fe y ciencia. Benedicto XVI decía que todo lo que es racional es compatible con la fe revelada por Dios y con las Sagradas Escrituras. Los católicos debemos tener claro que fe y ciencia se complementan y se necesitan: la ciencia necesita de la fe para desarrollarse en armonía con la naturaleza, con el hombre y con Dios. La fe necesita de la ciencia para descubrir la grandeza de Dios y darle gloria.
BIBLIOGRAFÍA
- El proceso de Galileo a través de sus textos. Ignacio Sols. Colección Argumentos para el siglo XXI (Edición digital)
- Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano. Galileo Galilei. Alianza Editorial
- Cómo la Iglesia construyó la civilización. Thomas E. Woods Jr. Editor digital: Titivillus – 2005
- Enciclopedia Historia del Mundo. Tomo 8. José Pijoan. Salvat Editores- 1969
- Wikipedia
Dic 1, 2022 | Iglesia y Civilización
Autor: Manuel Villegas Ruiz
SECUNDA PARTE
Durante el siglo XVIII se originan una serie de corrientes dirigidos a la descristianización de Europa, por una parte las procedentes del Reino Unido: la Ilustración y la Masonería especulativa y por otra, la Revolución francesa. |
Contenido:
1.- La Ilustración
2.- La Masonería y la Revolución Francesa
3.- El pillaje de los bienes eclesiásticos
3.1 La usurpación de los bienes de la Iglesia católica
3.2 La inefectividad de las desamortizaciones
4.- La deuda de Europa con el cristianismo
1.- LA ILUSTRACIÓN
Nace en Gran Bretaña, donde algunos de los rasgos fundamentales del movimiento se dieron antes que en otro lugar y, poco a poco, se fue extendiendo por toda Europa, e incluso llegó a las colonias americanas, pero en el país en el que realmente se asentó fue en Francia, en la que la admiración por la cultura y las tradiciones inglesas, fueron difundidas por Voltaire, como hemos dicho, conformando en este momento su cuerpo ideológico
2.- LA MASONERÍA y LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Hoy en día es notoriamente conocido y aceptado por la investigación histórica que la masonería ejerció una gran influencia intelectual en le Revolución francesa. Una prueba concluyente de ello es el área de prestigio social de importantes ilustrados y revolucionarios franceses. Los masones se encontraron en posiciones muy próximas a las defendidas durante le primera fase del movimiento revolucionario (1789-1791).
Así define la connivencia entre los preceptores de la Revolución francesa y los masones Helmut Reinalter, historiador de la Universidad de Innsbruck, especialmente conocedor este movimiento que trastocó Europa.
3.- EL PILLAJE DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
3.1 La usurpación de los bienes de la Iglesia católica
Fue precisamente un obispo francés renegado, Charles de Talleyrand, quien deseoso de apoderarse, junto son los cabecillas de la Revolución, de la riqueza de la Iglesia puso en práctica la idea de que esta tenía muchos caudales y que estaba obligada a darlas al Estado para que este las administrase.
Las usurpaciones, expoliaciones y despojos que llevaron a cabo fueron sin cuento, pero consideramos conveniente que nos detengamos con más minuciosidad en las que se realizaron en nuestra Patria
La expropiación de los bienes de la Iglesia católica en España ha sido un asunto recurrente al que se ha acudido cada vez que, por falta de una eficaz política renovadora de nuestra economía, los políticos han saqueado las posesiones eclesiásticas, la mayoría de las veces con un propósito demagógico, pero con un indiscutible fin de desposeer a la Iglesia de su patrimonio, en beneficio, la mayoría de las veces, de las clases pudientes. Por ello no es de extrañar que en nuestro país se haya recurrido a ello más de una vez, casi siempre impulsada por políticos masones.
Han sido varias las llevadas a cabo durante el Siglo XIX, que es cuando la Masonería comienza a asentarse con firmeza en nuestra Patria y sus adeptos empiezan a ocupar puestos de gran relevancia en los distintos gobiernos españoles.
La primera fue la llevada a cabo por el valido de Fernando VII, masón como él, Manuel Godoy, en tiempos de Carlos IV.
Sin detenernos a exponer el latrocinio que realizó en el tesoro de España en su propio beneficio, diremos que, con la excusa de sanear la Hacienda Pública, deteriorada por las guerras de esta con el exterior, se apoderó, no solo de los bienes que la Iglesia poseía, sino que arrebató los pertenecientes a los hospitales, casas de misericordia y hospicios regentados por comunidades religiosas.
Segunda. No tardó mucho tiempo en que los acérrimos enemigos de la Iglesia católica, es decir los masones, esta vez reunidos en las Cortes de Cádiz, propugnasen una segunda desamortización que se llevó a cabo entre 1810 y 1814. Por ella se incorporan al Estado los bienes de los monasterios y conventos previamente disueltos por las Cortes.
Tercera. En tiempos de la regencia de María Cristina, o sea, allá por 1836, tiene lugar la tercera expoliación de los caudales de la Iglesia, conocida como la de Mendizábal. La propugnan los liberales progresistas que copan el Gobierno y que, si no todos, la mayoría son masones.
3.2 La inefectividad de las desamortizaciones
Aunque todas las expropiaciones tuvieron, más o menos el mismo resultado, conviene que nos fijemos especialmente en esta, ya que al socaire de que se realizaba como una medida social, el proceso no tuvo efecto igualitario alguno, pues los bienes que se secuestraron, al ponerlos en venta mediante almoneda, pasaron a engrosar el patrimonio de los poseedores del caudal suficiente como para poder pujar y hacerse con ellos, por lo que no se creó ninguna nueva clase media que se pudiese beneficiar de los despojos eclesiásticos. La consecuencia fue que en sur de España aumentaron los latifundios, haciendo más ricos a los que ya poseían mucho, y en el Norte aumentaron los minifundios. El flujo del capital apetecido tampoco llegó, puesto que el dinero advino con lentitud, como con cuentagotas, por lo que los beneficios para el Estado fueron inapreciables.
Por último, sí se consiguió el fin que persiguen todos los masones, es decir atacar a la Iglesia.
La cuarta y última, llamada desamortización Civil o General de Madoz, se llevó a cabo en el conocido como Bienio Progresista, o sea, 1854-1855, también impulsada por los liberales progresistas. Se perseguía principalmente la desamortización de los bienes de los ayuntamientos (los propios y los comunales), y los de la Iglesia. A esta hay que desposeerla de cualquier vestigio de propiedad que le quede.
Las posesiones arrebatadas a lo que ellos llamaban “manos muertas”, fueron a parar a los grandes terratenientes que tuvieron dinero para adquirirlas y no al pueblo que, en teoría, debería de poseer esos bienes despojados a sus legítimos dueños.
4.- LA DEUDA DE EUROPA CON EL CRISTIANISMO
Llegado este momento consideramos que deberemos de exponer, aunque sea someramente, los frutos que las distintas naciones que componen esta vieja Europa han recogido del árbol de la Cristiandad.
Son bienes objetivos e innegables que, ya se tratase del cristianismo o de otra corriente religiosa, filosófica o política, no se podrían ocultar.
Las invasiones de los pueblos bárbaros dejaron muy mal trecho el bagaje cultural de las civilizaciones pilares de nuestra civilización. Nunca sumido en tinieblas como ciertos historiadores, sin mucha información, preconizan.
Benito de Nursia, Patriarca de los monjes de Occidente, asentó las bases del monaquismo posterior y fue a partir de entonces, siglo VI en adelante, cuando los monjes de diversas órdenes religiosas, siguiendo su norma ora et labora, se encargaron de recoger todos los saberes y conocimientos greco-romanos.
Ellos en las grandes bibliotecas de los monasterios recopilaron todo lo que nos habían legado los autores de las culturas anteriores.
En estos lugares llamados scriptorium, sentados en pupitres, escribían lo que dictaba desde un atril otro monje,
Si no hubiese sido por ellos, hoy desconoceríamos las obras de Homero, Platón, Aristóteles y el resto de los sabios griegos, así como los trabajos de Cicerón, Virgilio, César y tantos otros.
Los conocimientos de medicina griega también fueron ellos los que nos los transmitieron, ya que desde los primeros siglos fue practicada sobre todo por los monjes que poseían también conocimientos sobre las propiedades curativas de las plantas.
Durante esta lejana época lo que podríamos llamar medicina se encontraba en manos de curanderos y de los remedios brujeriles, además de unos llamados cirujanos con escasos conocimientos de medicina que eran más prácticos en remediar fracturas que en sanar auténticas enfermedades, por lo que aquellos que no confiaban en estos medios que consideraban supersticiosos, no tenían más remedio que acudir a los monasterios en la confianza de que serían atendidos por personas que habían dedicado su vida a Dios.
Los monjes tenían que tratar a todo enfermo que necesitase su ayuda, sobre todo a los más menesterosos que no podían hacer frente a los gastos que ocasionaría la curación de su enfermedad, de ahí que la aplicación de los saberes de los religiosos fuese especialmente una obra de caridad.
Éstos, en su deseo de mejorar sus conocimientos, se dedicaron con ahínco y tesón al estudio, conocimiento y trasmisión de los métodos clínicos hasta que aparecieron las universidades en las que se reglaron tales estudios.
Pero la tarea de estos monjes, oscuros y desconocidos no se limitó al legado de conocimientos en medicina. Encerrados en sus primitivos laboratorios, se dedicaron a mezclar los jugos de las plantas que, tras diversos procesos que no vienen al caso mencionar, nos proporcionaron muchas de las medicinas, la farmacopea, o elaboración de los medicamentos, nace en los monasterios, bebidas, licores y refrescos que hoy conocemos.
Cuando pensamos en un buen vino, enseguida nos viene a la memoria Francia que, casi sin lugar a duda, heredó de los romanos, junto con Hispania, el conocimiento y cultivo de las vides. Una de las plantas con la que más profusamente trabajaron los monjes, sobre todo los benedictinos franceses, fue con esta, de la que consiguieron sus mejores logros, pues receptores de los conocimientos romanos comenzaron a labrar con ahínco la tierra. El tesón con el que la estudiaban para conocer todas sus propiedades que podría transmitir al cultivo vinícola era desmesurado, pues hay escritores que manifiestan que los monjes de la Borgoña probaban directamente la tierra para conocer cuál sería la mejor para las vides. De este tesón, dedicación y profundo conocimiento de las propiedades no solo de las plantas, sino también de las tierras más apropiadas, nos han legado posiblemente los caldos mejores que puedan existir en el mundo.
Si hablásemos de repostería, ¿con qué podríamos pagar a las monjas de clausura de tantos y tan diversos monasterios que nos han legado el placer de que degustemos tan gran variedad de dulces?
Nov 24, 2022 | Iglesia y Civilización
Autor: José Jara
Médico. Ex-Profesor de Bioética y de Historia de la Medicina en la Universidad Francisco de Vitoria
CONTENIDO
1 – Introducción
2 – Valor de la vida en la cultura greco-romana
3 – Infanticidio en la actualidad
4 – Implicación de la Iglesia
1 – Introducción
Entre los hechos poco conocidos de la historia del Imperio Romano se encuentra la práctica común del infanticidio, que hoy en día nos parece abominable pero que, durante siglos, fue una costumbre totalmente asumida por el Derecho romano que atribuía a la patria potestad en la figura del “pater familias” un poder de decisión omnímodo sobre la vida de sus hijos, lo que incluía la posible venta de los niños concebidos dentro del matrimonio y el abandono de los mismos (dando lugar al concepto de “expósitos”). Muchos de estos niños abandonados solían acabar en la esclavitud, el amancebamiento, la pederastia o la prostitución y, aunque esta infame práctica creemos que ha desaparecido a lo largo de la historia, su persistencia parece seguir existiendo en ambientes marginales de algunas culturas asiáticas y está siendo reivindicada, asombrosamente, por algunos especialistas en bioética desde ámbitos académicos aún en nuestros días
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2 – Valor de la vida en la cultura greco-romana
El desprecio sobre la vida humana en la fase inicial de su desarrollo ciertamente no fue ideado por los habitantes de la península itálica, sino que tenía antecedentes bien definidos en la cultura heredada de la Grecia clásica de la que Roma llegó a ser una gran admiradora. El paradigma de la mentalidad eugenésica sobre los neonatos parece proceder inicialmente de Esparta, donde a los recién nacidos con algún defecto físico o con una complexión insuficiente (nacidos de bajo peso, posiblemente entre ellos) a los que no se suponía aptos para el uso de las armas, se los asesinaba inmediatamente arrojándolos desde la ladera del monte Taigeto. Asimismo, tal como recoge Guillermo Buhigas en su excelente texto Eugenesia y Eutanasia [1], Platón llevó incluso a proponer en su obra la República (volumen 5) que se asesinara a los hijos de ciudadanos de poco mérito social y a todos los nacidos fruto de relaciones previas a la edad en la que estaba permitido procrear. Aristóteles, de modo similar, proponía el aborto de los engendrados en las mujeres que ya hubiesen dado a luz el número de hijos asignados por la ley.
No es de extrañar, por tanto, que, en las Doce Tablas de la ley romana, que se aceptaron como fuente inicial del Derecho en Roma hacia el siglo V a.C., veamos que ya en ese texto se recoge la aprobación jurídica de matar al niño que naciera con malformaciones recordando la máxima de Plutarco al recordar las costumbres de los espartanos: “Dejar con vida a un ser que no sea sano y fuerte desde el principio no resulta beneficioso ni para el Estado ni para el individuo mismo “.
Fig 2. Abandono de Rómulo y Remo
https://www.ancient-origins.es/sites/default/files/Abandono-Romulo-y-Remo.jpg
Esta legislación se mantuvo como referencia jurídica, tal como señala Marco Tulio Cicerón en su obra De Legibus, durante varios siglos, incluyendo la época posterior a la presencia de Nuestro Señor Jesucristo y a la difusión de sus enseñanzas en Roma a través de los apóstoles durante los años en los que el cristianismo era visto como una religión con unos preceptos extraños, que chocaban con la difundida amoralidad del pueblo y sus dirigentes. Por eso, con total impunidad, Séneca (4 a C – 65 d. C), preceptor y consejero de Nerón, pudo escribir “Exterminamos a los perros rabiosos, matamos a los toros indomables, degollamos a las ovejas enfermas por temor a que contagien al rebaño, asfixiamos a los fetos monstruosos y hasta ahogamos a los niños si son débiles o deformes. Parece razonable, por tanto, separar a los individuos sanos de aquellos que pueden corromperlos” (LA Séneca. De la ira. XV).
Como muestra de la insensibilidad hacia estos niños en la antigüedad, en los desagües romanos se han encontrado restos de huesos procedentes de neonatos como su fueran parte de la basura allí arrojada. Según G Buhigas, una de las formas más comunes para perpetrar estos infanticidios era untar el seno de las madres con residuos de opio. Se provocaba así una muerte dulce, de modo similar a la forma en que se realizan hoy las eutanasias en enfermos supuestamente incurables.
3 – Infanticidio en la actualidad
¿Es, por tanto, el infanticidio algo que, afortunadamente pertenece al pasado y que la civilización ha logrado que quede en un rincón de la Historia? Desgraciadamente, no parece que sea esa la realidad. Cuando los primeros jesuitas, con Mateo Ricci entre ellos, llegaron a China a finales del siglo XVI quedaron impresionados con la extensión de la prostitución entre las poblaciones locales, la corrupción de sus funcionarios y, sobre todo, con los infanticidios masivos. En pleno siglo XIX el misionero recientemente canonizado San Giovanni Freinademetz describió que “los chinos tienen costumbre de abandonar el propio hijo o simplemente intercambiarlo o venderlo. Uno de nuestros mejores cristianos, antes de su conversión, había matado a su hija arrojándola contra piedras simplemente porque lloraba demasiado”[2]. En otro de sus escritos este misionero contaba que las monjas católicas habían recogido en sus orfanatos más de mil niños que sus padres regalaban o vendían a un bajo precio.
En 1899 Jean Jacques Matignon, oficial médico francés, recordaba que un número sin especificar de chinos asesinan a sus propias hijas: “En China la superstición juega un rol clave: los ojos, la nariz, la lengua, la boca, el cerebro de los niños son considerados como materia dotada de gran poder terapéutico. Por ello, después del parto, si la mujer cae enferma, para congraciarse con los espíritus, las niñas o en ciertos casos los niños son eliminados tirándolos en una caja de desechos donde el polvo y las inmundicias no tardan en obstruirles las vías respiratorias”[3].
Recientemente, con la instauración del comunismo en el continente asiático y las políticas del hijo único como control de la natalidad, la situación puede no haber mejorado todo lo que sería esperable. Simplemente, los infanticidios se han cambiado por la imposición de abortos forzados, esterilizaciones en masa y, en último extremo, la reintroducción de los asesinatos en serie de neonatos. Como es sabido, hasta hace poco, ya en el siglo XX, los matrimonios residentes en ciudades solo podían tener un hijo y los que vivían en entornos rurales, dos; siendo obligados a abortar si no lo cumplían. Desde 1979, con la puesta en práctica de brutales medidas represivas por este motivo, se dio lugar a que muchas mujeres chinas, con el miedo a ser descubiertas tras quedarse embarazadas, abandonaran y mataran a sus propios hijos. Aunque estas medidas del gobierno de la República Popular China se han suavizado actualmente, el porcentaje de niñas asesinadas es mucho mayor que el de niños especialmente en zonas rurales, ya que, cuando el segundo o tercer hijo es otra niña, se considera una desgracia para la familia, que debe asumir costes de dotes referentes al futuro matrimonio y no recibirá la ayuda que un hijo varón puede aportar con su trabajo físico. En la imagen que acompaña este artículo puede verse un bebé recién nacido abandonado en plena calle y la indiferencia de la gente al pasar a su lado. (Fig. 3).
Fig 3. Abandono de neonatos en el siglo XX
4 – Implicación de la Iglesia
Al igual que en el caso del aborto, hasta el siglo IV d.C. no había ningún hecho punible en el infanticidio. Como ya se ha comentado, el «pater familias» tenía poder decisorio sobre la vida y la muerte de los que dependían de él. Pocos filósofos alzaron su voz contra esta práctica y aunque existían leyes generales contra el asesinato, que podrían aplicarse a los niños, esto no se hacía. Esa situación cambió drásticamente en el siglo IV con la llegada al poder de Constantino, quien autorizó la práctica del cristianismo a partir del Edicto de Milán en 313 d.C. acabando con las persecuciones y permitiendo que la nueva moral propuesta por los cristianos se plasmara en nuevas legislaciones. Se posibilitaba así la protección de los derechos de los más débiles. Concretamente, de modo similar a la lo que sucedió con la esclavitud, la tortura institucional, la prostitución infantil y otros temas que mostraban la crueldad de la legislación romana y la depravación de sus costumbres, a partir del año 318 el asesinato de los recién nacidos se asimiló al crimen de parricidio tal como se recoge en el Codex Theodosianus 9,15,1) y, más adelante, en el año 374 otra ley promulgada por el emperador cristiano Valentiniano I, estableció que el castigo del infanticidio se equipararía al de cualquier otro tipo de homicidio [4].
Este cambio de mentalidad fue posible gracias al influjo del cristianismo que, ya en la Didaché o Doctrina de los Doce Apóstoles, obra redactada en el siglo I como síntesis doctrinal y ritual para las comunidades cristianas, ya incluye el rechazo expreso al asesinato de niños y al aborto, aún en los casos de niños concebidos en relaciones extramatrimoniales: “No harás abortar a la criatura engendrada en la orgía y, después de nacida, no la harás morir.” Todos los padres de la Iglesia adoptaron esta regla moral. Así, Tertuliano en el capítulo IX de su Apologética dictaminaba “A nosotros no nos es lícito matar hombres ni niños, ni desatar aquellas sangres que en el embrión se condensan. La ley que nos prohíbe el homicidio nos manda no descomponer en el vientre de la madre las primeras líneas con que la sangre dibuja la organización del hombre, por lo que impedir el nacimiento es visto como un homicidio anticipado”. Entre otros textos que inciden en esta misma idea destacamos los escritos de San Justino Mártir, quien, recogiendo la tradición bíblica, condenaba el aborto y el infanticidio (en sintonía con las ideas del filósofo judío Filón de Alejandría) aduciendo que “abandonar niños es un acto propio de hombres depravados y asesinos” y denunciando cómo la práctica de abandonar a los niños a los perros o ahogar a los recién nacidos era algo común entre los paganos. Afortunadamente, la profunda reflexión moral que aportó el cristianismo desde sus inicios fue capaz de lograr una conversión del corazón en cada vez más amplios sectores de la sociedad de su tiempo hasta lograr el rechazo generalizado a lo que antes se veía como una práctica socialmente aceptada.
Finalmente, por todo lo mencionado, parecería que, al menos nuestra sociedad occidental habría rechazado completamente el infanticidio considerándolo una práctica detestable. Sin embargo, en las últimas décadas el valor de la vida neonatal está volviendo a ser objeto de debate, lo que se ha visto propiciado desde que se abrió la puerta a la aceptación del aborto. Así, en 2012 la revista de impacto Journal of Medical Ethics publicaba un artículo [5] en el que sus autores equiparaban la decisión de abortar durante el embarazo a posibilidades de rechazo ante el neonato que pueden aparecer después del nacimiento, debido a un daño cerebral por sufrimiento durante el parto o por la aparición de anomalías en el bebé no detectadas previamente. Para estos casos, los autores del artículo mostraban como solución la aceptación del infanticidio. La idea, que en un principio puede parecer descabellada está desgraciadamente en sintonía con el protocolo Groningen de Holanda que ofrece ya la posibilidad de eutanasias a niños nacidos con espina bífida, alteración congénita que les hace portadores de diferentes discapacidades. En la mayoría de los países de nuestro entorno estos niños son tratados llegando a la edad adulta aceptando sus limitaciones y algunos incluso pueden ser tratados quirúrgicamente intraútero lográndose su resolución completa, pero, como vemos, la cultura de la muerte puede y quiere seguir extendiéndose más allá de las cloacas de la historia llegando hasta nuestros días. Esperemos poder impedirlo como hicieron los primeros cristianos.
[1] G Buhigas. Eugenesia y Eutanasia. Ed Sekotia. Madrid. 2009
[2] Citado en: Sepp Hollweck. Il cinese dal Tirolo (El chino del Tirol). Athesia, 2003 (http://www.ilfoglio.it/soloqui/3051)
[3] JJ Matignon. Superstition, crime e misére en Chine. 1902, Lyon, Storck. Citado en http://www.ilfoglio.it/soloqui/3051)
[4] MA Rodriguez de la Peña. Ponencia El infanticidio en el mundo antiguo y medieval. II Congreso Nacional de Bioética. 13-15 febrero 2019.
[5] A Giubilini, F Minerva. Alter-birth abortion: why should the baby live? Journal of Medical Ethics. 2013; 39. 261-263.
Nov 10, 2022 | Iglesia y Civilización, La Iglesia y la economía
PARTE SEGUNDA: Las verdades en la economía: EL PAUPERISMO
Autor: JUAN CARLOS GARCIA
Cada ciencia humana tiene sus verdades. Porque si hay contradicciones, la afirmación es errónea y no fiable. Aparte de las observaciones básicas de fuentes de producción, y demanda u oferta de bienes y servicios, los problemas sociales de cada momento cambian los planteamientos económicos. |
Contenido
1.- Distinciones sobre la pobreza
2.- Definición
3.- Sobre el paupeismo del siglo XIX
4.- El lujo
5.- La pobreza
6.- La Doctrina social católica
7.- La Pobreza virtud cristiana
8.- Bibliografía
1.- Distinciones sobre la pobreza
Venimos de un artículo sobre el comercio internacional. Me parece un error confundir la pobreza con el comercio. La subsistencia de productos a los menores precios aumenta la cantidad demandada pero no salva almas. “Las almas[1] se degradaban y se perdían a causa del hambre clamorosa de los cuerpos” en la China de 1900. Las nuevas pobrezas son los descartados del siglo XXI. La población del país más pobre se beneficia también porque el comercio implica aumento de oportunidades y la posibilidad de salir de la pobreza. A más agentes interesados en el comercio, menores precios por las transacciones posibles. Alimento de primera necesidad y otras cuestiones en torno a la pobreza de las personas en sus sociedades, cae en el ámbito de la justicia y de la solidaridad, entre sociedades que se conocen. El libre comercio no es una retórica.
También, el tipo de cambio del comercio entre países ajusta la pobreza. Así, la población paga la pobreza del ajuste de sus gobernantes. Las personas no pueden consumir como en etapas anteriores. La inflación supone pobreza de la población y un ajuste final en los precios. La globalización[2] ha “surgido en los países económicamente desarrollados”. Sirve para superar el subdesarrollo. “Sin embargo, sin la guía de la caridad en la verdad”, puede crear daños. Observamos que muchas regiones de la Tierra “son tan pobres[3] que no pueden ofrecer nada para el trueque y cada vez son más dependientes”.
La escasez de los recursos no equivale a la pobreza. Esta equivale, pues, a la acción de escoger, la elección de bienes o la libertad de elegir. Decimos que es la escasez del medio empleado, quien determina las necesidades ilimitadas para los bienes escasos. La escasez es un elemento del precio, de un bien en un mercado. Lo fundamental de la economía son las personas en relación a sus sociedades. Es una cuestión de decisiones.
2.- Definición
La pobreza es la verdad de las cosas en su uso, Rafael Alvira, filósofo en 2011. ¿Esto qué significa? El pensamiento de la razón puede conocer la realidad que rodea al hombre. Afirma el profesor Armando de la Torre, con 83 años. Conferencia disponible en ‘you_tube’. Así, un economista debe preguntarse cómo ser rico, porque de la pobreza innata venimos todos. Adam Smith, economista escocés, se hizo esa pregunta y parece que acertó con la división del trabajo para la sociedad. Antes de llegar las cuestiones a la sociedad se debe responder por la persona, porque si esta no se salva para el día de mañana, no sirve para nada cualquier teoría. Aunque toda teoría nace con la lógica de ser desechable. Se pueden consultar los artículos de Juan Velarde Fuertes sobre la pobreza, 2004.
El derecho a alimentarse[4] es una declaración fundamental de todo hombre. El hambre no es un objetivo de la economía. Aunque en la historia, la mayoría de los hombres han pasado hambre. Hasta la revolución de los alimentos y las semillas. Todavía hay muchos[5] hombres con hambre. 25.000 hombres mueren cada día, de desnutrición, dice la Iglesia Católica. Los niños también son hombres.
Las patatas en la pobreza de Irlanda, en el siglo XIX o el “pan[6] barato”, dieron lugar al famoso teorema de Giffen sobre la clasificación de bienes. Alvin Roth, economista[7], afirma que sólo los países muy pobres no tienen conexión con la economía. Es más sencillo el pago a los agricultores de Etiopía por fabricar buen café, unido a la existencia de mercados que funcionan y están bien diseñados. La donación no resuelve totalmente los problemas de las naciones.
3.- Sobre el pauperismo del siglo XIX
La miseria es el estar por debajo de las circunstancias sociales. Hay un deber moral personal y social de salir de la miseria. El trabajo personal ayuda a salir de la miseria. El salario da dignidad a la persona; pero no evita la envidia ni la avaricia. En el siglo XIX está el pauperismo. A unos levanta, a otros le mueve al odio. Concepción Arenal, católica muerta en 1893, vio el pauperismo de los necesitados, reflejo en las prisiones de mujeres y cárceles, 1860.
4.- El lujo
En la sociedad hay una tendencia hacia la opulencia. Esto es, un apegamiento a los bienes materiales que aleja de Dios, hacia un consumismo de renta a corto plazo sin considerar su ahorro o la inversión a largo plazo. En la sociedad hay bienes objetivables que se consideran lujo. Son bienes de lujo, o matemáticamente, cuando la elasticidad de la renta de demanda, es mayor a 1. Hay lujo porque hay renta en las personas.
5.- La pobreza
El umbral de la pobreza[8] se estimaba en 60.000 dólares/año por familia de 4 miembros para ‘Medicaid and Medicare’ en los Estados Unidos, 2009. En África viven con 1 €/día. El umbral de la pobreza más cercano está en 15 €/día en España, 1980. Por tanto, el umbral de la miseria en el Planeta está valorado en 365 $/año por persona. Sólo hay 1.400.000.000 de personas en esta situación[9].
6.- Doctrina social católica
En la Iglesia hay una tendencia a la pobreza de espíritu[10]. Jesucristo dijo: “Bienaventurados los pobres[11] en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El desarrollo de la doctrina social de la Iglesia durante el cambiante siglo XIX, da testimonio “en materia económica[12] y social”, del valor permanente de su enseñanza. “Dios bendice[13] a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo”.
Dios es Trinitario. Es el Señor del Antiguo Testamento. Jesucristo su Hijo, convoca a todos los bautizados[14]. Estos artículos tratan de cómo una persona libre y responsable[15] sea coherente por su sociedad en el aspecto económico. La Iglesia Católica ayuda en esta coherencia. No hay que buscar vanidades terrenas útiles para los ricos y no para los pobres.
7.- Pobreza virtud cristiana
San Francisco es el varón perfecto en la imitación a Jesucristo. En 1209 dejó la sociedad opulenta de su tiempo. La pobreza es un distintivo del cristiano una guía[16]: un signo de esperanza para ir a Dios. Es un no a la codicia. Pero, no hay que ser pobres sino ricos en la gracia de Dios, aconsejaba San Agustín. En este tema este Santo aconseja el buscad lo suficiente.
En la historia vemos personas que siendo ricos en su época dejaron sus bienes para hacerse pobres de espíritu. Conquistadores, descubridores y matemáticos como Andrés de Urdaneta acabaron su vida como profesos agustinos. Ahora, se trata de decisiones de los mercados de bienes y del presupuesto del estado con “una sociedad civil[17] fuerte” en sus personas libres y responsables. “Dios nos ha confiado una tierra que podría ofrecer suficiente alimento[18] y espacio para vivir a todos los hombres”.
8.- Bibliografía
Juan Pablo II. Encíclica “Dives in misericordia” (30/nov/1980).
Lipsey, Richard G; Harbury, Crystal. “Economía Positiva”. 1998.
Varios. “Catecismo de la Iglesia Católica” (CIC). Catecismo youCat, temático. Versión digital.
[1] Pearl S.Buck. “Hombres de Dios”. Pg.193.
[2] Catecismo, CIC, youCat n.446.-
[3] Catecismo, CIC, youCat n.447.-
[4] Catecismo, CIC, youCat n.448.-
[5] Informe sobre pobreza y exclusión social en laUE_25 (año2005) Eurostat: Hay 72 millones de europeos con trabajo y excluidos del mismo. Representan el 16% de la población total. 2012.
[6] Velarde, 2009 Págs. 71, 69, 185. España, 1905.
[7] Alvin Roth. Stanford, California. Premio Nobel en el año 2012. Pg.34. Revista Capital. Artículo de Jordi Benítez.
[8] ABC, lun-22/mar/2010, pg. 29.
[9] Catecismo, CIC, youCat n.448.-
[10] Catecismo, CIC, youCat n.449.-
[11] Mt.5,3
[12] Catecismo de la Iglesia Católica, CIC, compendio n.2.421.
[13] Catecismo de la Iglesia Católica, CIC, compendio n.2.443.
[14] “La puerta de entrada al Pueblo de Dios es el bautismo” CIC, youCat n.125
[15] “Dios quiere la Iglesia porque no nos quiere salvar individualmente, sino juntos”; somos responsables unos de otros. CIC, youCat n.122
[16] Catecismo, CIC, youCat n.497.-
[17] Catecismo, CIC, youCat n.447.-
[18] Catecismo, CIC, youCat n.448.-
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