Feb 2, 2023 | Iglesia y Civilización, La Iglesia Arte y la arquitectura
Evolución e influencia del arte Cristiano
– cuarta parte –
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Índice de contenido:
1. Influencia del arte Cristiano en el Musulmán:
- Arquitectura religiosa en Irán en los siglos X y XI.
- Características del arte islámico.
- Evolución del arte en el Islam.
- División geográfica.
- La Mezquita.
2. Arte Cristiano Románico:
- Inicios del arte Románico.
- Arquitectura.
- Pintura.
- La escultura orígenes y desarrollo.
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1. Influencia del arte Cristiano en el Musulmán.
Tanto el arte del Oriente Persa como el musulmán reciben muchas más aportaciones del arte cristiano que a la inversa.
En Armenia, en los siglos VI y VII, Bizancio influyó en la construcción de las iglesias en piedra, esta misma tradición la recogieron los árabes más tarde, ya en el siglo VII en la mezquita de Omar en Jerusalén tiene marcado carácter bizantino. Se trata de un edificio cupular con planta central y decoración de mosaico dorado; en Damasco, en el siglo VII, hay una iglesia transformada por arquitectos y mosaistas griegos en mezquita, con todo, la influencia bizantina es superficial y corta.

Vista del Patio de las Doncellas, Real Alcázar de Sevilla. / Foto Wikipedia
Más al norte, entre los eslavos, en cambio, tal influencia es enorme y ha persistido hasta nuestros días; Cirilo y Metodio al mismo tiempo que avanzan con su evangelización, atraen de paso a los eslavos a la órbita artística y cultural bizantina; así durante el siglo X Bulgaria ya toma un preponderante papel como transmisora de corrientes artísticas.
Al mismo tiempo en Serbia no se llega a advertir una unidad de escuela, aunque influyó en la misma Grecia, Dalmacia y Oriente, mientras que en Macedonia se conserva mejor que en otras partes el influjo bizantino.
1.- Arquitectura religiosa en Irán en los siglos X y XI.
Durante este periodo las construcciones son en ladrillo, la mezquita de Isfahán sufre modificaciones tipológicas muy importantes, tiene un recinto grande encuadrado en patios; luego viene una enorme sala hipóstila de diecinueve naves y seis transversales, seguida de otra sala al fondo y tres naves que bordean los laterales del patio.
Las cúpulas en Irán se construyen mediante arcos entrecruzados de ladrillo, que constituyen el armazón, la arquitectura funeraria tiene la cúpula como elemento sustentante y fundamental, y el tipo característico es la llamada qubbat, recinto cuadrado abovedado y con cuatro puertas.

La Mezquita Azul de Estambul, ejemplo de arte islámico de influencia Bizantina.
2.- Características del arte islámico.
En Irán la qubbat más antigua parece ser la de Isamil en Bujará, con decoración en relieve de ladrillo, asimiso la de Sanjar desarrolla en el interior una teoría de nervios entrelazados.
Se encuentran edificios de torres poligonales o cilíndricas, cubiertas con bóveda o tronco de cono; a partir del siglo XI, el alminar está dispuesto sobre un podio poligonal, sobre el que se asienta una torre también poligonal que va disminuyendo progresivamente.
Tanto en el interior como en el exterior de cúpulas y alminares se usan policromías que incluyen inscripciones del Corán.
3.- Evolución del arte en el Islam.
Paralelamente a la expansión del Islam como religión y como movimiento político se desarrolla su arte, más tarde, cuando el poder político se desintegra, aparece la diversidad de núcleos.
Sus orígenes habría que buscarlos en Siria, donde resulta del sincretismo de las distintas corrientes que allí confluyen, principalmente el elemento bizantino y el sasánida; por esta última circunstancia se discute el arte musulmán su personalidad, limitándolo a crisol donde se transforman influencias, dando resultados diferentes a los elementos que determinaron su formación.
El gran ímpetu el Islam hizo que su arte se expandiera geográficamente, alcanzando un área a la que tan sólo el arte romano y el barroco se pueden comparar: abarca desde los confines de la India hasta Al-Andalus, Francia y más tarde hasta el Pacífico; ya que a los Andes chilenos y peruanos los españoles lo llevan en la variante mudéjar.

Cúpula de la Roca. Ciudad vieja de Jerusalén.
Precisamente el hecho de estar como ningún otro abierto a influencia externas, determina las características propias que el arte islámico adquiere en cada país o región; así, en España toma el arco de herradura y la alternancia bicromática de las bóvedas.
Generalmente, a excepción hecha de Egipto, los materiales de construcción no son nunca pétreos, el techo es en terraza por influencia mediterránea.
Pueden establecerse las siguientes etapas en el desarrollo el arte islámico:
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- Desde mediado del siglo VII hasta fines del IX: periodo de formación.
- Del IX al XII: periodo de esplendor y posterior disgregación.
- Del XIII al XV: se aprecian diferencias de escuela; Oriente ya no influye en Occidente.
- Siglo XV en adelante: la esencia islámica se deja influir sobre todo en época colonial.
4.- Diversas escuelas geográficas:
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- Sirioegipcia: Egipto y Siria.
- Escuela del Magreb: abarca tanto Túnez, Argelia, Marruecos, Al-Ándalus o Sicilia.
- Persas: es la proyección hacia Oriente desde Mesopotamia e Irán.
- Otomana, que sigue paralela al poderío turco.
- India: incluyendo tanto India como su proyección más al Este.
5.- La Mezquita.

Mezquita-Catedral de Córdoba.
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Interior de las Mezquitas.
Componen los elementos característicos de la mezquita el nimbar o púlpito, desde el cual el imán preside la oración, y la maxura -lugar reservado al monarca- situado cerca del mihrab.
Consta el edificio de un patio (sham) y un oratorio cubierto de naves; al principio, para rezar se volvían los fieles al Norte (es decir, en dirección al patio y volviendo la espalda a la parte cubierta), pero más tarde miraban hacia la Meca, y en esa dirección se situó el muro llamado qibla en el que se practica un nicho, el mihrab.
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En el exterior de la mezquita.
Encontramos el alminar o torre, que suele tener forma prismática, cuyos orígenes se han de buscar en los zigurats mesopotámicos o en los mismos campanarios cristianos.
Otros elementos propios del edificio son: la fuente de las abluciones y la madraza o medersa, escuela aneja a la mezquita. Como otro edificio religioso también disponen de la zawiya, especie de convento.
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- Materiales y elementos arquitectónicos del arte Musulmán.
En general, el arte musulmán durante esta etapa emplea materiales pobres, sobre todo ladrillo con revoque en yeso, encima del cual se ponen todos los ornamentos posibles; los elementos de soporte se limitan al pilar, normalmente de ladrillo, y a columnas que suelen hacerse con material de acarreo; sólo a la Alhambra nos encontraremos con columnas propiamente árabes con capiteles originales.
Alterna en su cobertura tanto el dintel como la bóveda, o los emplea simultáneamente, los arcos tienen un extenso repertorio de formas, que van desde el medio punto hasta el mixtilíneo, también utiliza el estalactítico de herradura o el polilobulado.
Los arcos funden admirablemente la finalidad estructural y la ornamental, basada esta última casi exclusivamente en motivos vegetales y geométricos tendentes a lo abstracto (lacería y ataurique), y también con inscripciones decorativas de versículos del Corán.
2. El arte Cristiano del Románico.
Se ha llamado románico al primero de los dos grandes ciclos artísticos que se desarrollaron en Occidente durante la Edad Media; su nombre se explica por la indirecta procedencia de los romanos y porque floreció paralelamente a las lenguas románicas, es decir a las derivadas del latín.
Los orígenes han sido muy controvertidos, tradicionalmente se señala la región de italiana de Lombardía como núcleo original, desde donde irradió a toda la Europa medieval desde el siglo X hasta el XIII.
(Ver artículo Cristianismo y el Islam)
A la casi olvidada tradición romana y al sustrato prerrománico, se vienen a añadir las influencias orientales que irradia Bizancio o que penetran a través de la España musulmana; los principales vehículos de difusión son las peregrinaciones y la orden benedictina.
Las rutas de las peregrinaciones convergían en los Pirineos, desde donde por el camino de Santiago, se dirigían a la ciudad del Apóstol, primer centro de atracción de las peregrinaciones medieval en Europa.
1. Inicios del arte románico.
Alrededor de los siglos X al XII -paralelo al florecimiento del arte bizantino en el resto de Europa-, al oeste de Roma se desarrolló un arte llamado románico, por coincidir con la formación de las lenguas romances o románicas derivadas del latín (italiano, portugués, rumano, castellano).
Torre de Santo Tomé, en la capital toledana.
No fue un estilo unificado, porque se trató de la fusión de varias corrientes, entre ellas la bizantina y la romana que aún subsistían; el románico se extendió por las diversas provincias de lo que anteriormente había sido el imperio romano; pero ese territorio ahora sólo compartía la fe religiosa y no la férrea dirección de la Roma de tiempos imperiales.
2. Arquitectura románica.
Durante el románico la arquitectura respondía sobre todo a la intensidad de la fe cristiana; la religión llegó a ser tan importante que los monasterios, las residencias de monjes retirados a la vida religiosa, se convirtieron en los verdaderos centros de poder, incluso el económico y cultural.

San Martín de Fromista, en Palencia.
La solidez del edificio es el rasgo más característico de la arquitectura románica, su capacidad para evocar tanto la profunda religiosidad, como un cobijo ante todo estable y seguro; los anteriores edificios de las iglesias eran más oscuros e invitaban al recogimiento.

Fachada exterior del Monasterio de Cluny
Un lugar clave en la implantación y auge del románico fue el Monasterio de Cluny, en Francia, desde donde se dictaban normas para las construcciones que se hicieron en toda Europa.
Aún cuando tuvo rasgos locales en cada país, estas características se ven casi siempre en la arquitectura románica:
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- El uso de piedra como material predilecto, sustituyendo al ladrillo y al hormigón.
- Destacan de las bóvedas de cañón y las bóvedas de aristas como sistema constructivo.
- Los capitales tienen decoraciones variadísimas, desde figuras geométricas, pasando por formas vegetales hasta figuras animales como leones, pavos, etc.
- Algunas iglesias tienen detrás del altar el ábside, un espacio semicircular, como un cilindro vertical incrustado al cuerpo de la iglesia y cubierto por media cúpula.
- Los portarles ganan importancia y ostentan lo menor de la decoración de fachada; el tímpano generalmente se dedica a Cristo y la arquivolta escenas del Apocalipsis.
- Las criptas ubicadas debajo de las iglesias continúan la tradición de las antiguas catacumbas.

Claustro de la Abadía de Cluny en Francia
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Otros ejemplos del románico en Europa.
El vasto territorio donde floreció la arquitectura románica empezaba a mostrar las diferencias locales; por eso tiene sentido que mencionemos sus ejemplos, según las actuales repúblicas europeas, así geográficamente destacamos:
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- Francia: las iglesias de Provenza, las cuales conservan muy bien las formas propiamente románicas; como la catedral de San Pedro de Angulema, cuya fachada luce un gran despliegue escultórico.
- España: por sus muchas pequeñas iglesias del norte de España y la catedral de Santiago de Compostela, a la cual las peregrinaciones convierten en referencia especial del arte románico, aunque su fachada fue reformada con estilos posteriores.
- Italia: la Basílica de San Ambrosio de Milán.
- Alemania: en las catedrales de Maguncia y de Espira.
- Inglaterra: con la muy popular Torre de Londres.
- Suecia: la Catedral de Lund.
- Noruega: la Catedral de Nidaros en Trondheim .
3. La Pintura en el arte Románico.
Podemos decir que la pintura románica tiene como soporte la arquitectura y los libros, sobre los muros, en el interior de las iglesias, principalmente en la zona del ábside donde se encuentra al altar, se hallan las pinturas que se asemejan a los mosaicos bizantinos, tanto en sus temas y simbolismo como en la composición.

Mural y bóveda de pintura Románica.
El diseño y demás aspectos formales; son muy característicos los colores vivos (rojos, azul, amarillo, blanco, verde y negro), el dibujo delimitado con borde negro, las figuras planas (sin profundidad) y el carácter sagrado, más que realista; son notables los murales de las iglesias de Cataluña, España, y del centro de Italia.
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Escritura y las Bibliotecas monacales.
En los monasterios se produjeron y guardaron las más valiosas bibliotecas, formadas por hermosos libros escritos e iluminados con miniaturas, realizadas manualmente por maestros monjes que llegaron a marcar estilos artísticos; estas iluminaciones son mínimas obras de arte que mantienen características similares a las de los murales, sólo que emplean más colores; siendo el Evangelio un tema bastante común en aquellos libros.
Lectionario de Cluny.
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Evolución de la Pintura en el Románico.
Se desarrolla paralelamente a la escultura y su gran época es el siglo XII, presenta una gran unidad, ya que la procedencia es casi exclusivamente bizantina.
El Pantocrátor se pinta en el ábside, en otros lugares a la Virgen con el niño (aunque, en ocasiones, también aparece en el ábside), a los Apóstoles, a los Santos, etc.
La pintura es pedagógica y decorativa, por lo que el naturalismo, el color, la línea, se someten a esos fines, de ahí el esfuerzo del artista por esquematizar, por conferir majestad a las imágenes sagradas; el complemento decorativo son las bandas, los motivos vegetales o los animales fantásticos; se descuida el paisaje para centrarse en las figuras religiosas.
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- Abadías e iglesias en el resto de Europa.
El foco más importante de Francia lo tenemos en torno a la abadía de Saint Savin (Poitou), otros elementos importantes son Ligety Montoire, se emplean tonos claros y la perspectiva se obtiene mediante la diferenciación de colores y tamaños.
También se da la influencia bizantina, que se traduce en figuras vestidas con gran riqueza (frescos de Berzé-la-Ville, Saone-et-Loire); en Italia la influencia bizantina se centra, sobre todo en Venecia y en el Sur, el mosaico marca decisivamente las formas pictóricas (frescos de ábside de San Vincezo di Galliano).
En Alemania, son interesantes los murales de San Jorge de Oberzell, en Prüfening, iglesia baja de Santa María y Clement , en Renania, o la Isla de Reichenau, este último importante centro monástico con una abadía y varias iglesias donde pervivía la tradición otoniana.
En este período cobra gran importancia el esmalte, al principio se centra en la región Rin-Mosela, para fijarse en el siglo XIII en Limoges; los esmaltes de Limoges no presentan la misma finura que los de la escuela anterior, pero se imponen debido a la gran producción que sale de los talleres y tienen su influencia, fuera de Francia, en especial los esmaltes en el arte pre-románico de la península ibérica por diversos motivos
Se abandona el procedimiento de tabicado y se sustituye por el de ahuecado (champlevé), consistente en distribuir la pasta vítrea en hundimientos excavados en el metal; la escuela renana tiene su obra maestra en el arca de los Reyes Magos, de la que es autor Nicolás de Verdún (fines del siglo XII).
4. La Escultura, orígenes y desarrollo.
El origen de la escultura románica unos autores lo sitúan en Francia (Cluny, Lenguadoc, zona Sena Loira) y otros en España; en todo caso, es lo cierto que en el siglo XI se trabaja ya en varios talleres de estos países, de los que salen esculturas de clara influencia bizantina.
Las primeras figuras humanas, casi siempre ausentes en el arte prerrománico, eran rígidas y convencionales, el cuerpo humano se olvida, ocultándolo entre pliegues rectilíneos de túnicas y el escultor únicamente se esfuerza en reflejar en su obra un mensaje religioso.
Deducimos que escultura era de importancia segundaria en esta primera etapa, pues el artista labraba preferentemente estatuas adosadas o relieves: ábsides, portadas, fachadas, capiteles, etc… aún a riesgo, en ocasiones, de deformar las figuras para adaptarlas mejor al marco arquitectónico, sobre todo en el siglo XII.

El Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela.
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Figuras características del arte románico.
Además de figuras humanas, se prodigan los símbolos más o menos comprensibles, los seres fantásticos como las gárgolas e incluso escenas grotescas y humorísticas; más tarde, en el siglo XIII se produce una reacción contra las rigideces, los plegados y el pintoresquismo y se vuelve las miradas hacia la naturaleza y la sencillez.
Toda la escultura y la pintura románicas tendrán una clara y precisa función pedagógica, ya que era la forma más directa y efectiva de ilustrar en materia de religión, cuando a la mayoría de los fieles eran analfabetos.
Encontramos la imagen del Crucificado con los brazos muy abiertos, rígido, como hecho de una pieza, la Virgen es asimismo representada frontalmente en esta etapa, sentada en su trono, en las portadas suelen estar adosadas imágenes de los apóstoles y los profetas (en las jambas).
La figura que se más se representa en el tímpano es el Pantocrátor -Cristo en majestad-, rodeado por los símbolos de los cuatro Evangelistas (Tetramorfos), o bien el Juicio Final; al Cristo en majestad se le suele envolver en la mandorla o almendra mística.
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Policromados en el románico.
En esta etapa, la escultura estuvo subordinada a la arquitectura; esculpir fue el medio para decorar la arquitectura románica; se esculpían partes importantes de la estructura, sobre todo los portales o pórticos de las iglesias, los cuales se hacían con arcos de medio punto.
Sobre la puerta, en el tímpano se ubicaba el tema principal, generalmente la imagen de Cristo Juez rodeado por los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, o la Virgen en el trono con el Niño.
Uno de los más famosos portales es el pórtico de la Gloria, en Santiago de Compostela en España; son también muy valiosos los capiteles de las columnas en las iglesias y en los claustros de los monasterios como los de Santo Domingo de Silos, en Burgos, España, con temas muy variados, desde formas geométricas y vegetales hasta animales fantásticos y monstruos que tienen un especial valor simbólico.
Ene 8, 2023 | Aportaciones al campo social
Artículo redactado por José Jara
Uno de los tópicos sobre la Iglesia que suelen oírse repetidamente consiste en afirmar que desde el cristianismo no se ha hecho prácticamente nada positivo por afianzar la dignidad de la mujer frente al varón o, peor aún, que el papel de la Iglesia ha sido frecuentemente de incomprensión hacia la mujer impidiendo su desarrollo en la sociedad.
Sin embargo, si bien no encontramos grandes declaraciones magisteriales sobre la mujer de modo específico hasta la carta apostólica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II, la acción directa que ha ido poniéndose en práctica a lo largo de los veinte siglos de historia del cristianismo parece mostrar claramente que en este gran periodo de tiempo constantemente se ha optado por los hechos en vez de sólo las simples palabras, teniendo en cuenta también que los cambios de mentalidad no se consiguen siempre de un día para otro.
SUMARIO
1.- DE LOS GINECEOS DE GRECIA AL DERECHO ROMANO
2.- ¿DIACONISAS? ACLARACIONES
3.- EDAD MEDIA Y TIEMPOS LUMINOSOS
4.- DE LUTERO A NUESTROS DÍAS
DE LOS GINECEOS DE GRECIA AL DERECHO ROMANO

GINECEOS
Como muestra de las ideas preconcebidas que inundan nuestra concepción de la historia y de la sociedad, en una entrevista realizada a una actriz se le preguntaba cual hubiera sido su época ideal para vivir, a lo que ella respondió que, sin duda, la época de la Grecia clásica. Probablemente, como es bastante habitual, quien respondió no era consciente de que las mujeres en esa época no tenían derechos cívicos. No asistían a las grandes fiestas religiosas ni a los teatros y tenían prohibido acudir al gimnasio. Su lugar era el gineceo, una parte de la casa reservada para ellas, donde tejían lana en compañía de sus hijas (que no recibían instrucción hasta que se casaban con el hombre que su padre había elegido). Los varones, tal era la costumbre habitual, raramente invitaban a sus esposas a los banquetes organizados, prefiriendo la compañía de esclavas para divertirse. Respecto a los hijos, el esposo también podía decidir si la mujer debía abortarlo o simplemente abandonarlo después de nacer si no era de su agrado[1].
Afortunadamente, esta visión tan restrictiva sobre la mujer no se mantuvo en el desarrollo de la cultura del Imperio Romano, aunque la autoridad del “pater familias” también era indiscutible, pudiendo decidir no sólo el destino de los negocios familiares sino, al igual que en la Grecia clásica, la aceptación o el rechazo de los hijos que, si eran abandonados, solían ser recogidos por personas que aprovechaban estas vidas indefensas para convertirles en esclavos. Si la mujer quedaba viuda, las decisiones sobre sus bienes materiales pasaban a depender de otro varón de la familia, negándose a la mujer el derecho a decidir sobre los mismos. De hecho, los romanos no sólo aceptaban el divorcio por decisión del varón sino también el simple repudio sin necesidad de justificación consistente ni acusación probada, como muestra la conocida anécdota de Julio César cuando repudió a su mujer aduciendo únicamente que “la mujer del César no sólo ha de ser honrada, sino también parecerlo”.
¿Qué aportó el primitivo cristianismo sobre esta arraigada mentalidad de predominio del varón en la poderosa y consolidada sociedad romana? En primer lugar, se debería tener en cuenta que una de las novedades del Evangelio consistía en enseñar la igualdad del hombre y la mujer, la grandeza de la virginidad, en contraste con la legislación romana que prohibía el celibato[2], la dignidad e indisolubilidad del matrimonio en una sociedad que era plenamente divorcista. Por eso, aunque frecuentemente se ha malentendido a San Pablo cuando exhorta “Mujeres, sean dóciles a su marido, como corresponde a los discípulos del Señor. Maridos, amen a su mujer” (Colosenses, 3), esta segunda parte de la frase supone un gran cambio de paradigma ante la visión instrumentalizadora de la mujer que tenían los varones, circunstancia que se extendía a la prostitución.
Por contraste, el llamado “Himno al amor”, expresado en su carta a los Corintios es de una belleza literaria difícilmente alcanzable y expone un ideal de vida compartida igualmente exigente tanto para el hombre como para la mujer. En él afirma:
“Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, …” (Cor. 1, 13)
De hecho, la indisolubilidad y la fidelidad en el matrimonio aparecieron inicialmente como exigencias inauditas, no sólo en el ámbito romano sino también en la mentalidad judía del tiempo de la predicación de Jesús quien, a pesar de las reticencias que veía que despertaba su mensaje sobre la vida conyugal, no dudó en afianzarlo ante sus dubitativos primeros discípulos:
“Cualquiera que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera y quien se casa con una mujer repudiada comete adulterio” (Lc, 16: 18)”.
Es difícil para nuestra mentalidad actual llegar a comprender el grado de corrupción y de depravación moral en el que estaba sumida la civilización romana desde sus inicios hasta el siglo IV. Conocemos datos sobre los emperadores que, ciertamente, nos dan pinceladas sobre ello. Los hechos del emperador Cómodo, en cuyo harén había trescientas mujeres y trescientos muchachos[3], la lujuria del joven Heliogábalo, las acciones sin freno de Nerón o del emperador Tiberio o de su sucesor, Calígula, parecen la punta del iceberg de la extendida depravación reinante en la que la mujer frecuentemente quedaba reducida a ser alguien sin la mínima independencia o a ser un objeto sexual. Por eso, Minucio Félix[4], converso del siglo III, podía sin dificultad afirmar “¡Nos acusáis de falsos incestos, pero vosotros los cometéis verdaderos!”
¿DIACONISAS? ACLARACIONES
Como contraste, habría que mencionar el reconocimiento de la autonomía de la mujer dentro de la Iglesia mediante la institucionalización de la figura de diaconisas para atender viudas y huérfanos, personas excluidas de la comunidad ya en el ámbito judío y que pronto fueron vistas por la comunidad cristiana como necesitadas de una efectiva ayuda para dejar de ser marginadas por su ausencia de recursos de supervivencia. Esta eficaz labor caritativa sobre las mujeres fue encomendada a las diaconisas de las primeras comunidades cristianas, tal como nos han referido diversos textos:
«Es cierto que en la Iglesia hay un orden de diaconisas, pero no para ser sacerdotisas, ni para cualquier tipo de trabajo de la administración, sino por el bien de la dignidad del sexo femenino, ya sea en el momento del Bautismo, o de examinar a los enfermos o de sufrimiento, de modo que el cuerpo desnudo de una mujer no debe ser visto por los hombres al administrar los ritos sagrados como el bautismo por inmersión, sino por el diácono.» (San Epifanio, Panarion, 79:3 (AD 377), en JUR, II: 76.)[5]

Enfermería en la Etapa Vocacional
Esta función de servicio y no de búsqueda de poder ha estado siempre presente en la ingente labor humanitaria desarrollada por las órdenes religiosas femeninas que, a lo largo de la historia, han dado muestras incluso de heroísmo en el ejercicio de la caridad sin necesidad de reivindicar un sacerdocio femenino ajeno a la voluntad de Jesús de la que dan fe los Evangelios.
Respecto a esto último, parece importante reseñar que la Reforma Protestante impulsada por Martín Lutero, al disolver todas las comunidades monásticas, tanto de hombres como de mujeres, hizo un flaco servicio al sexo femenino pues dejó a las mujeres sin posibilidad de participación en la vida de la Iglesia, excluyéndolas de todo tipo de actividad eclesiástica institucional. De este modo, los deseos de vivir una vida de oración compartida comunitariamente o de dedicar sus capacidades a labores de asistencia organizadas institucionalmente mediante el apoyo mutuo, tal como se viven en la Iglesia Católica, se vieron frustradas en su totalidad. Quizás del sustrato de esa situación haya surgido la idea adoptada por parte de las comunidades protestante y anglicana de recurrir al sacerdocio femenino para dar cauce al deseo de mujeres de esas confesiones religiosas de vivir una vida consagrada dentro de la estructura eclesiástica, a pesar de que ello ha supuesto romper con lo que marcan las Sagradas Escrituras y la Tradición de la Iglesia refrendada unánimemente por los Santos Padres que han abordado este tema.
EDAD MEDIA Y TIEMPOS LUMINOSOS
Aunque ya es un tópico asociar el concepto de Edad Media con unos supuestos “tiempos oscuros” del desarrollo de nuestra civilización, posiblemente nada hay más lejos de la verdad y son abundantes los tratados y textos eruditos sobre el desarrollo progresivo de la ciencia y las artes, tanto arquitectónicas, con la deslumbrante edificación de catedrales, como de la pintura o la literatura y la poesía expresada a través de cantigas, leyendas o cantares épicos sobre los héroes de ese tiempo, a los que habría que sumar el amor cortés expresado en los ideales de caballería que configuran sagas heroicas de la época. Para no extendernos sobre este tema sobre el que hay abundante literatura especializada, merece la pena volver a ahondar sobre lo que supuso la defensa de los valores de la dignidad femenina en esta época y quizás el contraste más aclaratorio sea ver la consideración que las mujeres recibieron a partir del siglo VII con la aparición del Islam.
Como punto de partida, no se suele ponderar adecuadamente lo que supuso la defensa del matrimonio monógamo e indisoluble en la civilización de inspiración cristiana frente a la aceptación de la poligamia en el mundo musulmán. Sin embargo, la poligamia ha sido y sigue siendo un punto de inflexión que ha supuesto una fuente de humillación para no pocas mujeres y que tuvo su máxima expresión en la instauración de harenes o serrallos como lugar de confinamiento de las mujeres para uso y disfrute sexual del varón que regentaba dichos lugares y para los que se contaba no sólo con la aquiescencia del pueblo, que colaboraba a ello, sino también con la degradante existencia de eunucos como guardianes encargados de mantener la reclusión de estas mujeres, esposas y concubinas, del dueño del harén.
Según la Enciclopedia Iránica, la práctica de tomar grandes números de esposas o concubinas y mantenerlas en áreas apartadas solo empezó en Irán con las primeras conquistas de los medos. Por ejemplo, Estrabón en su Geografía escribe que:
«La costumbre entre los medos]de que los reyes tengan muchas esposas es más general, se encuentra también entre las tribus de las montañas, pero no se les permite tener menos de cinco. De igual manera, a las mujeres les parece honorable que los esposos tengan tantas esposas como puedan, y consideran que es un infortunio tener menos de cinco.» El objeto de estas prácticas era el de tener muchos hijos.
(Harenes)
Una muestra del afán de acaparar mujeres para usarlas como objeto de consumo sexual aún se recuerda hoy en día en la conmemoración anual en León del Tributo de las Cien Doncellas que los habitantes del reino de Asturias y León se vieron obligados a aportar repetidamente al Emirato de Córdoba. Parece constatado que en 788, los condes Arias y Oveco se rebelaron contra el rey Mauregato y lo mataron como venganza de haber otorgado a los moros tal tributo a pesar de lo cual, Abderramán II posteriormente se atrevió a exigir de nuevo esta humillante sumisión. Asimismo, en la iglesia románica de Carrión de los Condes se encuentra un antiguo cuadro que representa la liberación del tributo[6]. Se podrían contar muchas más cosas sobre la situación de la mujer existente en varios países islámicos que todos conocemos. Frente a esto, la civilización cristiana occidental de la Edad Media supuso un muro de contención, no dejándose contagiar por esa visión tan restrictiva sobre los derechos de la mujer.

Estampa de mujeres en el Edad Media
De hecho, durante el amplio periodo de tiempo de la Edad Media hay múltiples testimonios de mujeres que llevaron a sus esposos o familiares hacia el cristianismo, citándose como algunos ejemplos ilustres a Clotilde, esposa del rey Clodoveo de los francos, Euduvigis de Bohemia o Olga de Kiev, provocando incluso que pueblos enteros aceptasen el cristianismo a través del ejemplo de conversión de sus reyes. Estas mujeres debieron encontrar en los ideales cristianos una fuente de liberación y no de opresión frente a la visión del paganismo, ya que en caso contrario es poco probable que hubieran actuado de este modo. Simultáneamente, en esta época vemos que incluso ejércitos organizados fueron capaces de aceptar el liderazgo femenino en el campo de batalla, como ocurrió con Matilde de Inglaterra, Isabel, la loba de Francia, o Margarita de Anjou, sin poder olvidar el caso particular de Juana de Arco, pero quizás el mayor exponente de mujer respetada y valorada en su tiempo sea el de Leonor de Aquitania quien, no sólo participó en la segunda cruzada sino que fue una hábil diplomática tejiendo conspiraciones y alianzas entre los poderosos de su tiempo y que nos dice mucho sobre la consideración de la mujer en esa época.
Asimismo, es significativo comprobar el progresivo, aunque lento, cambio de mentalidad respecto a la capacidad de la mujer para participar en tareas profesionales estimadas por su gran responsabilidad. De modo que, mientras en el siglo IV a.C. la mujer que quería ejercer la medicina no parecía tener otra opción que disfrazarse de hombre, como fue el caso de Agnódice. En el siglo XI, vemos que en plena Edad Media en Salerno, cerca de Nápoles, se funda la primera escuela médica laica a la que ya tenían acceso las mujeres. En ella, las estudiantes de medicina podían acceder a conocimientos médicos amplios, más allá de los relacionados con las tareas de las parturientas. De hecho, una de las figuras más relevantes de esta escuela fue una mujer, Trótula de Salerno, cuyos escritos sobre ginecología fueron referencia durante varios siglos.
En el ámbito estrictamente eclesiástico también es de destacar cómo se fue dotando a las mujeres de una cada vez mayor responsabilidad ya que, si bien en la primera época del monacato los conventos femeninos estaban puestos bajo la custodia y protección de monjes varones, progresivamente esos lazos fueron desapareciendo y se aceptó que religiosas, como la famosa Hildegarda de Bingen, lograran dirigir sus propias comunidades con completa autonomía. El exponente máximo de esta aceptación quizás sea el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, en Burgos, ya que este monasterio cisterciense acumuló tales privilegios, autonomía y poder desde el siglo XII que sus abadesas gobernaban la vida monacal, pero también medio centenar de villas y sus tierras. Gracias a su propio fuero impartían justicia y controlaban impuestos. En resumen: estaban por encima de la curia episcopal y sólo debían obediencia al Papa. Algo similar respecto al status femenino hubiera sido impensable en otras culturas de esa época.
Sería conveniente hacer referencia a la monja alemana Hroswitha o Roswitha de Gandersheim que vivió en el siglo entre 935 y 1002, quien por un viaje que realizó a Córdoba, durante el califato de Abderramán III, dijo de esta que era el ornamento del mundo.
DE LUTERO A NUESTROS DÍAS

Lutero y su familia
Merece también destacarse que la doctrina de la Iglesia respecto al matrimonio ha sido constante, desde San Agustín presentando la unión conyugal como un sacramento por el que el propio acto conyugal puede ser considerado incluso meritorio y santificante según afirma también Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, el pensamiento de Martín Lucero al introducir la reforma protestante que posteriormente degeneró en la ruptura más abrupta de la unidad de la Iglesia introdujo un planteamiento equivocadamente puritano considerando a la mujer como una mera ocasión de pecado, aunque lo consideraba perdonable debido a la necesidad de procrear. De hecho, son conocidos algunos de sus textos sobre este tema en los que afirma: “las mujeres evidentemente no pueden servir más que para el matrimonio o para la prostitución” o también “Tan pronto como cualquier hombre sienta en sí la plenitud de los fueros del macho, tome una mujer y no tiente a Dios. Para eso la doncella tiene su sexo de mujer; para que le suministre al hombre un remedio saludable para evitar el onanismo” y, lo que es menos conocido, con esos postulados llegó también a justificar que la poligamia no es opuesta a la Sagrada Escritura proponiendo al rey Enrique VIII que, dejando aparte problemas de conciencia, mantuviera una relación de bigamia con su legítima esposa y con su concubina nombrándolas reinas a ambas simultáneamente[7]. Afortunadamente, suponemos que la influencia de su pensamiento respecto a la consideración de la mujer en el ámbito protestante no fue aceptada por los reformadores posteriores.
Actualmente, podríamos afirmar que la emancipación de la mujer y el reconocimiento de sus derechos inherentes a su dignidad han dado un paso de gigante en el siglo XX y, aunque la Iglesia no formó parte activa del movimiento sufragista que reclamaba el derecho al voto femenino, sí que podemos decir que las obras asistenciales impulsadas por la Iglesia Católica se han posicionado, incluso de forma muchas veces heroica, promoviendo el acceso de la mujer en países en vías de desarrollo a la educación y a actividades de formación profesional que permitan su desarrollo autónomo y su revaloración en la sociedad. Son ejemplo de todo esto las misioneras que dedican su vida a estas labores fomentando escuelas, hospitales, y dando formación a mujeres sin importar su procedencia étnica o religiosa.
Asimismo, es de destacar la evangelización y la inculturación de tribus africanas, como los temibles barabaig en Tanzania, llevándolos a abandonar la violencia a través de la presencia de religiosas, o el proyecto Harambee, que promueve en Kenia formación específica para mujeres. En nuestras sociedades supuestamente civilizadas, una de las actividades más valientes y comprometidas es también la atención directa a las mujeres que han adoptado la prostitución como forma de vida y para las que no se ha ofrecido una alternativa a pesar de que deseen salir de su situación. De nuevo, las personas vinculadas a la Iglesia están ahí, en primera línea luchando por los derechos de la mujer, al igual que en la asistencia a mujeres con embarazos en situación de vulnerabilidad que no desean abortar si se les dan las ayudas necesarias para llevar sus embarazos a término. Como vemos, en todas estas ocasiones las palabras solas no bastan y son las obras las que nos muestran lo que ha sido el persistente compromiso de la Iglesia con la dignidad de la mujer.
[1] Perrudin F, Beaumont E, Allemand S.. Civilizaciones antiguas. Editions Fleurus., 2000. p 38-39.
[2] Hamman, Adalbert. La vida cotidiana de los primeros cristianos. Ed Palabra SA. Madrid, 1985. p 61-67.
[3] Op cit p 63
[4] Op cit p 63
[5] Diaconisas: Citado en «Religión en Libertad, Mujeres Sacerdotes«
[6] «El tributo de las 100 doncellas»
[7] Ravasi, Javier. Luterándonos. Vida y obra de un fraile alemán. Parresía Ediciones. Madrid, 2017. p 41-43.
Dic 1, 2022 | Iglesia y Civilización, La Iglesia y la ciencia
Artículo redactado por Javier Espinosa
¿Es el caso Galileo una prueba del fanatismo de la Iglesia y de su oposición a la ciencia? Los enemigos de la Iglesia lo utilizan como arma arrojadiza, afirmando incluso, que Galileo fue torturado y quemado en la hoguera.
Nada más lejos de la realidad. Se trata, sin duda, de un caso complejo que afectó a diversas áreas del conocimiento de la época, en el que la Iglesia también se vio implicada y que acabó con una condena a Galileo por desobediencia.
Probablemente fue el primer caso en el que se puso de manifiesto ese diálogo entre la fe y la ciencia.
SUMARIO
1.-Acusación de Galileo ante el Santo Oficio. Proceso de 1616
2.- La condena de 1633
3.- El caso Galileo, ¿caso cerrado?
4.- Fe y ciencia se necesitan
5.- Bibliografía
Acusación de Galileo ante el Santo Oficio. Proceso de 1616
En este contexto tan complejo Ludovico de Colombe, erudito aristotélico, creó “La liga de las palomas”, un grupo de intelectuales y eclesiásticos, para desprestigiar las ideas de Galileo. Uno de sus miembros, Tommaso Caccini, fraile predicador dominico, acusa a Galileo en 1615, ante el Santo Oficio (la Inquisición romana), de defender públicamente el heliocentrismo. La acusación se basó en una carta que Galileo había escrito en 1613 a su amigo Castelli. En uno de sus párrafos decía:
“…si bien la Escritura no puede errar, también es cierto que a veces puede errar alguno de sus intérpretes o expositores, de diferentes modos: entre ellos, uno gravísimo y muy frecuente sucede cuando uno se aferra siempre al puro significado de las palabras[…] puesto que sería necesario poner en Dios pies y manos y ojos, y también efectos corporales y humanos, como ira, arrepentimiento, odio, e incluso a veces olvido de las cosas pasadas […] pero son dichas de ese modo para acomodarse a la incapacidad del vulgo […] creo que se obraría con prudencia en no permitir que se utilicen los lugares de la Escritura para obligar a tener por verdad una conclusión natural cuya falsedad podría llegar a ser mostrada un día por el sentido y la razón demostrativa”
En febrero de 1616 la comisión del Santo Oficio dictamina que, decir que el Sol está inmóvil y la Tierra gira a su alrededor, es una proposición falsa “formalmente herética”.
Los cardenales, miembros de la Congregación del Índice, Bonifacio Caetano y Maffeo Barberini (futuro papa Urbano VIII) se opusieron a esta propuesta y convencieron al Papa Pablo V de que no podía ser calificada como herética una teoría que había sido aceptada por la Iglesia como hipótesis y utilizada para la elaboración del Calendario Gregoriano. Finalmente, en el documento que emite la Congregación del Índice no aparece la calificación formal de “herética” para la teoría copernicana.
“Cuando se dispusiese de una verdadera demostración de que el Sol está en el centro del mundo […] entonces habría que andar con mucha consideración en la explicación de las Escrituras que parecen contrarias, y decir que no las entendemos más bien que decir que es falso algo que se ha demostrado… Pero no creeré que haya tal demostración hasta que no sea mostrada» (El proceso a Galileo a través de sus textos, Ignacio Solís, 2021 pág. 241)
El Papa encarga al cardenal Belarmino que simplemente amoneste a Galileo para que abandone la teoría copernicana. No se trató de un juicio público, sino de un encuentro privado que pasó tan desapercibido que la admonición quedó como un documento olvidado en los archivos de la Congregación. En él no se acusaba de herético el heliocentrismo, sino de “falso y del todo contrario a la Escritura”.
Galileo se muestra contento con este desenlace ya que la teoría copernicana no se ha declarado herética, sólo discordante con la Escritura. Vuelve a Florencia y continúa con su vida ordinaria, sabiendo que no podía defender el heliocentrismo en público, pero satisfecho también porque el heliocentrismo no había sido declarado herético y por el hecho de que el Cardenal Belarmino había dejado abierta la puerta a considerar la explicación de la Biblia, en caso de que hubiere una verdadera demostración de que el Sol está en el centro del mundo.
La condena de 1633
En 1623, el cardenal Barberini es elegido Papa con el nombre de Urbano VIII, amigo de Galileo. Le recibe en audiencia varias veces. Aunque no tenía el copernicanismo como herético, lo consideraba difícilmente demostrable. Como consecuencia de estos encuentros, viendo el viento a favor, Galileo decide dar a conocer al mundo la demostración del movimiento de la Tierra y acomete la tarea de escribir, a finales de 1624 “Diálogo sobre las mareas”.
Habla con el Papa de este proyecto y éste le recomienda cambiar el nombre, ya que el elegido parecía inclinarse claramente por el heliocentrismo (Galileo consideraba que las mareas eran debidas al movimiento de la Tierra). La obra se publicó con el nombre de “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, el ptolemaico y el copernicano”.
Terminada la obra, Galileo se desplaza a Roma para obtener la licencia de impresión. Es recibido por el papa, que ve con buenos ojos la obra, tal y como le es presentada por Galileo, en la que los dos sistemas se presentan en pie de igualdad, no duda en escribir a su secretario de Estado, Cardenal Ciampoli, para que se autorice su impresión.
Pero Galileo no había sido del todo sincero, ya que, en la obra, uno de los personajes llamado Simplicio que es quien defiende el geocentrismo, utiliza las tesis del Papa y siempre sale perdiendo e incluso llega a ser ridiculizado.
Finalmente, Galileo reconoció que en su obra había expuesto argumentos en favor del heliocentrismo, no por mala fe, sino por vanagloria y por mostrarse más ingenioso que el resto de los mortales. El 22 de junio de 1633 se leyó la sentencia en la que se podía leer:
“… quedas ante este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía […] y defender como probable una opinión después de ser declarada y definida como contraria a la Sagrada Escritura”
Galileo se vio obligado a abjurar de su opinión y esto facilitó la conmutación de la pena de prisión por la de arresto domiciliario, arresto que acabó en su propio domicilio en las afueras de Florencia, en donde permaneció hasta su muerte. En este periodo de reclusión Galileo publicó una de sus obras más importantes donde se exponen los fundamentos de la física moderna. Cincuenta años más tarde Newton, basándose en ella publicaría los Principios matemáticos de la filosofía natural, obra que es considerada como el inicio de la ciencia experimental moderna.
El Caso Galileo, ¿caso cerrado?
En 1741, el papa Benedicto XIV ante la prueba óptica de que la tierra seguía una órbita alrededor del Sol, hizo que el Santo Oficio concediera el imprimátur a las Obras Completas de Galileo
La demostración del heliocentrismo que hubiera convencido al cardenal Belarmino llegó con Isaac Newton, al formular su teoría de la gravitación universal, en 1687 y se completó en 1838, cuando Friedrich Bessel pudo medir la paralaje.
San Juan Pablo II, en 1979 expresó su deseo de abrir una comisión que investigara a fondo el caso, la comisión se constituyó el julio de 1981 y los trabajos concluyeron en 1992 con una audiencia del Papa que ha querido ser la clausura oficial por parte de la Iglesia del caso Galileo. El cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, coordinó la comisión y leyó sus conclusiones. Acabó su intervención diciendo:
“En esa coyuntura histórico-cultural, tan lejana de nuestro tiempo, los jueces de Galileo, incapaces de separar la fe de una cosmología milenaria, creyeron, erróneamente, que la adopción de la revolución copernicana, por lo demás aún no probada definitivamente, podía echar por Tierra la tradición católica, y que tenían el deber de prohibir su enseñanza. Ese error subjetivo de juicio, tan claro para nosotros hoy, los llevó a una medida disciplinar por la que Galileo tuvo que sufrir mucho. Es preciso reconocer con lealtad esos errores, como usted, Santidad, lo ha pedido”.
El Santo Padre, en su discurso admitió también el error de la Iglesia:
“…al trasladar indebidamente al campo de la doctrina de la fe una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica”.
También dijo que del caso Galileo se deben sacar enseñanzas:
“Los teólogos tienen el deber de mantenerse habitualmente informados acerca de las adquisiciones científicas para examinar, cuando el caso lo requiera, si es oportuno o no tomarlas en cuenta en su reflexión o realizar revisiones en su enseñanza”
Fe y ciencia se necesitan
En el mundo actual en el que la verdad no tiene valor alguno y vive de espaldas a Dios, la ciencia se desarrolla y avanza, en muchos casos, de espaldas a la verdad y al margen de todo cuestionamiento ético y moral y nos conduce, si no lo remediamos, al abismo.
Hoy día ya son muchos los que no cuestionan la compatibilidad entre fe y ciencia. Benedicto XVI decía que todo lo que es racional es compatible con la fe revelada por Dios y con las Sagradas Escrituras. Los católicos debemos tener claro que fe y ciencia se complementan y se necesitan: la ciencia necesita de la fe para desarrollarse en armonía con la naturaleza, con el hombre y con Dios. La fe necesita de la ciencia para descubrir la grandeza de Dios y darle gloria.

BIBLIOGRAFÍA
- El proceso de Galileo a través de sus textos. Ignacio Sols. Colección Argumentos para el siglo XXI (Edición digital)
- Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano. Galileo Galilei. Alianza Editorial
- Cómo la Iglesia construyó la civilización. Thomas E. Woods Jr. Editor digital: Titivillus – 2005
- Enciclopedia Historia del Mundo. Tomo 8. José Pijoan. Salvat Editores- 1969
- Wikipedia
Dic 1, 2022 | Iglesia y Civilización
Autor: Manuel Villegas Ruiz
SECUNDA PARTE
| Durante el siglo XVIII se originan una serie de corrientes dirigidos a la descristianización de Europa, por una parte las procedentes del Reino Unido: la Ilustración y la Masonería especulativa y por otra, la Revolución francesa. |
Contenido:
1.- La Ilustración
2.- La Masonería y la Revolución Francesa
3.- El pillaje de los bienes eclesiásticos
3.1 La usurpación de los bienes de la Iglesia católica
3.2 La inefectividad de las desamortizaciones
4.- La deuda de Europa con el cristianismo
1.- LA ILUSTRACIÓN
Nace en Gran Bretaña, donde algunos de los rasgos fundamentales del movimiento se dieron antes que en otro lugar y, poco a poco, se fue extendiendo por toda Europa, e incluso llegó a las colonias americanas, pero en el país en el que realmente se asentó fue en Francia, en la que la admiración por la cultura y las tradiciones inglesas, fueron difundidas por Voltaire, como hemos dicho, conformando en este momento su cuerpo ideológico

2.- LA MASONERÍA y LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Hoy en día es notoriamente conocido y aceptado por la investigación histórica que la masonería ejerció una gran influencia intelectual en le Revolución francesa. Una prueba concluyente de ello es el área de prestigio social de importantes ilustrados y revolucionarios franceses. Los masones se encontraron en posiciones muy próximas a las defendidas durante le primera fase del movimiento revolucionario (1789-1791).
Así define la connivencia entre los preceptores de la Revolución francesa y los masones Helmut Reinalter, historiador de la Universidad de Innsbruck, especialmente conocedor este movimiento que trastocó Europa.
3.- EL PILLAJE DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
3.1 La usurpación de los bienes de la Iglesia católica
Fue precisamente un obispo francés renegado, Charles de Talleyrand, quien deseoso de apoderarse, junto son los cabecillas de la Revolución, de la riqueza de la Iglesia puso en práctica la idea de que esta tenía muchos caudales y que estaba obligada a darlas al Estado para que este las administrase.
Las usurpaciones, expoliaciones y despojos que llevaron a cabo fueron sin cuento, pero consideramos conveniente que nos detengamos con más minuciosidad en las que se realizaron en nuestra Patria
La expropiación de los bienes de la Iglesia católica en España ha sido un asunto recurrente al que se ha acudido cada vez que, por falta de una eficaz política renovadora de nuestra economía, los políticos han saqueado las posesiones eclesiásticas, la mayoría de las veces con un propósito demagógico, pero con un indiscutible fin de desposeer a la Iglesia de su patrimonio, en beneficio, la mayoría de las veces, de las clases pudientes. Por ello no es de extrañar que en nuestro país se haya recurrido a ello más de una vez, casi siempre impulsada por políticos masones.
Han sido varias las llevadas a cabo durante el Siglo XIX, que es cuando la Masonería comienza a asentarse con firmeza en nuestra Patria y sus adeptos empiezan a ocupar puestos de gran relevancia en los distintos gobiernos españoles.
La primera fue la llevada a cabo por el valido de Fernando VII, masón como él, Manuel Godoy, en tiempos de Carlos IV.
Sin detenernos a exponer el latrocinio que realizó en el tesoro de España en su propio beneficio, diremos que, con la excusa de sanear la Hacienda Pública, deteriorada por las guerras de esta con el exterior, se apoderó, no solo de los bienes que la Iglesia poseía, sino que arrebató los pertenecientes a los hospitales, casas de misericordia y hospicios regentados por comunidades religiosas.
Segunda. No tardó mucho tiempo en que los acérrimos enemigos de la Iglesia católica, es decir los masones, esta vez reunidos en las Cortes de Cádiz, propugnasen una segunda desamortización que se llevó a cabo entre 1810 y 1814. Por ella se incorporan al Estado los bienes de los monasterios y conventos previamente disueltos por las Cortes.
Tercera. En tiempos de la regencia de María Cristina, o sea, allá por 1836, tiene lugar la tercera expoliación de los caudales de la Iglesia, conocida como la de Mendizábal. La propugnan los liberales progresistas que copan el Gobierno y que, si no todos, la mayoría son masones.
3.2 La inefectividad de las desamortizaciones
Aunque todas las expropiaciones tuvieron, más o menos el mismo resultado, conviene que nos fijemos especialmente en esta, ya que al socaire de que se realizaba como una medida social, el proceso no tuvo efecto igualitario alguno, pues los bienes que se secuestraron, al ponerlos en venta mediante almoneda, pasaron a engrosar el patrimonio de los poseedores del caudal suficiente como para poder pujar y hacerse con ellos, por lo que no se creó ninguna nueva clase media que se pudiese beneficiar de los despojos eclesiásticos. La consecuencia fue que en sur de España aumentaron los latifundios, haciendo más ricos a los que ya poseían mucho, y en el Norte aumentaron los minifundios. El flujo del capital apetecido tampoco llegó, puesto que el dinero advino con lentitud, como con cuentagotas, por lo que los beneficios para el Estado fueron inapreciables.
Por último, sí se consiguió el fin que persiguen todos los masones, es decir atacar a la Iglesia.
La cuarta y última, llamada desamortización Civil o General de Madoz, se llevó a cabo en el conocido como Bienio Progresista, o sea, 1854-1855, también impulsada por los liberales progresistas. Se perseguía principalmente la desamortización de los bienes de los ayuntamientos (los propios y los comunales), y los de la Iglesia. A esta hay que desposeerla de cualquier vestigio de propiedad que le quede.
Las posesiones arrebatadas a lo que ellos llamaban “manos muertas”, fueron a parar a los grandes terratenientes que tuvieron dinero para adquirirlas y no al pueblo que, en teoría, debería de poseer esos bienes despojados a sus legítimos dueños.

4.- LA DEUDA DE EUROPA CON EL CRISTIANISMO
Llegado este momento consideramos que deberemos de exponer, aunque sea someramente, los frutos que las distintas naciones que componen esta vieja Europa han recogido del árbol de la Cristiandad.
Son bienes objetivos e innegables que, ya se tratase del cristianismo o de otra corriente religiosa, filosófica o política, no se podrían ocultar.
Las invasiones de los pueblos bárbaros dejaron muy mal trecho el bagaje cultural de las civilizaciones pilares de nuestra civilización. Nunca sumido en tinieblas como ciertos historiadores, sin mucha información, preconizan.
Benito de Nursia, Patriarca de los monjes de Occidente, asentó las bases del monaquismo posterior y fue a partir de entonces, siglo VI en adelante, cuando los monjes de diversas órdenes religiosas, siguiendo su norma ora et labora, se encargaron de recoger todos los saberes y conocimientos greco-romanos.

Ellos en las grandes bibliotecas de los monasterios recopilaron todo lo que nos habían legado los autores de las culturas anteriores.
En estos lugares llamados scriptorium, sentados en pupitres, escribían lo que dictaba desde un atril otro monje,
Si no hubiese sido por ellos, hoy desconoceríamos las obras de Homero, Platón, Aristóteles y el resto de los sabios griegos, así como los trabajos de Cicerón, Virgilio, César y tantos otros.
Los conocimientos de medicina griega también fueron ellos los que nos los transmitieron, ya que desde los primeros siglos fue practicada sobre todo por los monjes que poseían también conocimientos sobre las propiedades curativas de las plantas.
Durante esta lejana época lo que podríamos llamar medicina se encontraba en manos de curanderos y de los remedios brujeriles, además de unos llamados cirujanos con escasos conocimientos de medicina que eran más prácticos en remediar fracturas que en sanar auténticas enfermedades, por lo que aquellos que no confiaban en estos medios que consideraban supersticiosos, no tenían más remedio que acudir a los monasterios en la confianza de que serían atendidos por personas que habían dedicado su vida a Dios.
Los monjes tenían que tratar a todo enfermo que necesitase su ayuda, sobre todo a los más menesterosos que no podían hacer frente a los gastos que ocasionaría la curación de su enfermedad, de ahí que la aplicación de los saberes de los religiosos fuese especialmente una obra de caridad.
Éstos, en su deseo de mejorar sus conocimientos, se dedicaron con ahínco y tesón al estudio, conocimiento y trasmisión de los métodos clínicos hasta que aparecieron las universidades en las que se reglaron tales estudios.
Pero la tarea de estos monjes, oscuros y desconocidos no se limitó al legado de conocimientos en medicina. Encerrados en sus primitivos laboratorios, se dedicaron a mezclar los jugos de las plantas que, tras diversos procesos que no vienen al caso mencionar, nos proporcionaron muchas de las medicinas, la farmacopea, o elaboración de los medicamentos, nace en los monasterios, bebidas, licores y refrescos que hoy conocemos.
Cuando pensamos en un buen vino, enseguida nos viene a la memoria Francia que, casi sin lugar a duda, heredó de los romanos, junto con Hispania, el conocimiento y cultivo de las vides. Una de las plantas con la que más profusamente trabajaron los monjes, sobre todo los benedictinos franceses, fue con esta, de la que consiguieron sus mejores logros, pues receptores de los conocimientos romanos comenzaron a labrar con ahínco la tierra. El tesón con el que la estudiaban para conocer todas sus propiedades que podría transmitir al cultivo vinícola era desmesurado, pues hay escritores que manifiestan que los monjes de la Borgoña probaban directamente la tierra para conocer cuál sería la mejor para las vides. De este tesón, dedicación y profundo conocimiento de las propiedades no solo de las plantas, sino también de las tierras más apropiadas, nos han legado posiblemente los caldos mejores que puedan existir en el mundo.
Si hablásemos de repostería, ¿con qué podríamos pagar a las monjas de clausura de tantos y tan diversos monasterios que nos han legado el placer de que degustemos tan gran variedad de dulces?
Nov 24, 2022 | Iglesia y Civilización
Autor: José Jara
Médico. Ex-Profesor de Bioética y de Historia de la Medicina en la Universidad Francisco de Vitoria
CONTENIDO
1 – Introducción
2 – Valor de la vida en la cultura greco-romana
3 – Infanticidio en la actualidad
4 – Implicación de la Iglesia
1 – Introducción
Entre los hechos poco conocidos de la historia del Imperio Romano se encuentra la práctica común del infanticidio, que hoy en día nos parece abominable pero que, durante siglos, fue una costumbre totalmente asumida por el Derecho romano que atribuía a la patria potestad en la figura del “pater familias” un poder de decisión omnímodo sobre la vida de sus hijos, lo que incluía la posible venta de los niños concebidos dentro del matrimonio y el abandono de los mismos (dando lugar al concepto de “expósitos”). Muchos de estos niños abandonados solían acabar en la esclavitud, el amancebamiento, la pederastia o la prostitución y, aunque esta infame práctica creemos que ha desaparecido a lo largo de la historia, su persistencia parece seguir existiendo en ambientes marginales de algunas culturas asiáticas y está siendo reivindicada, asombrosamente, por algunos especialistas en bioética desde ámbitos académicos aún en nuestros días

Fig 1 http://casaguadalupe.es/wp/wp-content/uploads/2016/01/Escultura-de-Martin-Hudacek-1024×611.jpg
2 – Valor de la vida en la cultura greco-romana
El desprecio sobre la vida humana en la fase inicial de su desarrollo ciertamente no fue ideado por los habitantes de la península itálica, sino que tenía antecedentes bien definidos en la cultura heredada de la Grecia clásica de la que Roma llegó a ser una gran admiradora. El paradigma de la mentalidad eugenésica sobre los neonatos parece proceder inicialmente de Esparta, donde a los recién nacidos con algún defecto físico o con una complexión insuficiente (nacidos de bajo peso, posiblemente entre ellos) a los que no se suponía aptos para el uso de las armas, se los asesinaba inmediatamente arrojándolos desde la ladera del monte Taigeto. Asimismo, tal como recoge Guillermo Buhigas en su excelente texto Eugenesia y Eutanasia [1], Platón llevó incluso a proponer en su obra la República (volumen 5) que se asesinara a los hijos de ciudadanos de poco mérito social y a todos los nacidos fruto de relaciones previas a la edad en la que estaba permitido procrear. Aristóteles, de modo similar, proponía el aborto de los engendrados en las mujeres que ya hubiesen dado a luz el número de hijos asignados por la ley.
No es de extrañar, por tanto, que, en las Doce Tablas de la ley romana, que se aceptaron como fuente inicial del Derecho en Roma hacia el siglo V a.C., veamos que ya en ese texto se recoge la aprobación jurídica de matar al niño que naciera con malformaciones recordando la máxima de Plutarco al recordar las costumbres de los espartanos: “Dejar con vida a un ser que no sea sano y fuerte desde el principio no resulta beneficioso ni para el Estado ni para el individuo mismo “.

Fig 2. Abandono de Rómulo y Remo
https://www.ancient-origins.es/sites/default/files/Abandono-Romulo-y-Remo.jpg
Esta legislación se mantuvo como referencia jurídica, tal como señala Marco Tulio Cicerón en su obra De Legibus, durante varios siglos, incluyendo la época posterior a la presencia de Nuestro Señor Jesucristo y a la difusión de sus enseñanzas en Roma a través de los apóstoles durante los años en los que el cristianismo era visto como una religión con unos preceptos extraños, que chocaban con la difundida amoralidad del pueblo y sus dirigentes. Por eso, con total impunidad, Séneca (4 a C – 65 d. C), preceptor y consejero de Nerón, pudo escribir “Exterminamos a los perros rabiosos, matamos a los toros indomables, degollamos a las ovejas enfermas por temor a que contagien al rebaño, asfixiamos a los fetos monstruosos y hasta ahogamos a los niños si son débiles o deformes. Parece razonable, por tanto, separar a los individuos sanos de aquellos que pueden corromperlos” (LA Séneca. De la ira. XV).
Como muestra de la insensibilidad hacia estos niños en la antigüedad, en los desagües romanos se han encontrado restos de huesos procedentes de neonatos como su fueran parte de la basura allí arrojada. Según G Buhigas, una de las formas más comunes para perpetrar estos infanticidios era untar el seno de las madres con residuos de opio. Se provocaba así una muerte dulce, de modo similar a la forma en que se realizan hoy las eutanasias en enfermos supuestamente incurables.
3 – Infanticidio en la actualidad
¿Es, por tanto, el infanticidio algo que, afortunadamente pertenece al pasado y que la civilización ha logrado que quede en un rincón de la Historia? Desgraciadamente, no parece que sea esa la realidad. Cuando los primeros jesuitas, con Mateo Ricci entre ellos, llegaron a China a finales del siglo XVI quedaron impresionados con la extensión de la prostitución entre las poblaciones locales, la corrupción de sus funcionarios y, sobre todo, con los infanticidios masivos. En pleno siglo XIX el misionero recientemente canonizado San Giovanni Freinademetz describió que “los chinos tienen costumbre de abandonar el propio hijo o simplemente intercambiarlo o venderlo. Uno de nuestros mejores cristianos, antes de su conversión, había matado a su hija arrojándola contra piedras simplemente porque lloraba demasiado”[2]. En otro de sus escritos este misionero contaba que las monjas católicas habían recogido en sus orfanatos más de mil niños que sus padres regalaban o vendían a un bajo precio.
En 1899 Jean Jacques Matignon, oficial médico francés, recordaba que un número sin especificar de chinos asesinan a sus propias hijas: “En China la superstición juega un rol clave: los ojos, la nariz, la lengua, la boca, el cerebro de los niños son considerados como materia dotada de gran poder terapéutico. Por ello, después del parto, si la mujer cae enferma, para congraciarse con los espíritus, las niñas o en ciertos casos los niños son eliminados tirándolos en una caja de desechos donde el polvo y las inmundicias no tardan en obstruirles las vías respiratorias”[3].
Recientemente, con la instauración del comunismo en el continente asiático y las políticas del hijo único como control de la natalidad, la situación puede no haber mejorado todo lo que sería esperable. Simplemente, los infanticidios se han cambiado por la imposición de abortos forzados, esterilizaciones en masa y, en último extremo, la reintroducción de los asesinatos en serie de neonatos. Como es sabido, hasta hace poco, ya en el siglo XX, los matrimonios residentes en ciudades solo podían tener un hijo y los que vivían en entornos rurales, dos; siendo obligados a abortar si no lo cumplían. Desde 1979, con la puesta en práctica de brutales medidas represivas por este motivo, se dio lugar a que muchas mujeres chinas, con el miedo a ser descubiertas tras quedarse embarazadas, abandonaran y mataran a sus propios hijos. Aunque estas medidas del gobierno de la República Popular China se han suavizado actualmente, el porcentaje de niñas asesinadas es mucho mayor que el de niños especialmente en zonas rurales, ya que, cuando el segundo o tercer hijo es otra niña, se considera una desgracia para la familia, que debe asumir costes de dotes referentes al futuro matrimonio y no recibirá la ayuda que un hijo varón puede aportar con su trabajo físico. En la imagen que acompaña este artículo puede verse un bebé recién nacido abandonado en plena calle y la indiferencia de la gente al pasar a su lado. (Fig. 3).

Fig 3. Abandono de neonatos en el siglo XX
4 – Implicación de la Iglesia
Al igual que en el caso del aborto, hasta el siglo IV d.C. no había ningún hecho punible en el infanticidio. Como ya se ha comentado, el «pater familias» tenía poder decisorio sobre la vida y la muerte de los que dependían de él. Pocos filósofos alzaron su voz contra esta práctica y aunque existían leyes generales contra el asesinato, que podrían aplicarse a los niños, esto no se hacía. Esa situación cambió drásticamente en el siglo IV con la llegada al poder de Constantino, quien autorizó la práctica del cristianismo a partir del Edicto de Milán en 313 d.C. acabando con las persecuciones y permitiendo que la nueva moral propuesta por los cristianos se plasmara en nuevas legislaciones. Se posibilitaba así la protección de los derechos de los más débiles. Concretamente, de modo similar a la lo que sucedió con la esclavitud, la tortura institucional, la prostitución infantil y otros temas que mostraban la crueldad de la legislación romana y la depravación de sus costumbres, a partir del año 318 el asesinato de los recién nacidos se asimiló al crimen de parricidio tal como se recoge en el Codex Theodosianus 9,15,1) y, más adelante, en el año 374 otra ley promulgada por el emperador cristiano Valentiniano I, estableció que el castigo del infanticidio se equipararía al de cualquier otro tipo de homicidio [4].
Este cambio de mentalidad fue posible gracias al influjo del cristianismo que, ya en la Didaché o Doctrina de los Doce Apóstoles, obra redactada en el siglo I como síntesis doctrinal y ritual para las comunidades cristianas, ya incluye el rechazo expreso al asesinato de niños y al aborto, aún en los casos de niños concebidos en relaciones extramatrimoniales: “No harás abortar a la criatura engendrada en la orgía y, después de nacida, no la harás morir.” Todos los padres de la Iglesia adoptaron esta regla moral. Así, Tertuliano en el capítulo IX de su Apologética dictaminaba “A nosotros no nos es lícito matar hombres ni niños, ni desatar aquellas sangres que en el embrión se condensan. La ley que nos prohíbe el homicidio nos manda no descomponer en el vientre de la madre las primeras líneas con que la sangre dibuja la organización del hombre, por lo que impedir el nacimiento es visto como un homicidio anticipado”. Entre otros textos que inciden en esta misma idea destacamos los escritos de San Justino Mártir, quien, recogiendo la tradición bíblica, condenaba el aborto y el infanticidio (en sintonía con las ideas del filósofo judío Filón de Alejandría) aduciendo que “abandonar niños es un acto propio de hombres depravados y asesinos” y denunciando cómo la práctica de abandonar a los niños a los perros o ahogar a los recién nacidos era algo común entre los paganos. Afortunadamente, la profunda reflexión moral que aportó el cristianismo desde sus inicios fue capaz de lograr una conversión del corazón en cada vez más amplios sectores de la sociedad de su tiempo hasta lograr el rechazo generalizado a lo que antes se veía como una práctica socialmente aceptada.
Finalmente, por todo lo mencionado, parecería que, al menos nuestra sociedad occidental habría rechazado completamente el infanticidio considerándolo una práctica detestable. Sin embargo, en las últimas décadas el valor de la vida neonatal está volviendo a ser objeto de debate, lo que se ha visto propiciado desde que se abrió la puerta a la aceptación del aborto. Así, en 2012 la revista de impacto Journal of Medical Ethics publicaba un artículo [5] en el que sus autores equiparaban la decisión de abortar durante el embarazo a posibilidades de rechazo ante el neonato que pueden aparecer después del nacimiento, debido a un daño cerebral por sufrimiento durante el parto o por la aparición de anomalías en el bebé no detectadas previamente. Para estos casos, los autores del artículo mostraban como solución la aceptación del infanticidio. La idea, que en un principio puede parecer descabellada está desgraciadamente en sintonía con el protocolo Groningen de Holanda que ofrece ya la posibilidad de eutanasias a niños nacidos con espina bífida, alteración congénita que les hace portadores de diferentes discapacidades. En la mayoría de los países de nuestro entorno estos niños son tratados llegando a la edad adulta aceptando sus limitaciones y algunos incluso pueden ser tratados quirúrgicamente intraútero lográndose su resolución completa, pero, como vemos, la cultura de la muerte puede y quiere seguir extendiéndose más allá de las cloacas de la historia llegando hasta nuestros días. Esperemos poder impedirlo como hicieron los primeros cristianos.
[1] G Buhigas. Eugenesia y Eutanasia. Ed Sekotia. Madrid. 2009
[2] Citado en: Sepp Hollweck. Il cinese dal Tirolo (El chino del Tirol). Athesia, 2003 (http://www.ilfoglio.it/soloqui/3051)
[3] JJ Matignon. Superstition, crime e misére en Chine. 1902, Lyon, Storck. Citado en http://www.ilfoglio.it/soloqui/3051)
[4] MA Rodriguez de la Peña. Ponencia El infanticidio en el mundo antiguo y medieval. II Congreso Nacional de Bioética. 13-15 febrero 2019.
[5] A Giubilini, F Minerva. Alter-birth abortion: why should the baby live? Journal of Medical Ethics. 2013; 39. 261-263.
Nov 10, 2022 | Iglesia y Civilización, La Iglesia y la economía
PARTE SEGUNDA: Las verdades en la economía: EL PAUPERISMO
Autor: JUAN CARLOS GARCIA
| Cada ciencia humana tiene sus verdades. Porque si hay contradicciones, la afirmación es errónea y no fiable. Aparte de las observaciones básicas de fuentes de producción, y demanda u oferta de bienes y servicios, los problemas sociales de cada momento cambian los planteamientos económicos. |
Contenido
1.- Distinciones sobre la pobreza
2.- Definición
3.- Sobre el paupeismo del siglo XIX
4.- El lujo
5.- La pobreza
6.- La Doctrina social católica
7.- La Pobreza virtud cristiana
8.- Bibliografía
1.- Distinciones sobre la pobreza
Venimos de un artículo sobre el comercio internacional. Me parece un error confundir la pobreza con el comercio. La subsistencia de productos a los menores precios aumenta la cantidad demandada pero no salva almas. “Las almas[1] se degradaban y se perdían a causa del hambre clamorosa de los cuerpos” en la China de 1900. Las nuevas pobrezas son los descartados del siglo XXI. La población del país más pobre se beneficia también porque el comercio implica aumento de oportunidades y la posibilidad de salir de la pobreza. A más agentes interesados en el comercio, menores precios por las transacciones posibles. Alimento de primera necesidad y otras cuestiones en torno a la pobreza de las personas en sus sociedades, cae en el ámbito de la justicia y de la solidaridad, entre sociedades que se conocen. El libre comercio no es una retórica.
También, el tipo de cambio del comercio entre países ajusta la pobreza. Así, la población paga la pobreza del ajuste de sus gobernantes. Las personas no pueden consumir como en etapas anteriores. La inflación supone pobreza de la población y un ajuste final en los precios. La globalización[2] ha “surgido en los países económicamente desarrollados”. Sirve para superar el subdesarrollo. “Sin embargo, sin la guía de la caridad en la verdad”, puede crear daños. Observamos que muchas regiones de la Tierra “son tan pobres[3] que no pueden ofrecer nada para el trueque y cada vez son más dependientes”.
La escasez de los recursos no equivale a la pobreza. Esta equivale, pues, a la acción de escoger, la elección de bienes o la libertad de elegir. Decimos que es la escasez del medio empleado, quien determina las necesidades ilimitadas para los bienes escasos. La escasez es un elemento del precio, de un bien en un mercado. Lo fundamental de la economía son las personas en relación a sus sociedades. Es una cuestión de decisiones.
2.- Definición
La pobreza es la verdad de las cosas en su uso, Rafael Alvira, filósofo en 2011. ¿Esto qué significa? El pensamiento de la razón puede conocer la realidad que rodea al hombre. Afirma el profesor Armando de la Torre, con 83 años. Conferencia disponible en ‘you_tube’. Así, un economista debe preguntarse cómo ser rico, porque de la pobreza innata venimos todos. Adam Smith, economista escocés, se hizo esa pregunta y parece que acertó con la división del trabajo para la sociedad. Antes de llegar las cuestiones a la sociedad se debe responder por la persona, porque si esta no se salva para el día de mañana, no sirve para nada cualquier teoría. Aunque toda teoría nace con la lógica de ser desechable. Se pueden consultar los artículos de Juan Velarde Fuertes sobre la pobreza, 2004.
El derecho a alimentarse[4] es una declaración fundamental de todo hombre. El hambre no es un objetivo de la economía. Aunque en la historia, la mayoría de los hombres han pasado hambre. Hasta la revolución de los alimentos y las semillas. Todavía hay muchos[5] hombres con hambre. 25.000 hombres mueren cada día, de desnutrición, dice la Iglesia Católica. Los niños también son hombres.
Las patatas en la pobreza de Irlanda, en el siglo XIX o el “pan[6] barato”, dieron lugar al famoso teorema de Giffen sobre la clasificación de bienes. Alvin Roth, economista[7], afirma que sólo los países muy pobres no tienen conexión con la economía. Es más sencillo el pago a los agricultores de Etiopía por fabricar buen café, unido a la existencia de mercados que funcionan y están bien diseñados. La donación no resuelve totalmente los problemas de las naciones.
3.- Sobre el pauperismo del siglo XIX
La miseria es el estar por debajo de las circunstancias sociales. Hay un deber moral personal y social de salir de la miseria. El trabajo personal ayuda a salir de la miseria. El salario da dignidad a la persona; pero no evita la envidia ni la avaricia. En el siglo XIX está el pauperismo. A unos levanta, a otros le mueve al odio. Concepción Arenal, católica muerta en 1893, vio el pauperismo de los necesitados, reflejo en las prisiones de mujeres y cárceles, 1860.
4.- El lujo
En la sociedad hay una tendencia hacia la opulencia. Esto es, un apegamiento a los bienes materiales que aleja de Dios, hacia un consumismo de renta a corto plazo sin considerar su ahorro o la inversión a largo plazo. En la sociedad hay bienes objetivables que se consideran lujo. Son bienes de lujo, o matemáticamente, cuando la elasticidad de la renta de demanda, es mayor a 1. Hay lujo porque hay renta en las personas.
5.- La pobreza

El umbral de la pobreza[8] se estimaba en 60.000 dólares/año por familia de 4 miembros para ‘Medicaid and Medicare’ en los Estados Unidos, 2009. En África viven con 1 €/día. El umbral de la pobreza más cercano está en 15 €/día en España, 1980. Por tanto, el umbral de la miseria en el Planeta está valorado en 365 $/año por persona. Sólo hay 1.400.000.000 de personas en esta situación[9].
6.- Doctrina social católica
En la Iglesia hay una tendencia a la pobreza de espíritu[10]. Jesucristo dijo: “Bienaventurados los pobres[11] en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El desarrollo de la doctrina social de la Iglesia durante el cambiante siglo XIX, da testimonio “en materia económica[12] y social”, del valor permanente de su enseñanza. “Dios bendice[13] a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo”.
Dios es Trinitario. Es el Señor del Antiguo Testamento. Jesucristo su Hijo, convoca a todos los bautizados[14]. Estos artículos tratan de cómo una persona libre y responsable[15] sea coherente por su sociedad en el aspecto económico. La Iglesia Católica ayuda en esta coherencia. No hay que buscar vanidades terrenas útiles para los ricos y no para los pobres.
7.- Pobreza virtud cristiana
San Francisco es el varón perfecto en la imitación a Jesucristo. En 1209 dejó la sociedad opulenta de su tiempo. La pobreza es un distintivo del cristiano una guía[16]: un signo de esperanza para ir a Dios. Es un no a la codicia. Pero, no hay que ser pobres sino ricos en la gracia de Dios, aconsejaba San Agustín. En este tema este Santo aconseja el buscad lo suficiente.
En la historia vemos personas que siendo ricos en su época dejaron sus bienes para hacerse pobres de espíritu. Conquistadores, descubridores y matemáticos como Andrés de Urdaneta acabaron su vida como profesos agustinos. Ahora, se trata de decisiones de los mercados de bienes y del presupuesto del estado con “una sociedad civil[17] fuerte” en sus personas libres y responsables. “Dios nos ha confiado una tierra que podría ofrecer suficiente alimento[18] y espacio para vivir a todos los hombres”.

8.- Bibliografía
Juan Pablo II. Encíclica “Dives in misericordia” (30/nov/1980).
Lipsey, Richard G; Harbury, Crystal. “Economía Positiva”. 1998.
Varios. “Catecismo de la Iglesia Católica” (CIC). Catecismo youCat, temático. Versión digital.
[1] Pearl S.Buck. “Hombres de Dios”. Pg.193.
[2] Catecismo, CIC, youCat n.446.-
[3] Catecismo, CIC, youCat n.447.-
[4] Catecismo, CIC, youCat n.448.-
[5] Informe sobre pobreza y exclusión social en laUE_25 (año2005) Eurostat: Hay 72 millones de europeos con trabajo y excluidos del mismo. Representan el 16% de la población total. 2012.
[6] Velarde, 2009 Págs. 71, 69, 185. España, 1905.
[7] Alvin Roth. Stanford, California. Premio Nobel en el año 2012. Pg.34. Revista Capital. Artículo de Jordi Benítez.
[8] ABC, lun-22/mar/2010, pg. 29.
[9] Catecismo, CIC, youCat n.448.-
[10] Catecismo, CIC, youCat n.449.-
[11] Mt.5,3
[12] Catecismo de la Iglesia Católica, CIC, compendio n.2.421.
[13] Catecismo de la Iglesia Católica, CIC, compendio n.2.443.
[14] “La puerta de entrada al Pueblo de Dios es el bautismo” CIC, youCat n.125
[15] “Dios quiere la Iglesia porque no nos quiere salvar individualmente, sino juntos”; somos responsables unos de otros. CIC, youCat n.122
[16] Catecismo, CIC, youCat n.497.-
[17] Catecismo, CIC, youCat n.447.-
[18] Catecismo, CIC, youCat n.448.-