May 25, 2020 | Actualidad
La basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires se encuentra junto a la plaza de la República, en Roma. El Papa Pío IV le encargó a Miguel Ángel, en el año 1562, el proyecto de este templo, que debía ubicarse en los edificios de las termas de Diocleciano, construcción terminada en el año 306 y abandonada desde hacía un milenio. Cuando Miguel Ángel recibió este encargo contaba ya 86 años de edad y, al mismo tiempo, seguía siendo el responsable de la titánica empresa de la basílica de San Pedro y de otros proyectos.

Diocleciano fue uno de los grandes emperadores de Roma: llegó al poder cuando el imperio parecía estar a punto de perecer, aunque con sus reformas logró sostenerlo en pie durante varios siglos más. Pero ordenó la persecución contra los cristianos más sangrienta y sistemática de todas las que llevó a cabo la antigua Roma, y también la que más mártires causó. Cuenta la tradición que miles de cristianos fueron condenados a trabajar hasta el agotamiento y la muerte en la construcción de sus termas, aunque él nunca llegó a verlas, pues pasó la mayor parte de sus días en Croacia.
En 1541, un sacerdote siciliano, Antonio Loduca, tuvo una visión en la que una intensa luz salía de estas termas. En medio del resplandor, Loduca reconoció a siete mártires que habían perdido la vida en la construcción de esos edificios. Corrió entonces hasta las termas y encontró el origen de la maravillosa luz en la misma sala del crucero de la actual iglesia. En ese momento entendió que debía erigir allí mismo un templo en honor de los Ángeles y de los Mártires. Pero tuvieron que pasar 20 años hasta que la firme determinación de Loduca encontrara un Papa dispuesto a secundar su proyecto. Con la ayuda de San Felipe Neri, consiguió que Pío IV encargara a Miguel Ángel la construcción de este templo.
Otro dato interesante: el interior de esta iglesia está decorado con los cuadros originales de los grandes retablos de altar que había en la basílica de San Pedro, antes de que fueran sustituidos por mosaicos. Luigi Vanvitelli se encargo en 1750 de transportar esas obras desde el Vaticano y de su colocación.
De este modo, Santa María de los Ángeles y los Mártires se convirtó en una rica pinacoteca con obras del siglo XVI al siglo XVIII, entre las que podemos destacar el Martirio de San Sebastián de Domenichino y el Bautismo de Jesús de Carlo Maratta, aunque son muchas más.
Concluiremos nuestra visita a esta basílica de la Virgen, en el mes de mayo, con unas reflexiones de San Josemaría Escrivá en su homilía: Por María hacia Jesús, de “Es Cristo que pasa”, punto 147:
“Llenar de luz el mundo, ser sal y luz: así ha descrito el Señor la misión de sus discípulos. Llevar hasta los últimos confines de la tierra la buena nueva del amor de Dios. A eso debemos dedicar nuestras vidas, de una manera o de otra, todos los cristianos.
Pero tened presente que cum dormirent homines, mientras dormían los hombres, vino el sembrador de la cizaña, dice el Señor en una parábola.
Es necesario, pues, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño: recordadles que la vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar. Es necesario también enseñar el camino, a quienes tienen buena voluntad y buenos deseos, pero no saben cómo llevarlos a la práctica. Cristo nos urge. Cada uno de vosotros ha de ser no sólo apóstol, sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo».
May 19, 2020 | Actualidad
Esta es otra de las basílicas que procuro visitar siempre que voy a Roma: es una de las más bellas iglesias de la ciudad y se venera una imagen de Nuestra Señora de la Clemencia, que pasa por ser la pintura más antigua que se conserva de la Virgen; por otro lado, me encanta callejear por el barro del Trastevere. ¡Ah!, y también me gusta rememorar la tradición de la “Fons Olei”.
Cuenta la tradición que en el año 38 a. C., brotó en este lugar una fuente de aceite que recorrió el barrio durante todo un día, hasta desembocar en el Tíber. Este extraño afloramiento natural de una sustancia oleosa, posiblemente petróleo, fue interpretado posteriormente como una profecía del nacimiento de Cristo y una señal de que habría de expandir sus dones sobre la tierra con la suavidad y eficacia del aceite. En el lado derecho de la nave central, en el podio que eleva el presbiterio, se puede leer la inscripción “Fons Olei”, que señala el lugar donde brotó el aceite.

San Calixto Papa I (217 – 222) hizo edificar la primera iglesia en el lugar donde había brotado el aceite más de 200 años antes y aquí fue donde por primera vez se pudo celebrar abiertamente la Santa Misa en la ciudad de Roma, según la tradición.
En el siguiente siglo, el Papa San Julio I (337 – 352) decidió la construcción de la basílica que podemos visitar en la actualidad, aunque de aquella basílica paleocristiana tan solo podemos ver la planta con sus tres naves.
El Papa Inocencio II (1130 – 1143) emprendió una reconstrucción en profundidad en el año 1138, para lo cual se emplearon columnas y materiales extraídos de la antiguas termas de Caracalla.
Los tres Papas citados, San Calixto I, San Julio I e Inocencio II, están enterrados en Santa María in Trastevere.
La obra más valiosa de la basílica son los mosaicos del ábside, detrás del altar, que son una auténtica joya del arte medieval y constituyen una síntesis acabada de dicho arte en la Edad Media.
Justo debajo del friso que representa la procesión de los doce corderos -los apóstoles van hacia Cristo, el Cordero Místico-, está el friso realizado por Pietro Cavalini a finales del s. XIII. Hay representadas seis maravillosas escenas de la vida de la Virgen: desde la Natividad de la Virgen -a la izquierda- hasta la Dormición -a la derecha del friso-. En esta obra se observa como Pietro Cavalini, el más importante pintor medieval de Roma, apunta ya la llegada de una nueva corriente artística a Roma: el Renacimiento.
Otras muchas obras se pueden admirar en Santa Maria in Trastevere. Me limitaré a destacar el preciosísimo icono de la Madonna della Clemenza o Theotokos, (del s. VI, para unos, y del s. VIII para otros) que se encuentra en La Capilla Altemps, al lado izquierdo del presbiterio.
Para terminar, unas palabras del Papa Benedicto XVI en una visita a la parroquia, el 27 de diciembre de 2009, para participar en el almuerzo anual para los pobres organizado por la Comunidad de San Egidio:
«Amar, servir, da la alegría del Señor, que dice: «Mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Que en este tiempo de especiales dificultades económicas, cada uno sea signo de esperanza y testigo de un mundo nuevo para quien, encerrado en su egoísmo y creyendo ingenuamente que podrá ser feliz por sí mismo, vive en la tristeza o en una alegría efímera que deja el corazón vacío.
(…) Invoco la protección de la Virgen de la Visitación, que nos enseña a ir «con prontitud» a socorrer a los hermanos en sus necesidades, y os bendigo a todos con afecto».
Julio Íñiguez Estremiana
May 14, 2020 | Actualidad
En todos mis viajes a Roma he procurado visitar esta iglesia para rezar a nuestra Madre Santa María del Popolo y para admirar sus muchas joyas artísticas, entre las que podemos destacar dos célebres pinturas de Caravaggio: La conversión de san Pablo y La crucifixión de San Pedro.

San Josemaría también rezó frecuentemente ante esta imagen de la Virgen. La siguiente consideración es su homilía: “Por María hacia Jesús” (Es Cristo que pasa, punto 143).
“Consideremos atentamente este punto [Es Dios quien nos ha dado a María, y no tenemos derecho a rechazarla, sino que hemos de acudir a Ella con amor y con alegría de hijos], porque nos puede ayudar a comprender cosas muy importantes, ya que el misterio de María nos hacer ver que, para acercarnos a Dios, hay que hacerse pequeños. En verdad os digo —exclamó el Señor dirigiéndose a sus discípulos—, que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos».
La Madonna del Popolo se venera en la iglesia del mismo nombre, ubicada en la Piazza del Popolo, en Roma, junto a la Porta Popolo, por la que entran los peregrinos que vienen del norte, por Vía Flaminia, a visitar la Tumba de San Pedro.
Fue fundada en el año 1099 por el Papa Pascual II, para conmemorar la liberación del Santo Sepulcro de Jerusalén, ese mismo año, en la primera cruzada.
Está construida en el mismo lugar que ocupó en la antigüedad la tumba del emperador Nerón (54-68, s. I), uno de los emperadores más odiados (cuentan algunas crónicas que la gente tiró al Tíber sus restos mortales cuando salieron a la luz, al comenzar las obras). Las obras fueron sufragadas por el pueblo romano, de ahí su nombre: Santa María del Popolo. Al principio fue un pequeño templo, fue ampliado en el s. XIII y completamente reestructurado en torno al año 1475, durante el pontificado de Sixto IV (el de la Capilla Sixtina), tal como podemos leer en el dintel de la puerta lateral.
Algunas curiosidades:
El retablo del altar mayor está presidido por una pequeña imagen de la Madonna del Popolo, titular de la iglesia, de estilo bizantino; fue trasladada en el siglo XIII, procedente de la capella del Santissimo Salvatore in Laterano, donde ya le tributaban gran devoción los romanos. Durante siglos fue creencia popular que este icono era un retrato de María que había realizado el evangelista san Lucas.
El monje agustino Martín Lutero, en su viaje a Roma de 1510, se hospedó en el convento que había anexo a la iglesia, siete años antes de que comenzara su reforma protestante.
Julio Íñiguez Estremiana
May 9, 2020 | Actualidad
Santa María la Mayor es una de las cuatro Basílicas Mayores de Roma, junto con San Pedro, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros. A ella acude frecuentemente el Papa Francisco, al igual que hicieron todos sus antecesores en el pontificado, a rezar ante la imagen de Santa María Salus Populi Romani, que es la patrona de la ciudad de Roma.

En la basílica de Santa María la Mayor casi todo nos habla del título más importante que Dios quiso conceder a la Virgen María: Madre de Dios.
Cuenta una piadosa tradición que un patricio y senador romano llamado Juan, no teniendo descendencia, de común acuerdo con su esposa, querían construir un templo dedicado a la Virgen. La noche de 4 al 5 de agosto de año 356, la Virgen se le apareció en sueños y le pidió que le construyera una basílica en el lugar de Roma en que nevaría esa misma noche. Dado que se encontraban en plena canícula romana, la petición no podía ser más extraña; sin embargo, esa misma noche, el Papa Liberio tuvo el mismo sueño.
Al despuntar el alba, el pontífice y el senador se apresuraron hacia la colina del Esquilino, que efectivamente había amanecido cubierta de nieve. Naturalmente, el extraordinario fenómeno, congregó enseguida a una gran muchedumbre. Ante la evidencia del deseo de la Virgen, el Papa Liberio trazó al momento, sobre la nieve, la planta de la nueva basílica, momento que quedó inmortalizado en un relieve que se encuentra en el interior. Desde entonces la Iglesia celebra el 5 de agosto la fiesta de la Virgen de las Nieves, advocación que ha dado origen a muchísimas iglesias y ermitas por todo el mundo.
Está bien documentado que el Papa Liberio mandó edificar en este lugar del Esquilino la primera iglesia de la historia dedicada a la Virgen, y también que dicho templo fue destruido en el año 410, cuando la invasión del bárbaro Alarico.
La basílica actual la mandó construir el papa Sixto III (432 – 440) al término del Concilio de Éfeso (431). Es bien conocido que en dicho concilio los obispos condenaron la doctrina de Nestorio, patriarca de Constantinopla, que afirmaba que la Virgen María era madre de Jesús, solo en cuanto hombre, pero no era madre de Dios, y prohibió que en su diócesis se la llamara Theotokos (en griego, “Madre de Dios”.)
Así pues, el Concilio de Éfeso (431) dejó diáfamente establecido que “La Virgen María SÍ es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”, terminando así con la tesis de Nestorio. Y de esto quiso el Papa que quedara constancia, para el mundo y por tiempo inmemorial, con la nueva basílica Santa María Maggiore.
Todavía en la actualidad podemos admirar en el interior maravillosas obras de arte que nos hablan de ello. Te animo a que la visites con calma en la primera oportunidad que tengas.
En el año 2008, Benedicto XVI, al respecto del título de Madre de Dios, dejó dicho lo siguiente:
“El título de Madre de Dios, tan profundamente vinculado a las festividades navideñas, es, por consiguiente, el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen santísima. Expresa muy bien la misión de María en la historia de la salvación. Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la salvación, centrado en el gran misterio de la encarnación del Verbo divino.
Y todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a María para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera más cerca. En efecto, al estar totalmente con Dios, esta Mujer se encuentra muy cerca de nosotros y nos ayuda como madre y como hermana. También el puesto único e irrepetible que María ocupa en la comunidad de los creyentes deriva de esta vocación suya fundamental a ser la Madre del Redentor. Precisamente en cuanto tal, María es también la Madre del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Así pues, justamente, durante el concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de ‘Madre de la Iglesia’.
Precisamente por ser Madre de la Iglesia, la Virgen es también Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo místico de Cristo. Desde la cruz Jesús encomendó a su Madre a cada uno de sus discípulos y, al mismo tiempo, encomendó a cada uno de sus discípulos al amor de su Madre. El evangelista san Juan concluye el breve y sugestivo relato con las palabras: “Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 27). Así es la traducción española del texto griego: «εiς tά íδια»; la acogió en su propia realidad, en su propio ser. Así forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran. Este aceptarla en la propia vida («εiς tά íδια») es el testamento del Señor. Por tanto, en el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como herencia preciosa, a su misma Madre, la Virgen María».
Julio Íñiguez Estremiana
Ene 23, 2018 | Actualidad
(Del libro “Un día, una historia”, de Jaime Retena, promovido por la Fundación Villacisneros)
Nacimiento del emperador Romano Adriano (76-138) en Itálica, antigua ciudad romana situada en la actual provincia de Sevilla (76). Numerosos restos romanos, como el anfiteatro, dan prueba de la importancia que tuvo en aquella época, siendo una de las primeras ciudades fundada por el Imperio Romano en Hispania.
Adriano fue el tercero de los llamados cinco buenos emperadores, alcanzando el Imperio su máxima expansión territorial bajo su mandato. Además de ser un gran diplomático e ilustre militar, se reveló como un soberbio administrador. Reformó el sistema financiero, la estructura militar y el sistema defensivo de las fronteras.
Las fronteras menos estables se vieron reforzadas con fortificaciones permanentes, la más famosa de las cuales es el Muro de Adriano, construido en Gran Bretaña. Fomentó una política de tolerancia hacia los hombres venidos de otras culturas y la eclosión de nuevas formas artísticas a lo largo del Imperio. Sería uno de los pocos emperadores que murió por causas naturales.
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También, el 23 de enero de:
- 1350: Nace San Vicente Ferrer, religioso dominico (fallece 1419).
- 1516: Muere Fernando el Católico y Cisneros ejerce de regente provisional.
- 1731: Se firma un nuevo Tratado de Viena, por el que Austria, Inglaterra y España se alían para lograr que Carlos III de España obtenga la sucesión al trono de Nápoles y Sicilia.
- 1878: En Madrid el rey Alfonso XII contrae matrimonio con la infanta María de las Mercedes de Orleans.