Mes de mayo: Santa María de los Ángeles y de los Mártires

Mes de mayo: Santa María de los Ángeles y de los Mártires

La basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires se encuentra junto a la plaza de la República, en Roma. El Papa Pío IV le encargó a Miguel Ángel, en el año 1562, el proyecto de este templo, que debía ubicarse en los edificios de las termas de Diocleciano, construcción terminada en el año 306 y abandonada desde hacía un milenio. Cuando Miguel Ángel recibió este encargo contaba ya 86 años de edad y, al mismo tiempo, seguía siendo el responsable de la titánica empresa de la basílica de San Pedro y de otros proyectos.

Diocleciano fue uno de los grandes emperadores de Roma: llegó al poder cuando el imperio parecía estar a punto de perecer, aunque con sus reformas logró sostenerlo en pie durante varios siglos más. Pero ordenó la persecución contra los cristianos más sangrienta y sistemática de todas las que llevó a cabo la antigua Roma, y también la que más mártires causó. Cuenta la tradición que miles de cristianos fueron condenados a trabajar hasta el agotamiento y la muerte en la construcción de sus termas, aunque él nunca llegó a verlas, pues pasó la mayor parte de sus días en Croacia.

En 1541, un sacerdote siciliano, Antonio Loduca, tuvo una visión en la que una intensa luz salía de estas termas. En medio del resplandor, Loduca reconoció a siete mártires que habían perdido la vida en la construcción de esos edificios. Corrió entonces hasta las termas y encontró el origen de la maravillosa luz en la misma sala del crucero de la actual iglesia. En ese momento entendió que debía erigir allí mismo un templo en honor de los Ángeles y de los Mártires. Pero tuvieron que pasar 20 años hasta que la firme determinación de Loduca encontrara un Papa dispuesto a secundar su proyecto. Con la ayuda de San Felipe Neri, consiguió que Pío IV encargara a Miguel Ángel la construcción de este templo.

Otro dato interesante: el interior de esta iglesia está decorado con los cuadros originales de los grandes retablos de altar que había en la basílica de San Pedro, antes de que fueran sustituidos por mosaicos. Luigi Vanvitelli se encargo en 1750 de transportar esas obras desde el Vaticano y de su colocación.

De este modo, Santa María de los Ángeles y los Mártires se convirtó en una rica pinacoteca con obras del siglo XVI al siglo XVIII, entre las que podemos destacar el Martirio de San Sebastián de Domenichino y el Bautismo de Jesús de Carlo Maratta, aunque son muchas más.

Concluiremos nuestra visita a esta basílica de la Virgen, en el mes de mayo, con unas reflexiones de San Josemaría Escrivá en su homilía: Por María hacia Jesús, de “Es Cristo que pasa”, punto 147:

“Llenar de luz el mundo, ser sal y luz: así ha descrito el Señor la misión de sus discípulos. Llevar hasta los últimos confines de la tierra la buena nueva del amor de Dios. A eso debemos dedicar nuestras vidas, de una manera o de otra, todos los cristianos.

Pero tened presente que cum dormirent homines, mientras dormían los hombres, vino el sembrador de la cizaña, dice el Señor en una parábola.

Es necesario, pues, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño: recordadles que la vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar. Es necesario también enseñar el camino, a quienes tienen buena voluntad y buenos deseos, pero no saben cómo llevarlos a la práctica. Cristo nos urge. Cada uno de vosotros ha de ser no sólo apóstol, sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo».

 

Mes de mayo: Santa María in Trastevere

Mes de mayo: Santa María in Trastevere

Esta es otra de las basílicas que procuro visitar siempre que voy a Roma: es una de las más bellas iglesias de la ciudad y se venera una imagen de Nuestra Señora de la Clemencia, que pasa por ser la pintura más antigua que se conserva de la Virgen; por otro lado, me encanta callejear por el barro del Trastevere. ¡Ah!, y también me gusta rememorar la tradición de la “Fons Olei”.

Cuenta la tradición que en el año 38 a. C., brotó en este lugar una fuente de aceite que recorrió el barrio durante todo un día, hasta desembocar en el Tíber. Este extraño afloramiento natural de una sustancia oleosa, posiblemente petróleo, fue interpretado posteriormente como una profecía del nacimiento de Cristo y una señal de que habría de expandir sus dones sobre la tierra con la suavidad y eficacia del aceite. En el lado derecho de la nave central, en el podio que eleva el presbiterio, se puede leer la inscripción “Fons Olei”, que señala el lugar donde brotó el aceite.

San Calixto Papa I (217 – 222) hizo edificar la primera iglesia en el lugar donde había brotado el aceite más de 200 años antes y aquí fue donde por primera vez se pudo celebrar abiertamente la Santa Misa en la ciudad de Roma, según la tradición.

En el siguiente siglo, el Papa San Julio I (337 – 352) decidió la construcción de la basílica que podemos visitar en la actualidad, aunque de aquella basílica paleocristiana tan solo podemos ver la planta con sus tres naves.

El Papa Inocencio II (1130 – 1143) emprendió una reconstrucción en profundidad en el año 1138, para lo cual se emplearon columnas y materiales extraídos de la antiguas termas de Caracalla.

Los tres Papas citados, San Calixto I, San Julio I e Inocencio II, están enterrados en Santa María in Trastevere.

La obra más valiosa de la basílica son los mosaicos del ábside, detrás del altar, que son una auténtica joya del arte medieval y constituyen una síntesis acabada de dicho arte en la Edad Media.

Justo debajo del friso que representa la procesión de los doce corderos -los apóstoles van hacia Cristo, el Cordero Místico-, está el friso realizado por Pietro Cavalini a finales del s. XIII. Hay representadas seis maravillosas escenas de la vida de la Virgen: desde la Natividad de la Virgen -a la izquierda- hasta la Dormición -a la derecha del friso-. En esta obra se observa como Pietro Cavalini, el más importante pintor medieval de Roma, apunta ya la llegada de una nueva corriente artística a Roma: el Renacimiento.

Otras muchas obras se pueden admirar en Santa Maria in Trastevere. Me limitaré a destacar el preciosísimo icono de la Madonna della Clemenza o  Theotokos, (del s. VI, para unos, y del s. VIII para otros) que se encuentra en La Capilla Altemps, al lado izquierdo del presbiterio.

Para terminar, unas palabras del Papa Benedicto XVI en una visita a la parroquia, el 27 de diciembre de 2009, para participar en el almuerzo anual para los pobres organizado por la Comunidad de San Egidio:

«Amar, servir, da la alegría del Señor, que dice: «Mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Que en este tiempo de especiales dificultades económicas, cada uno sea signo de esperanza y testigo de un mundo nuevo para quien, encerrado en su egoísmo y creyendo ingenuamente que podrá ser feliz por sí mismo, vive en la tristeza o en una alegría efímera que deja el corazón vacío.

(…) Invoco la protección de la Virgen de la Visitación, que nos enseña a ir «con prontitud» a socorrer a los hermanos en sus necesidades, y os bendigo a todos con afecto».

Julio Íñiguez Estremiana

Mes de mayo: Santa María del Popolo

Mes de mayo: Santa María del Popolo

En todos mis viajes a Roma he procurado visitar esta iglesia para rezar a nuestra Madre Santa María del Popolo y para admirar sus muchas joyas artísticas, entre las que podemos destacar dos célebres pinturas de Caravaggio: La conversión de san Pablo y La crucifixión de San Pedro.

San Josemaría también rezó frecuentemente ante esta imagen de la Virgen. La siguiente consideración es su homilía: “Por María hacia Jesús” (Es Cristo que pasa, punto 143).

“Consideremos atentamente este punto [Es Dios quien nos ha dado a María, y no tenemos derecho a rechazarla, sino que hemos de acudir a Ella con amor y con alegría de hijos], porque nos puede ayudar a comprender cosas muy importantes, ya que el misterio de María nos hacer ver que, para acercarnos a Dios, hay que hacerse pequeños. En verdad os digo —exclamó el Señor dirigiéndose a sus discípulos—, que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos».

La Madonna del Popolo se venera en la iglesia del mismo nombre, ubicada en la Piazza del Popolo, en Roma, junto a la Porta Popolo, por la que entran los peregrinos que vienen del norte, por Vía Flaminia, a visitar la Tumba de San Pedro.

Fue fundada en el año 1099 por el Papa Pascual II, para conmemorar la liberación del Santo Sepulcro de Jerusalén, ese mismo año, en la primera cruzada.

Está construida en el mismo lugar que ocupó en la antigüedad la tumba del emperador Nerón (54-68, s. I), uno de los emperadores más odiados (cuentan algunas crónicas que la gente tiró al Tíber sus restos mortales cuando salieron a la luz, al comenzar las obras). Las obras fueron sufragadas por el pueblo romano, de ahí su nombre: Santa María del Popolo. Al principio fue un pequeño templo, fue ampliado en el s. XIII y completamente reestructurado en torno al año 1475, durante el pontificado de Sixto IV (el de la Capilla Sixtina), tal como podemos leer en el dintel de la puerta lateral.

Algunas curiosidades:

El retablo del altar mayor está presidido por una pequeña imagen de la Madonna del Popolo, titular de la iglesia, de estilo bizantino; fue trasladada en el siglo XIII, procedente de la capella del Santissimo Salvatore in Laterano, donde ya le tributaban gran devoción los romanos. Durante siglos fue creencia popular que este icono era un retrato de María que había realizado el evangelista san Lucas.

El monje agustino Martín Lutero, en su viaje a Roma de 1510, se hospedó en el convento que había anexo a la iglesia, siete años antes de que comenzara su reforma protestante.

Julio Íñiguez Estremiana

Mes de mayo: Nuestra Señora de Fátima

Mes de mayo: Nuestra Señora de Fátima

He estado una única vez, fue en el año del Centenario de las apariciones de la Virgen y quiero volver más pronto que tarde.

Comencemos recordando unas palabras de San Juan Pablo II, el 13 de mayo de 1982, en la gran plaza de Fátima, ante casi un millón de personas:

“Si la Iglesia aceptó el mensaje de Fátima es porque este contiene la misma verdad y el mismo llamamiento que el del Evangelio».

Hoy, Fiesta de Nuestra Señora de Fátima, es una buena oportunidad para recordar el mensaje de la Virgen en Fátima, aunque solo sean sus primeras palabras. Por la limitación de espacio, solo transcribiré algunas frases de la narración que hizo en su momento Sor Lucía, fallecida el 13 de febrero de 2005 y en proceso de beatificación. Para conocer más detalles, os animo a leer alguno de los muchos libros que lo narran todo maravillosamente bien.

PRIMERA APARICIÓN DE LA VIRGEN. Domingo 13 de mayo de 1917.

«Estando jugando con Jacinta y Francisco en lo alto, junto a Cova de Iría, de repente vimos una luz como de un relámpago. Está relampagueando -dije-. Puede venir una tormenta. Es mejor que nos vayamos a casa.

Cuando llegamos a la mitad de la pendiente, cerca de una encina, que aún existe, vimos otro relámpago y, habiendo dado algunos pasos más, vimos sobre una encina una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol, esparciendo luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesado por los rayos más ardientes del sol.

Nos paramos, sorprendidos por la aparición. Estábamos tan cerca que quedábamos dentro de la luz que la rodeaba o que Ella irradiaba tal vez a metro y medio de distancia. Entonces la Señora dijo:

-No tengáis miedo. No os hago daño.

Yo le pregunté:

¿De dónde es usted?

-Soy del cielo.

-¿Qué es lo que usted me quiere?

-He venido para pediros que vengáis aquí seis meses seguidos el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Volveré aquí una séptima vez».

A continuación, un diálogo encantador entre Lucía, que le pregunta cosas, y la Virgen, que le responde. Luego, la primera aparición termina así:

«Después de pasados unos momentos Nuestra Señora agregó:

-Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra.

Acto seguido comenzó a elevarse serenamente subiendo en dirección al Levante hasta desaparecer en la inmensidad del espacio. La luz que la circundaba parecía abrirle el camino a través de los astros, motivo por el que algunas veces decíamos que vimos abrirse el cielo».

 

Antes de esta primera aparición de la Virgen, Lucía, Jacinta y Francisco habían recibido tres apariciones de un ángel.

Primera aparición del Ángel

«Al llegar junto a nosotros nos dijo:

-No temáis. Soy el Ángel de la Paz. ¡Orad conmigo!

Y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo. Le imitamos llevados por un movimiento sobrenatural y repetimos las palabras que le oímos decir:

-Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.

Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo:

-Orad así, los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas.

Y desapareció».

Segunda aparición del Ángel

«Pasamos las horas de la siesta en la sombra de los árboles que rodeaban el pozo en la quinta llamada Arneiro, que pertenecía a mis padres.

-De pronto vimos al mismo Ángel junto a nosotros.

-¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!

¿Cómo hemos de sacrificarnos? -pregunté.

-De todo lo que pidierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados con los cuáles Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores».

Tercera aparición del Ángel

«Dejando el cáliz y la Hostia suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces esta oración:

-Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María te pido la conversión de los pobres pecadores».

Julio Íñiguez Estremiana

Mes de mayo: La Santina de Covadonga

Mes de mayo: La Santina de Covadonga

Yo he estado una única vez, fue el día anterior de la visita de San Juan Pablo II (21 de agosto de 1989) y quiero volver más pronto que tarde.


Aprovecho para recordar tres ideas de su homilía de ese día:

“La Virgen María, podemos decir, no es sólo la ‘que ha creído’ sino la Madre de los creyentes, la Estrella de la evangelización que se ha irradiado en estas tierras y desde aquí, con sus hijos, misioneros y misioneras, ha llegado al mundo entero».

“Covadonga es además una de las primeras piedras de la Europa cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura. El reino cristiano nacido en estas montañas, puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evangelio».

“Por ello, en el contexto de mi peregrinación jacobea a las raíces de la Europa cristiana, pongo confiadamente a los pies de la Santina de Covadonga el proyecto de una Europa sin fronteras, que no renuncie a las raíces cristianas que la hicieron surgir. ¡Que no renuncie al auténtico humanismo del Evangelio de Cristo!»

Picos que suben y suben, valles angostos, simas en vertical, bosques impenetrables, perenne verdor, cascadas que se desploman de lo alto de las peñas. Así es la cordillera Cantábrica. En la parte oriental de Asturias hay un recinto todavía más selvático y bravío, con peñas más altas y valles más angostos: son los Picos de Europa. Aquí llegaron los romanos antes del nacimiento de Cristo, no sin haber dejado tendidas en los pasos de los puertos a muchas de sus aguerridas legiones. Los visigodos, apenas se atrevieron a asomarse a este laberinto de montañas.

No es de extrañar, por tanto, que en estas breñas buscaran refugio y seguridad el resto de los godos del Guadalete, cuando en los comienzos del siglo VIII quedaron las gentes godas barridas por los ejércitos del Islam.

Así, huyendo de la catástrofe, llegó a Asturias Pelayo, de la estirpe real de los godos. Aquí reunió un pequeño grupo de guerreros cristianos con intención de iniciar la Reconquista.

Según se cuenta, un día, persiguiendo a un malhechor, penetró en la gruta de Covadonga y allí se encontró con una imagen de la Virgen María sobre un altar y a un ermitaño que le daba culto en aquella soledad. Pelayo, para honrar a la Virgen Santísima, perdonó al fugitivo; y el ermitaño le aseguró que él salvaría a España en aquel mismo lugar.

En el año 722 (718 para otros historiadores), tuvo lugar la batalla en la cueva de Covadonga, en la cual la guarnición de Pelayo (unos 300 hombres, según las crónicas), hicieron huir a las tropas del general Al Qaman y el arzobispo Opas, traidor a su patria y a su fe, que le acompañaba.

Las crónicas lo narran así: llega el ejército musulmán frente a la cueva, se adelanta el arzobispo para persuadir a Pelayo de que pagara los impuestos que se le exigían. Al no conseguir el arzobispo su propósito y mantenerse Pelayo en rebeldía, el jefe árabe mandó avanzar a los honderos y saeteros.

Entre tanto, «los cristianos de la cueva —narra la crónica— no cesaban de suplicar día y noche a la Virgen María que hasta el día de hoy allí se venera. Y entonces se vio que las piedras mezcladas con los dardos que venían del bando musulmán se volvían desde la cueva contra los mismos que las enviaban, a manera de densísimas nubes, impulsadas por el viento del Norte».

Al verse los árabes así confundidos, retrocedieron desbaratándose, al tiempo que Pelayo cargaba sobre ellos con sus huestes. «El general Al Qaman y el arzobispo Opas fueron muertos» y el ejército árabe, unos 73.000 soldados, remontaron los Picos de Europa, huyendo hacia la Liébana y, al pasar por un valle del Deva, se desgajó un monte y quedaron todos sepultados.

La Batalla de Covadonga supuso la primera victoria de un contingente cristiano contra las tropas mahometanas. La tradición siempre atribuyó al auxilio de la Madre de Dios este magnífico triunfo cristiano. En aquel lugar comenzó el reino cristiano de Asturias, siendo Pelayo declarado rey del incipiente reino astur.

La imagen venerada en la gruta, popularmente llamada “la Santina de Covadonga”, ya no es la que veneraba el ermitaño cuando les encontró Pelayo. Un incendio destruyó el 17 de octubre de 1777 todo el templo. Nada se salvó en ese incendio. Solo quedaron los muros ennegrecidos y los sepulcros de Don Pelayo y Alfonso I que allí descansan acompañados de sus esposas.

Julio Íñiguez Estremiana

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